El amplio acceso a la información que trajo consigo el internet y con ello la aparición de distintas redes sociales que permiten no solo interactuar con las personas en prácticamente todo el mundo, sino también el exponer y compartir toda clase de filias que demuestran la decadencia de la sociedad humana, esto ha convertido a la guerra, a la violencia y a la barbarie en general en un espectáculo enfermizo donde la empatía por el otro ha desaparecido.
“El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.”
Guy Debord
– La Sociedad del Espectáculo.
Seguramente
todos nos hemos imaginado el pasado cuando nuestros padres o abuelos nos
contaban como era el mundo, su mundo, cuando ellos eran jóvenes y con ello
pareciera que la nostalgia también nos absorbe a nosotros y al unisonó de ellos
decimos: “Antes las cosas eran mejores” sin embargo, cuando estudiamos la
historia y la pensamos en el sentido del tiempo, nos damos cuenta que el
transitar de la sociedad humana no es ni cíclica ni lineal, no venimos de un
pasado mejor o peor, sino que nuestra generación es el resultado de unas
relaciones sociales e históricas concretas, las cuales nos orillan a pensarnos
fuera de ellas a través del tiempo, es decir; nos pensamos en un futuro “mejor”
o anhelamos el haber nacido en el pasado.
La
cuestión y el debate se cierne si los instrumentos de dominación del capital
son efectivos en cuanto si estos son capaces de construir el ideal y caduco
mundo con el que sueñan. Como resultado de la puesta en escena y practica de la
ideología tenemos el mismo mundo que nuestros padres o abuelos tuvieron entre
sus manos, un mundo privatizado por la guerra, el despojo, la violencia y la
explotación, estos convertidos como en modelos de vida que atraviesan en su
totalidad a los sujetos y los moldea según sus intereses, esta ruptura del
sujeto nos refleja en el espejo como fragmentos que devienen en productores y
consumidores cosificados y encadenados a la inversión del mundo “libre y
democrático”.
El
amplio acceso a la información que trajo consigo el internet y con ello la
aparición de distintas redes sociales que permiten no solo interactuar con las
personas en prácticamente todo el mundo, sino también el exponer y compartir
toda clase de filias que demuestran la decadencia de la sociedad humana, esto
ha convertido a la guerra, a la violencia y a la barbarie en general en un
espectáculo enfermizo donde la empatía por el otro ha desaparecido plenamente
(véase las grabaciones de ejecuciones, ataques con drones, masacres, etc.),
esto claramente tiene una connotación política en tanto esto se usa como
propaganda a favor de una u otra forma de las fuerzas que dominan la sociedad y
el mundo, teniendo como resultado la desviación absoluta del sentido y la razón
del sujeto en torno a su enajenación y aceptación de un mundo sumido en la más
oscura distopia jamás imaginada.
En el
panorama de lo “real” el mundo y las personas, devenidos en consumidores, son
bombardeados por oleadas de imágenes y discursos que nos llevan a sentirnos
ajenos a los niños de Gaza bajo los escombros de las bombas sionistas, a los
miles de jóvenes del campo mexicano que son enrolados en los ejércitos
paramilitares y son enviados al matadero, a los migrantes que no solo su futuro
es incierto sino también son víctimas de la ralea racista y xenófoba, estos
escenarios los tenemos presentes más allá de nuestra voluntad en la televisión,
redes sociales, radio y todos los medios de comunicación, nosotros somos meros
espectadores en un circo dantesco, en el cual solo deseamos que nuestra suerte
no nos levante de nuestros cómodos asientos y nos lleve a protagonizar la
próxima desgracia puesta en escena. El proyecto filosófico que supuso al
individuo como sujeto de derechos ha colapsado, la individualización del sujeto
y su fragmentación ha logrado situar al individuo como algo ajeno a la
historia, expulsándolo hacia el limbo de los tiempos, en el cual no hay
responsabilidad, no hay sentido.