Lo más destacado de la traducción de Adrián Recinos es que, como mencioné anteriormente, está hecha directamente del Quiché, siendo el guatemalteco especialista en dicha cultura.
El propósito de este texto, es hacer una comparación
entre dos versiones del texto conocido como Popol Vuh de los
mayas quichés de Guatemala: la versión de Editorial Porrúa y la quizá más
usada, la del Fondo de Cultura Económica.
La edición del Fondo de Cultura Económica es
probablemente la que más se ha utilizado para realizar distintos análisis
historiográficos sobre esta (fantástica) obra mitológica. No es propiamente una
edición crítica, no incluye un trabajo especializado de corte editorial, es una
traducción directa de la fuente que está a cargo de Adrián Recinos, el cual
vertió directamente del quiché en 1947; es por esto por lo que entre muchas
traducciones que existen, esta se vuelve una de las más confiables.
Recinos fue un historiador y traductor de origen
guatemalteco, que se especializó principalmente en la civilización maya y en
los antiguos textos de las civilizaciones quichés y cakchiqueles. Además de
esta traducción del Popol Vuh también tradujo El memorial de Sololá
o Anales de los Cakchiqueles.
En la introducción de Recinos encontramos un análisis con
elementos más formales. Fundamentalmente, hace una historia del texto, desde el
contexto que permite apreciar mejor la fortuna de que dicho texto haya sobrevivido (mostrando
brevemente lo que fueron las culturas mayas y quiché de Guatemala antes de la
conquista) y que haya llegado a nosotros, y hasta el relato del
“descubrimiento” del texto por parte de Ximénez, su primera traducción y
edición, así como las subsecuentes revisiones y ediciones del texto.
Asimismo, la edición de Recinos nos ofrece un bloque de
notas, también escritas por el mismo autor, para entender el lenguaje de
ciertas palabras, nombres de cosas, animales o seudónimos que se empleaban en el
momento en que fue traducida la obra por primera vez, e incluso palabras que
fray Francisco Ximénez transcribió íntegramente.
Recinos expresa que ante ese contexto que se ofrecía en
la década de los años cuarenta, con múltiples versiones apareciendo en
distintos idiomas, la intención de su edición es ofrecer una versión más
sencilla y popular, pero sin alterar el contenido.
Por otra parte, la edición de Editorial Porrúa, a cargo
de Albertina Saravia E. es una obra que está basada en las inquietudes personales
de la autora de la versión que brotaron desde su infancia al no tener la
oportunidad de acercarse a otras ediciones y, al ver que era un tanto difícil
comprender el lenguaje de la única edición que poseía, de ahí broto su
inquietud por investigar y escribir una versión que fuera más fácil de
comprender para la población.
Esta edición no tiene propiamente una introducción, lo
que vemos en ella es una advertencia, en la cual la autora describe la
inquietud por la que escribió esta edición y da algunos datos para un mejor
entendimiento de su texto, por ejemplo: explicar la formación de algunos
números en maya.. También encontramos una nota a la décima quinta edición y,
para una comprensión más amplia, un vocabulario con palabras empleadas en el
cuento mítico y que ya no se utilizan en la actualidad.
Ahora centrémonos en la comparación de ambas ediciones.
Lo que puedo rescatar es que Adrián Recinos se ocupa de mostrar brevemente
quiénes y cómo realizaron las primeras traducciones, haciendo notar que algunas
versiones no se basaban en el texto transcrito por Ximénez, por ejemplo,
basadas en la primera traducción al francés. Lo más destacado de la traducción
de Adrián Recinos es que, como mencioné anteriormente, está hecha directamente
del Quiché, siendo el guatemalteco especialista en dicha cultura. Por el
contrario, la investigación de Albertina Saravia se basa en el tomo I de las
leyendas que se encuentran en la obra Historia de la Provincia de SanVicente de Chiapa y Guatemala, del padre Ximénez que fue publicada en 1929.
Hay dos elementos destacables que se diferencian entre
las dos ediciones. En primer lugar, en la edición de Porrúa, la distribución
del texto en segmentos cortos que, además, están acompañados de ilustraciones
tomadas, y calcadas por la autora, de las imágenes de los códices mayas, que
acompañan a cada segmento. Por esta razón, visualmente se convierte en una
lectura más amena y llamativa; en ese sentido, pienso que posiblemente cumple
con el objetivo de la autora.
Mientras que la edición del Fondo de Cultura Económica es
llana, es sólo texto, sin ilustraciones; su estructura textual es más apretada,
lo que la hace menos llamativa para el lector. Su valor evidente es que esta
traducción no suprime nada del escrito antiguo, está traducida en su totalidad
tal cual.
Por otro lado, Albertina Saravia, aunque conservó en su
mayoría el texto de la segunda traducción, hizo algunos cambios, como arreglar
algunas frases, redujo algunos párrafos y sustituyó algunos términos al
lenguaje actual; así que, sin cotejar el escrito original o una versión
íntegra, no podríamos saber si estos cambios que hizo para hacer más
comprensible su descripción afecten el sentido de algo importante.
Finalmente, aunque el propósito tanto de Recinos como de
Saravia es reconstruir una historia del Popol Vuh más accesible en su
lectura para el entendimiento de los lectores, la versión del Fondo de Cultura
es una investigación que emprendió Adrián Recinos por la inquietud de encontrar
más datos que pudiera adherir a la obra. Por ello, podemos decir que la versión
de Porrúa no es una investigación sino una adaptación.
Creo que ambos autores están construyendo esta historia
pensando en la cultura de su tiempo, es decir, con una retórica dirigida al
espacio social del momento en que escribieron; sobre la manera en que esta
lectura puede ser abordada por los lectores de dicho momento.