Presentificando la historia - La Plaza Mayor: Identidad nacional por Alfredo Pelayo Esquivel

Alfredo Pelayo Esquivel (ENAH)
Correo: 120210441@enah.edu.mx

El gobierno en turno tiene que valerse de sus herramientas para contrarrestar lo anterior y retomar el control de la situación. La Plaza Mayor no es la excepción, los levantamientos sociales motivados por la escasez de grano, pérdida de cosechas, prohibición de vender mercancías y el alza de artículos básicos se lanzan contra el gobierno, y este con mano dura, mitiga dichas rebeliones.

A inicios del siglo XVI, en el México antiguo, caracterizado por la llegada de los españoles y su deseo apremiante de conocer y conquistar los dominios mexicas, la expedición al altiplano central mexicano resulta inminente y la cañada, creada por los dos grandes colosos montañosos conocidos como el Popocatépetl e Iztaccíhuatl, servirá de tránsito para lograr su cometido. Espacio elevado en donde Bernal Díaz de Castillo en su “Historia verdadera de la conquista de la Nueva España”, comentaba la admiración que sus compatriotas manifestaron cuando visualizaron en el horizonte a la gran urbe conocida como México-Tenochtitlan, resultándoles extraño que una ciudad estuviera construida en el centro de un gran lago.


El contubernio español e indígena-enemigos de los mexicas-, propiciaron que para el 13 de agosto de 1521, la invasión española se concretara manifestándose el ocaso del gran imperio mexica. Así el quehacer conquistador, destruye los templos de oración de la Gran Tenochtitlan y gradualmente empieza a permear o sustituir este espacio con estilos medievalistas. Así la Plaza Mayor, que en el periodo prehispánico estuvo caracterizado por el esplendor de sus pirámides, mercados y calzadas ahora estará habitada, según el cronista sacerdote Francisco Cervantes Salazar, por instituciones civiles, eclesiásticas y académicas.


Será pertinente detenerse un momento y dirigir la atención al Templo Mayor, siendo una majestuosa construcción piramidal, en donde se rendía culto al dios Huitzilopochtli, patrono de los mexicas y máximo representante del sol y la guerra. Gran divinidad que simbolizó el poderío e identidad azteca, y que aun en nuestros días su influencia prevalece en las entrañas de los mexicanos, como un gran representante de la redención y justicia.


Siguiendo la redacción de nuestro cronista, el comercio fue otra actividad que se desarrolló en la Plaza Mayor, la venta de productos de la tierra que allí confluían lo atestiguan. ¿Y qué decir del aspecto social? Estaba conformado por encomenderos, frailes e indios nobles, burócratas, mercaderes, terratenientes, clérigos seculares y nuevas órdenes religiosas, así como personas de distintas nacionalidades, debido a la migración, convirtiéndola en un espacio cosmopolita.


En toda ciudad suceden aspectos sociales y naturales que irrumpen, trastocan la vida de las personas. El gobierno en turno tiene que valerse de sus herramientas para contrarrestar lo anterior y retomar el control de la situación. La Plaza Mayor no es la excepción, los levantamientos sociales motivados por la escasez de grano, pérdida de cosechas, prohibición de vender mercancías y el alza de artículos básicos se lanzan contra el gobierno, y este con mano dura, mitiga dichas rebeliones. También la zona lacustre y montañosa fueron otros factores naturales que afectaron a la Plaza Mayor, por su mala planeación después de la Conquista. Siendo la devastación de bosques, erosión, sequías, así como el exceso de lluvias que contrajo grandes inundaciones y, por consiguiente, la aparición de crisis en transporte humano y de mercancías, hambre, epidemias aunado a la escases de productos de subsistencia. Sólo las creencias milagrosas-Virgen de Guadalupe- se encaminaban a contrarrestar estos grandes males.

 

La Plaza Mayor, también sirvió de espacio para las celebraciones lúdicas y religiosas. Diría Rubial…” con la fiesta se aseguraba la permanencia de las masas urbanas dentro del orden jerárquico considerado como sagrado, además del entretenimiento y la distracción”. En donde la Iglesia y el Estado, eran los más interesados en la conservación del orden social fungiendo como los dos principales promotores de fiestas y celebraciones públicas. Así las fiestas civiles y sagradas como las corridas de toros en conjunto con las múltiples procesiones, servirían de ejemplo de lo previo enunciado.

 

Otro aspecto esencial fue la reconstrucción y mantenimiento de la Plaza Mayor, este resultaba ser un espacio significativo tanto para las autoridades como para la población en general.  Así las acciones de limpieza, construcción de drenajes, alumbrado público, desazolve de acequias, empedramiento de la plaza, reubicación de mercados, desagüe y construcción de banquetas fueron actividades que enaltecían el valor ideológico del lugar.


Ya en el siglo XIX este espacio vacío, idílico y sin gente, busca su reivindicación indígena debido a los descubrimientos recientes de la Piedra de los Sacrificios o el Calendario Azteca, y la Coatlicue, diosa de la fertilidad. La clase ilustrada anhelaba el resurgimiento de la identidad nacional. Rubial comentaba…” El Siglo de las luces […] los veía como monumentos de la antigüedad mexicana, como manifestaciones de una cultura que merecía ser conocida […] una larga distancia se había recorrido desde la destrucción de ídolos practicada por Cortés en esa misma plaza y esta actitud de conservación y de orgullo […] espacio que refleja la complejidad social y cultural de un país mestizo”.

 

Las dos centurias posteriores, consolidan a la Plaza Mayor, como una gran plancha de concreto en donde emergen y se testifican los anhelos de identidad, la redención de la historia social del México antiguo y actual. La ideología reciente del pueblo mexicano reclama la resurrección del dios Huitzilopochtli, como símbolo de poderío y acompañamiento.

 

Fuentes.

 

Rubial García, Antonio. “De la visión retórica a la visión crítica. La plaza mayor en las crónicas virreinales”, en Destiempos, núm. 14, 2008, pp. 413-429.

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