El gobierno en turno tiene que valerse de sus herramientas para contrarrestar lo anterior y retomar el control de la situación. La Plaza Mayor no es la excepción, los levantamientos sociales motivados por la escasez de grano, pérdida de cosechas, prohibición de vender mercancías y el alza de artículos básicos se lanzan contra el gobierno, y este con mano dura, mitiga dichas rebeliones.
A inicios
del siglo XVI, en el México antiguo, caracterizado por la llegada de los
españoles y su deseo apremiante de conocer y conquistar los dominios mexicas,
la expedición al altiplano central mexicano resulta inminente y la cañada,
creada por los dos grandes colosos montañosos conocidos como el Popocatépetl
e Iztaccíhuatl, servirá de tránsito para lograr su cometido. Espacio
elevado en donde Bernal Díaz de Castillo en su “Historia verdadera de la conquista
de la Nueva España”, comentaba la admiración que sus compatriotas
manifestaron cuando visualizaron en el horizonte a la gran urbe conocida como México-Tenochtitlan,
resultándoles extraño que una ciudad estuviera construida en el centro de un
gran lago.
El
contubernio español e indígena-enemigos de los mexicas-, propiciaron que para el
13 de agosto de 1521, la invasión española se concretara manifestándose el
ocaso del gran imperio mexica. Así el quehacer conquistador, destruye
los templos de oración de la Gran Tenochtitlan y gradualmente empieza a
permear o sustituir este espacio con estilos medievalistas. Así la Plaza Mayor,
que en el periodo prehispánico estuvo caracterizado por el esplendor de sus
pirámides, mercados y calzadas ahora estará habitada, según el cronista
sacerdote Francisco Cervantes Salazar, por instituciones civiles, eclesiásticas
y académicas.
Será
pertinente detenerse un momento y dirigir la atención al Templo Mayor, siendo
una majestuosa construcción piramidal, en donde se rendía culto al dios Huitzilopochtli,
patrono de los mexicas y máximo representante del sol y la guerra. Gran
divinidad que simbolizó el poderío e identidad azteca, y que aun en nuestros
días su influencia prevalece en las entrañas de los mexicanos, como un gran
representante de la redención y justicia.
Siguiendo
la redacción de nuestro cronista, el comercio fue otra actividad que se
desarrolló en la Plaza Mayor, la venta de productos de la tierra que
allí confluían lo atestiguan. ¿Y qué decir del aspecto social? Estaba
conformado por encomenderos, frailes e indios nobles, burócratas, mercaderes,
terratenientes, clérigos seculares y nuevas órdenes religiosas, así como
personas de distintas nacionalidades, debido a la migración, convirtiéndola en
un espacio cosmopolita.
En
toda ciudad suceden aspectos sociales y naturales que irrumpen,
trastocan la vida de las personas. El gobierno en turno tiene que valerse de
sus herramientas para contrarrestar lo anterior y retomar el control de la
situación. La Plaza Mayor no es la excepción, los levantamientos
sociales motivados por la escasez de grano, pérdida de cosechas, prohibición de
vender mercancías y el alza de artículos básicos se lanzan contra el gobierno, y
este con mano dura, mitiga dichas rebeliones. También la zona lacustre y
montañosa fueron otros factores naturales que afectaron a la Plaza Mayor,
por su mala planeación después de la Conquista. Siendo la devastación de
bosques, erosión, sequías, así como el exceso de lluvias que contrajo grandes
inundaciones y, por consiguiente, la aparición de crisis en transporte humano y
de mercancías, hambre, epidemias aunado a la escases de productos de
subsistencia. Sólo las creencias milagrosas-Virgen de Guadalupe- se
encaminaban a contrarrestar estos grandes males.
La
Plaza Mayor, también sirvió de espacio para las celebraciones lúdicas y
religiosas. Diría Rubial…” con la fiesta se aseguraba la permanencia de las
masas urbanas dentro del orden jerárquico considerado como sagrado, además del
entretenimiento y la distracción”. En donde la Iglesia y el Estado,
eran los más interesados en la conservación del orden social fungiendo como los
dos principales promotores de fiestas y celebraciones públicas. Así las fiestas
civiles y sagradas como las corridas de toros en conjunto con las múltiples
procesiones, servirían de ejemplo de lo previo enunciado.
Otro
aspecto esencial fue la reconstrucción y mantenimiento de la Plaza Mayor,
este resultaba ser un espacio significativo tanto para las autoridades como
para la población en general. Así las acciones
de limpieza, construcción de drenajes, alumbrado público, desazolve de
acequias, empedramiento de la plaza, reubicación de mercados, desagüe y
construcción de banquetas fueron actividades que enaltecían el valor ideológico
del lugar.
Ya
en el siglo XIX este espacio vacío, idílico y sin gente, busca su
reivindicación indígena debido a los descubrimientos recientes de la Piedra
de los Sacrificios o el Calendario Azteca, y la Coatlicue, diosa de
la fertilidad. La clase ilustrada anhelaba el resurgimiento de la
identidad nacional. Rubial comentaba…” El Siglo de las luces […] los veía
como monumentos de la antigüedad mexicana, como manifestaciones de una cultura
que merecía ser conocida […] una larga distancia se había recorrido desde la
destrucción de ídolos practicada por Cortés en esa misma plaza y esta actitud
de conservación y de orgullo […] espacio que refleja la complejidad
social y cultural de un país mestizo”.
Las
dos centurias posteriores, consolidan a la Plaza Mayor, como una gran plancha
de concreto en donde emergen y se testifican los anhelos de identidad, la
redención de la historia social del México antiguo y actual. La ideología
reciente del pueblo mexicano reclama la resurrección del dios Huitzilopochtli,
como símbolo de poderío y acompañamiento.
Fuentes.
Rubial García,
Antonio. “De la visión retórica a la visión crítica. La plaza mayor en las
crónicas virreinales”, en Destiempos,
núm. 14, 2008, pp. 413-429.