Hacia la borda de la historia - Terminó la Historia; que continúe el espectáculo por Emmanuel Camacho Luna



El amplio acceso a la información que trajo consigo el internet y con ello la aparición de distintas redes sociales que permiten no solo interactuar con las personas en prácticamente todo el mundo, sino también el exponer y compartir toda clase de filias que demuestran la decadencia de la sociedad humana, esto ha convertido a la guerra, a la violencia y a la barbarie en general en un espectáculo enfermizo donde la empatía por el otro ha desaparecido.

“El espectáculo es el heredero de toda la debilidad del proyecto filosófico occidental que fue una comprensión de la actividad dominada por las categorías del ver, de la misma forma que se funda sobre el despliegue incesante de la racionalidad técnica precisa que parte de este pensamiento. No realiza la filosofía, filosofiza la realidad. Es vida concreta de todos lo que se ha degradado en universo especulativo.” 

Guy Debord – La Sociedad del Espectáculo.


Seguramente todos nos hemos imaginado el pasado cuando nuestros padres o abuelos nos contaban como era el mundo, su mundo, cuando ellos eran jóvenes y con ello pareciera que la nostalgia también nos absorbe a nosotros y al unisonó de ellos decimos: “Antes las cosas eran mejores” sin embargo, cuando estudiamos la historia y la pensamos en el sentido del tiempo, nos damos cuenta que el transitar de la sociedad humana no es ni cíclica ni lineal, no venimos de un pasado mejor o peor, sino que nuestra generación es el resultado de unas relaciones sociales e históricas concretas, las cuales nos orillan a pensarnos fuera de ellas a través del tiempo, es decir; nos pensamos en un futuro “mejor” o anhelamos el haber nacido en el pasado.


En dicho ejercicio de pensarnos en el pasado, los más viejos ciertamente dicen que lo que hoy se ve, no se veía en sus tiempos, esto refiriéndose a un presente sobre saturado de imágenes, información y discursos que más allá de informar o hacernos conocedores de los “acontecimientos”, cumplen una función propagandística en dos sentidos: apologista y preventiva. La propaganda en el sentido de un mundo totalitario en el cual  entre los individuos y el colectivo no hay posibilidad alguna de escape a su total cosificación, nos presenta (la propaganda) mediante los discursos la proclamación continua de la irrealidad conversa a la realidad, a las imágenes como la representación impuesta de un mundo ideal en un mundo des idealizado y ofrece como información al viejo compañero de la ciencia ideologizada, al agridulce positivismo, como único referente de la verdad.


La cuestión y el debate se cierne si los instrumentos de dominación del capital son efectivos en cuanto si estos son capaces de construir el ideal y caduco mundo con el que sueñan. Como resultado de la puesta en escena y practica de la ideología tenemos el mismo mundo que nuestros padres o abuelos tuvieron entre sus manos, un mundo privatizado por la guerra, el despojo, la violencia y la explotación, estos convertidos como en modelos de vida que atraviesan en su totalidad a los sujetos y los moldea según sus intereses, esta ruptura del sujeto nos refleja en el espejo como fragmentos que devienen en productores y consumidores cosificados y encadenados a la inversión del mundo “libre y democrático”.


El amplio acceso a la información que trajo consigo el internet y con ello la aparición de distintas redes sociales que permiten no solo interactuar con las personas en prácticamente todo el mundo, sino también el exponer y compartir toda clase de filias que demuestran la decadencia de la sociedad humana, esto ha convertido a la guerra, a la violencia y a la barbarie en general en un espectáculo enfermizo donde la empatía por el otro ha desaparecido plenamente (véase las grabaciones de ejecuciones, ataques con drones, masacres, etc.), esto claramente tiene una connotación política en tanto esto se usa como propaganda a favor de una u otra forma de las fuerzas que dominan la sociedad y el mundo, teniendo como resultado la desviación absoluta del sentido y la razón del sujeto en torno a su enajenación y aceptación de un mundo sumido en la más oscura distopia jamás imaginada.


En el panorama de lo “real” el mundo y las personas, devenidos en consumidores, son bombardeados por oleadas de imágenes y discursos que nos llevan a sentirnos ajenos a los niños de Gaza bajo los escombros de las bombas sionistas, a los miles de jóvenes del campo mexicano que son enrolados en los ejércitos paramilitares y son enviados al matadero, a los migrantes que no solo su futuro es incierto sino también son víctimas de la ralea racista y xenófoba, estos escenarios los tenemos presentes más allá de nuestra voluntad en la televisión, redes sociales, radio y todos los medios de comunicación, nosotros somos meros espectadores en un circo dantesco, en el cual solo deseamos que nuestra suerte no nos levante de nuestros cómodos asientos y nos lleve a protagonizar la próxima desgracia puesta en escena. El proyecto filosófico que supuso al individuo como sujeto de derechos ha colapsado, la individualización del sujeto y su fragmentación ha logrado situar al individuo como algo ajeno a la historia, expulsándolo hacia el limbo de los tiempos, en el cual no hay responsabilidad, no hay sentido.


 

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