imaginé la búsqueda del diagnóstico de la patología de mis pacientes, todo ese proceso y método del interrogatorio médico: exploración, diagnóstico y tratamiento; como una realización vaga, algo alejada de la arqueología y la investigación histórica, tomando la sintomatología de mis pacientes, como esas piezas en el rompecabezas que habría que terminar de encontrar, para poder armar el final completo.
En la entrega previa, escribí la anécdota sobre las circunstancias de la vida que me hicieron escoger, entre poder estudiar lo que yo amaba
o hacer una carrera profesional con mejor “perfil económico”. Me encontraba entre la espada
y la pared, mi decisión terminó girando hacia
la carrera de Médico Cirujano, teniendo que olvidar, contra todo pronóstico de
una mente necia como la mía, el sueño de ser
arqueólogo.
Los primeros dos semestres se convirtieron en un martirio, no tenía
la mínima necesidad de tomarle gusto a la forma de
los huesos, ni de saber el origen y el fin de las enfermedades humanas. Desde
aquella visita al museo, durante toda mi infancia y adolescencia, habría podido
asegurar con certeza rotunda, que yo acabaría siendo director del INAH o de algún
museo de renombre- la inocencia profesional,
ya la conocen-. Sin embargo, me encontraba en una
sala de anfiteatro que hedía a formol o en un laboratorio que nos enseñaba
embriología con laminillas de microscopio, del proceso de ontogénesis del pollo
tratando de equiparar el del H. sapiens.
La lítica tuvo que refugiarse, tan solo como una materia a la cual
accedía desde mi computadora personal, leyendo de forma autodidacta. La medicina
humana, acabó relegando al último rincón de mi
memoria, la idea utópica de poder ir paseando
entre los horarios de receso, en los jardines de la mítica ENAH o retozar los
domingos de museo gratuito en el MNAH.
Resignado en su totalidad, comencé a tomarle cariño a la bella y
honrosa profesión que hoy me da de comer, hasta el primer periodo de prácticas
hospitalarias. Cansado de la monotonía universitaria que se basaba en las
lecturas de gruesos libros de médicos norteamericanos, o realizar exposiciones
electrónicas en un programa computacional muy conocido, los primeros
acercamientos con mis pacientes me pudieron encender nuevamente una ligera
chispa en mi corazón prehispánico.
Tratando de compensar con una analogía inverosímil, pero certera y
funcional para mí, imaginé la búsqueda del diagnóstico de la patología de mis
pacientes, todo ese proceso y método del interrogatorio médico:
exploración, diagnóstico y tratamiento; como una realización vaga, algo alejada de la arqueología y la investigación histórica,
tomando la sintomatología de mis pacientes, como esas piezas en el rompecabezas
que habría que terminar de encontrar, para poder armar el final completo.
En términos médicos,
un diagnóstico. Buscaba, analógicamente hablando, una forma de encontrar lo que
ya estaba haciendo con la misma pasión que haría la investigación de un
monumento, una pieza arqueológica o un texto antiguo.
Y finalmente llegó, amable lector o lectora, la pasión que sentí en
algún momento por las ciencias sociales, se hizo presente en las ciencias
médicas. Para el tiempo en el cual yo terminé
la carrera, la medicina me había regalado muchos momentos increíbles, llenos de
aprendizaje y gratitud que me han hecho poder seguir amando esta profesión que
no me deja de sorprender, día con día y trae consigo momentos de angustia,
estrés y resiliencia.
También
estoy agradecido con
los encargados de realizar esta magnífica gaceta, que permite a gente como yo acercarnos
un poco a la genialidad de las ciencias sociales, conocer la importancia y grandeza
de la ENAH, así como la facilidad de poder leer a personas que al igual que
uno, gustan de las grandes historias que tiene que contar este país.
Por el momento se despide de ustedes, el Dr. Alexis Domínguez
Castillo, médico cirujano por la Universidad Autónoma del Estado de Morelos,
enamorado de la historia de México y escritor de afición, fotógrafo de fin de
semana y explorador de lo inexplorado. Los invito a acompañarme en esta nueva
travesía en la Gaceta de Imaginación Histórica les aseguro, no se van a
arrepentir.