En lugar de permitir la división, debemos unirnos en torno a la causa común de elegir al director que mejor represente los valores y objetivos de la ENAH. Esto solo es posible si mantenemos un ambiente de respeto y tolerancia, donde las ideas y propuestas se evalúen por su mérito y no por la identidad de quienes las expresan.
La
Importancia de un Dialogo Saludable en la ENAH
En
estos tiempos de coyuntura académica y democrática, la Escuela Nacional de
Antropología e Historia (ENAH) se encuentra inmersa en un importante proceso de
elección de su nuevo director. Este ejercicio, que debería ser un ejemplo de
deliberación y diversidad de ideas, lamentablemente, ha estado tratado por
discursos de odio que generan polarización, división y desinformación en
nuestra comunidad.
La
ENAH es un lugar donde la pluralidad de pensamiento debería ser celebrada,
donde las voces diversas y las perspectivas diferentes enriquecen nuestro
entorno académico. Sin embargo, en ocasiones, ciertos actores han empleado
discursos de odio como una herramienta para promover sus agendas, olvidando que
el respeto y la empatía son fundamentales en cualquier diálogo constructivo.
El
discurso de odio se manifiesta de diversas formas. Puede ser la descalificación
de las opiniones ajenas, la promoción de estereotipos perjudiciales, la
creación de narrativas que dividen en lugar de unir, o la difusión de
información falsa con el propósito de desacreditar a otros. Todas estas formas
de discurso de odio dañan y degradan la base de la comunidad académica,
debilitando nuestra capacidad de llegar a consensos y de colaborar en la
búsqueda del bienestar común.
Como
suele suceder en la mayoría de los espacios universitarios, los personajes que
suelen armar, enarbolar y reproducir estas narrativas que polarizan, lo hacen
abusando de la inquietud de los sectores más jóvenes de nuestra comunidad,
abusando también de un ambiente para debatir ideas y proyectos, convirtiéndolo
en su laboratorio para tergiversarlos y disfrazarlos de una supuesta opinión
critica. Hablamos aquí de una minoría que alimenta ruidosamente la
inestabilidad entre miembros de la comunidad.
Me
parece que, como miembros de la ENAH, hagamos un llamado a la reflexión y a la
ubicación de estos discursos perjudiciales. Reconocer el impacto negativo que
tienen en nuestra comunidad es el primer paso para combatirlos. Debemos
recordar que la crítica y el debate son esenciales en una sociedad democrática,
pero estos deben ser llevados a cabo con respeto y responsabilidad. La
reproducción de discursos ruidosos sin someterlos a critica resulta en mera
anestesia discursiva.
Es
responsabilidad de todos y todas no solo rechazar los discursos de odio, sino
también informarnos de manera adecuada y señalarlos cuando los encontremos.
Debemos cuestionar la información que recibimos, verificar su veracidad y no
caer en la trampa de la desinformación. La verdad y la honestidad deben ser pilares
en este proceso de elección.
En
lugar de permitir la división, debemos unirnos en torno a la causa común de
elegir al director que mejor represente los valores y objetivos de la ENAH.
Esto solo es posible si mantenemos un ambiente de respeto y tolerancia, donde
las ideas y propuestas se evalúen por su mérito y no por la identidad de
quienes las expresan.
Advertimos
que, la ponderación de estas practicas capciosas puede tener consecuencias
negativas para la ENAH. En primer lugar, se vería reflejado en la división en
nuestra comunidad, trayendo consigo desinformación y desconfianza; hablamos
también del advenimiento de una escasez de propuestas constructivas, con esto
corremos el riesgo de ignorar los problemas reales de nuestra institución,
olvidando también que se propongan soluciones efectivas.
Vemos
también un impacto negativo en la reputación de la ENAH, ya que, si se
privilegian los discursos de odio y polarización, la escuela podría ser una
institución descartable a la hora de que nuevos académicos quieran aportar con
su conocimiento en nuestras aulas y también dejaría de ser una opción para
miles de jóvenes que aspiran a estudiar una licenciatura dentro de las ciencias
antropológicas e históricas.
El
futuro de nuestra ENAH depende de nuestra capacidad para superar la
polarización y trabajar juntos en pro del progreso académico y social. Combatir
los discursos de odio es un paso fundamental en este camino. Juntos, podemos
construir una comunidad más fuerte y solidaria, que refleje verdaderamente los
ideales de la antropología y la historia.