Es precisamente saber que la realidad cambia, y lo puede hacer para bien, lo que me motiva a seguir haciendo de la Historia un lugar ante la distopía. Eso me ha llevado a pensar en la esperanza histórica. Pues, qué sentido tendría entonces estudiar una disciplina muerta y rígida.
Llegan esas semanas del año en las
que durante mis trayectos en transporte público se atraviesan los meses
pasados. Voltear atrás y pensar en ello me torna nostálgico. Así, he caído en
cuenta de lo especial que fue esta temporada para hacer crecer desde el corazón
una de mis grandes pasiones: la Historia.
Ese gran amor me ha llevado a lugares
improbables. Ahora quiero hacer algunas anotaciones sobre lo aprendido. Tómese
esto como el inicio de un diálogo con mis propias experiencias, pensadas al pie
de varias carreteras.
En primer lugar, descubrí la
necesidad de una Historia viva. Es decir, aquella comprometida con el tiempo
presente y la construcción de futuro. Viniendo de una frontera doliente como
Ciudad Juárez esto se vuelve urgente, lo cual aplica para toda América Latina.
Por lo cual ha crecido un compromiso desde mi trinchera histórica, donde reside
una gran esperanza.
Es precisamente saber que la realidad cambia, y lo puede hacer para bien, lo que me motiva a seguir haciendo de la Historia un lugar ante la distopía. Eso me ha llevado a pensar en la esperanza histórica. Pues, qué sentido tendría entonces estudiar una disciplina muerta y rígida.
Déjenme explicar un poco más esto
último. Cuando empezamos con la divulgación y educación, desde el año pasado,
teníamos una estrella como guía: una Historia comprometida con su tiempo.
A lo largo del camino, hemos ido
aprendiendo estrategias y formas de trabajar. Y una de ellas es el entender que
la Historia, como ciencia social, debe ser “sembrada” en comunidad para
convertirse en práctica cotidiana. Es decir, que tenga una utilidad para
nuestras vidas.
Si bien aprender las efemérides y
acontecimientos puede ser bonito, no es suficiente. En realidad, queremos que
las metodologías, técnicas y herramientas dadas por esta ciencia social puedan
ser de un uso amplio y consciente.
Que la Historia sirva de verdad para
impulsar las reflexiones en torno a las injusticias y opresión en esta era
capitalista. Por ende, una profesión que nos lleve a tomar acciones directas en
el presente y motivar a quienes nos rodean con esto.
Las nuevas generaciones de
estudiantes de Historia, y de todas las demás ciencias sociales y humanidades,
tienen la responsabilidad de construir una disciplina renovada. Sobre todo,
crítica hacia las Academias y sus podridas prácticas elitistas y agónicas. Eso
les aterra a quienes se sienten dueños del pasado y del presente.
A lo largo del año he confirmado que
hay tanta gente trabajando desde la Historia para construir algo distinto. Por
eso lo aquí vertido son las conclusiones de algo que ya está sucediendo ante
mis ojos. En consecuencia, hay una esperanza histórica que florece por todas
partes.
¡Ánimo camaradas de esta trinchera
que defiende la memoria!
¡Por una Historia viva este 2024!