Mario Enrique Fuente Cid (ENAH)
Correo: fcidme@hotmail.com
La Arqueología nacionalista suele presentarse mediante discursos sólidos, pero no siempre reflejan la complejidad de la Historia. Muchas de las ideas que damos por sentadas son el resultado de debates, investigaciones y, a veces, imposiciones políticas.
La historia de
los olmecas, no solo trata sobre lo que alguien puede decir de esta cultura,
también sobre la construcción de nuestro conocimiento sobre ellos. Los olmecas
no fueron “descubiertos”, en el sentido literal de la palabra, es decir, no
llegaron a los investigadores con una etiqueta que dijera: “soy una escultura
olmeca” o “soy una ciudad olmeca”. En cambio, fue en las investigaciones donde,
a lo largo del tiempo, se definió lo que hoy conocemos como la cultura olmeca.
Desde
el siglo XIX, se han hallado piezas y restos arqueológicos, como las famosas
cabezas colosales. Sin embargo, en sus inicios, no se hablaba de una cultura
olmeca, sino de sitios específicos como Tres Zapotes o La Venta. Con el tiempo
y con el avance de la arqueología en México, los estudios comenzaron a
relacionar estos hallazgos con una misma tradición cultural. Fue en 1928 cuando
el investigador Ignacio Marquina propuso el término “olmeca” basándose en
menciones históricas de la época colonial, aunque no había certeza de que estos
“olmecas históricos” fueran los mismos que dejaron los restos arqueológicos.
El proceso de definir la cultura olmeca
fue complejo. En 1942, en una mesa redonda en Palenque, se intentó usar el
término Tenocelome (que supuestamente significaba “los de las bocas de
jaguar”), pero no tuvo éxito. Finalmente, el término “olmeca” quedó establecido
para referirse a esta civilización, aunque hoy en día sabemos que se trata de
una categoría creada por investigadores y no de un nombre que los propios
olmecas usaran.
Un
punto clave en la construcción de la identidad olmeca fue la contribución de
Miguel Covarrubias en las décadas de 1930 y 1940. Aunque no era arqueólogo,
realizó dibujos y copias de piezas olmecas, notando similitudes en su estilo.
Así nació el concepto de “estilo olmeca”, que ayudó a agrupar los hallazgos.
Covarrubias también observó conexiones entre las piezas olmecas y otras
culturas mesoamericanas, lo que llevó a la idea de que los olmecas fueran
considerados la “cultura madre” de Mesoamérica. Más tarde, los estudios
científicos confirmaron que la civilización olmeca fue anterior a muchas otras,
reforzando esta noción.
Sin
embargo, hoy sabemos que la idea de una “cultura madre” es más un símbolo
nacionalista que una realidad arqueológica. Las investigaciones han demostrado
que cada cultura mesoamericana tuvo su propio desarrollo, aunque existieron
contactos entre ellas. También se ha cuestionado la idea del “estilo olmeca”,
ya que los procesos culturales son más complejos de lo que una sola categoría
puede abarcar.
Otro
punto de debate ha sido su alimentación. Durante mucho tiempo, se creyó que el maíz
era su cultivo principal, pero estudios recientes sugieren que su dieta estaba
basada en la yuca y otros productos. Además, algunas interpretaciones icónicas,
como la idea de los “hombres jaguar”, han sido puestas en duda. Con el tiempo
se ha hecho más evidente que estos “Olmecas imaginarios” de 1940 poco tienen
que ver con los “olmecas reales” de las investigaciones más recientes.
Frente
a estos nuevos descubrimientos, surge la pregunta: ¿cómo divulgar esta
información al público? La Arqueología nacionalista suele presentarse mediante
discursos sólidos, pero no siempre reflejan la complejidad de la Historia.
Muchas de las ideas que damos por sentadas son el resultado de debates,
investigaciones y, a veces, imposiciones políticas.
Es
crucial que, al hablar de los olmecas, por ejemplo, no solo expliquemos qué
sabemos, también cómo llegamos a esas conclusiones. La Historia no es un relato
dado, sino un campo en constante evolución, donde las hipótesis y teorías deben
revisarse a medida que surgen nuevas evidencias. La Divulgación de la Historia
debe atender estas construcciones. Comprender esto nos permite acercarnos al
conocimiento de manera más crítica y abierta, sin miedo a cuestionar lo que
antes se consideraba indiscutible.
Referencias:
Bonifaz Nuño, Rubén. 1988.
“Los
olmecas no son jaguares.”
Chicomóztoc.
Boletín del Seminario de Estudios para la Descolonización de México 1: 51-66.
González
Mello, Renato. 2020.
“Los
olmecas, Covarrubias y las ideas modernistas sobre el estilo.”
Anales
del Instituto de Investigaciones Estéticas 42 (116, supl. 1).
Hernández
Lara, Luis Fernando. 2016.
“Huellas
químicas de la alimentación olmeca: El chile y sus biomarcadores en San
Lorenzo, Veracruz.”
Tesis
de licenciatura en Antropología, Universidad de las Américas Puebla.
López
Hernández, Haydeé. 2018.
En
busca del alma nacional: La arqueología y la construcción de la historia
nacional en México.
Ciudad de México: Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).