Elecciones ENAH - Discusión estudiantil sobre las elecciones aporte de Luis Daniel Miranda García

 

En lugar de permitir la división, debemos unirnos en torno a la causa común de elegir al director que mejor represente los valores y objetivos de la ENAH. Esto solo es posible si mantenemos un ambiente de respeto y tolerancia, donde las ideas y propuestas se evalúen por su mérito y no por la identidad de quienes las expresan.

La Importancia de un Dialogo Saludable en la ENAH


En estos tiempos de coyuntura académica y democrática, la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) se encuentra inmersa en un importante proceso de elección de su nuevo director. Este ejercicio, que debería ser un ejemplo de deliberación y diversidad de ideas, lamentablemente, ha estado tratado por discursos de odio que generan polarización, división y desinformación en nuestra comunidad.


La ENAH es un lugar donde la pluralidad de pensamiento debería ser celebrada, donde las voces diversas y las perspectivas diferentes enriquecen nuestro entorno académico. Sin embargo, en ocasiones, ciertos actores han empleado discursos de odio como una herramienta para promover sus agendas, olvidando que el respeto y la empatía son fundamentales en cualquier diálogo constructivo.


El discurso de odio se manifiesta de diversas formas. Puede ser la descalificación de las opiniones ajenas, la promoción de estereotipos perjudiciales, la creación de narrativas que dividen en lugar de unir, o la difusión de información falsa con el propósito de desacreditar a otros. Todas estas formas de discurso de odio dañan y degradan la base de la comunidad académica, debilitando nuestra capacidad de llegar a consensos y de colaborar en la búsqueda del bienestar común.


Como suele suceder en la mayoría de los espacios universitarios, los personajes que suelen armar, enarbolar y reproducir estas narrativas que polarizan, lo hacen abusando de la inquietud de los sectores más jóvenes de nuestra comunidad, abusando también de un ambiente para debatir ideas y proyectos, convirtiéndolo en su laboratorio para tergiversarlos y disfrazarlos de una supuesta opinión critica. Hablamos aquí de una minoría que alimenta ruidosamente la inestabilidad entre miembros de la comunidad.


Me parece que, como miembros de la ENAH, hagamos un llamado a la reflexión y a la ubicación de estos discursos perjudiciales. Reconocer el impacto negativo que tienen en nuestra comunidad es el primer paso para combatirlos. Debemos recordar que la crítica y el debate son esenciales en una sociedad democrática, pero estos deben ser llevados a cabo con respeto y responsabilidad. La reproducción de discursos ruidosos sin someterlos a critica resulta en mera anestesia discursiva.


Es responsabilidad de todos y todas no solo rechazar los discursos de odio, sino también informarnos de manera adecuada y señalarlos cuando los encontremos. Debemos cuestionar la información que recibimos, verificar su veracidad y no caer en la trampa de la desinformación. La verdad y la honestidad deben ser pilares en este proceso de elección.


En lugar de permitir la división, debemos unirnos en torno a la causa común de elegir al director que mejor represente los valores y objetivos de la ENAH. Esto solo es posible si mantenemos un ambiente de respeto y tolerancia, donde las ideas y propuestas se evalúen por su mérito y no por la identidad de quienes las expresan.


Advertimos que, la ponderación de estas practicas capciosas puede tener consecuencias negativas para la ENAH. En primer lugar, se vería reflejado en la división en nuestra comunidad, trayendo consigo desinformación y desconfianza; hablamos también del advenimiento de una escasez de propuestas constructivas, con esto corremos el riesgo de ignorar los problemas reales de nuestra institución, olvidando también que se propongan soluciones efectivas.


Vemos también un impacto negativo en la reputación de la ENAH, ya que, si se privilegian los discursos de odio y polarización, la escuela podría ser una institución descartable a la hora de que nuevos académicos quieran aportar con su conocimiento en nuestras aulas y también dejaría de ser una opción para miles de jóvenes que aspiran a estudiar una licenciatura dentro de las ciencias antropológicas e históricas.


El futuro de nuestra ENAH depende de nuestra capacidad para superar la polarización y trabajar juntos en pro del progreso académico y social. Combatir los discursos de odio es un paso fundamental en este camino. Juntos, podemos construir una comunidad más fuerte y solidaria, que refleje verdaderamente los ideales de la antropología y la historia.

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