El proyecto urbano que promovía el régimen porfirista, optó por un modelo de corte afrancesado, como parte del deseo de modernidad. Dando como resultado una transformación sin precedentes, la cual buscaba cambiar la imagen del país y mostrar al mundo un México moderno.
Recorrer
las céntricas y concurridas calles del centro histórico de la capital poblana,
es apreciar las joyas que nos ha dejado el pasar de los años, a pesar de que
comúnmente se suele referir a Puebla como una ciudad colonial, lo cierto es que
cada construcción refleja no solamente aquel capítulo de nuestra historia, cada
finca transmite una esencia propia y única. Algunas reflejan aquellos tiempos,
en los que “reinaba el glamur y la galantería” que es el caso del tema que nos
compete: la Puebla Porfiriana.
La
ciudad de Puebla, se funda un 16 de abril de 1531, esto con el propósito de
crear una ciudad exclusivamente para españoles. Durante estos años se fueron construyendo
los edificios emblemáticos, como es el caso de la catedral, la casa de los
muñecos, el edificio Arronte, entre otros, que definieron la riqueza de la
arquitectura característica de Puebla, por el uso de los materiales como el
tabique rojo, la talavera y la argamasa.
Con
el inicio del S. XIX, México entraría en un periodo extremadamente agitado,
esto producto de las luchas internas por el poder e intervenciones extranjeras.
En medio de este caos, Puebla seria escenario de la devastación que habían
traído estos conflictos. En virtud de que se libraron importantes batallas como
la recordada batalla del 05 de mayo de 1862, en la que se enfrentaron las
fuerzas mexicanas bajo el mando del Gral. Zaragoza, saliendo victoriosos en
contra del ejército francés.
Sería
exactamente, un año después en 1863, durante el sitio de Puebla cuando en esta
ocasión las cosas fueron a favor de los franceses. A lo largo de 62 días que
duró el asedio, Puebla fue víctima de las fuerzas enemigas, quienes atacaron
con todas sus fuerzas sin cesar. El panorama después del sitio era desolador,
la ciudad estaba en ruinas, con muchas edificaciones dañadas o destruidas por
los bombardeos.
La
llegada de Don Porfirio Díaz a la presidencia, significó un cambio radical en México
no solamente en el ámbito político, también en la arquitectura y el urbanismo.
El proyecto urbano que promovía el régimen porfirista, optó por un modelo de
corte afrancesado, como parte del deseo de modernidad. Dando como resultado una
transformación sin precedentes, la cual buscaba cambiar la imagen del país y
mostrar al mundo un México moderno. Como lo expresaba Díaz: “Había que
enganchar a México a la locomotora del progreso”.
Esta
nueva arquitectura que había arrido a México, se caracterizó por su
suntuosidad, elegancia y belleza, formando parte de nuestro patrimonio edificado,
quedando como testigos del progreso logrado, durante este periodo que va de
1880 a 1911. Por ese motivo no es de extrañarse que, en las principales
ciudades de nuestro país, podamos encontrar algunas construcciones con estas
características, tenemos el caso de la Quinta Gameros en Chihuahua, las casas
Gemelas en Mérida, el edificio “la esmeralda” en la ciudad de México, entre
otros.
Por ello no es la excepción el caso de la
ciudad de Puebla, en la que se veía inmersa bajo esta tendencia de rediseñar su
imagen urbana, por una de corte afrancesado que transmitía esa Vibratión
d'amour propio de la Belle Epoque, permitiendo
el renacer la arquitectura poblana, al impulsar la construcción de nuevas y magníficas
obras arquitectónicas. Entre los exponentes que encontramos de esta nueva arquitectura
en Puebla, se puede mencionar al Palacio
Municipal, la mansión Giacopello, la Casa
de doña Clara Bansel y la casa de la Reina.
Todos
estos inmuebles, son un claro ejemplo del cambio por el que estaba pasando la
nación. A manera de consideración final, al admirar estas construcciones, no
solo enriquecemos nuestro conocimiento y aprecio por el arte y la arquitectura,
al mismo tiempo fomentamos, un respeto profundo por la conservación del
patrimonio que define y embellece nuestras ciudades.