Pude sentir como al entrar cada obra susurraba o gritaba, pero ninguna era indiferente ante la realidad.
Como estudiante de Historia tengo un profundo interés por dejar testimonio de aquellos acontecimientos que ya son parte de nuestro devenir y más cuando se trata de mi terruño. Por esa razón tomé la línea verde del metro, el pasado 8 de febrero del 2024, me bajé justo en el metro Juárez para caminar hacia la colonia de mismo nombre. Topándome con que el arte fronterizo invadió el esqueleto de un restaurante de la capital Chilanga, justo sobre Marsella 11.
No se tome de ninguna manera mi testimonio como critica del
arte ni mucho menos, más bien como el recuento de quien considera esto parte de
la historia del arte en Juaritos Town. Al entrar pude reconocer pronto algunos
nombres de quienes participan. Luego
noté un texto introductorio de la curadora de la exposición, Alejandra Aragón.
Se explica que dichas palabras no corresponden a un texto de sala, pues el
espacio no es una galería. Al mismo tiempo que se da una crítica al centralismo
de la creación institucional que ha afectado a quienes se encuentran fuera de
dichas estructuras.
Con más de 30 artistas participando las temáticas fueron tan
variadas, pero siguiendo un eje que considero es la experiencia fronteriza.
Experiencia representada con todas sus cicatrices, arrugas y huellas a través
de las diversas creaciones que dan cuenta de ese rincón del universo. Un gran
esfuerzo fue el del equipo organizador pode traer desde cerámica, maquetas,
cuadros y textiles desde donde dobla el río a la Tenochtitlan de cemento.
Definitivamente no pude dejar de sentir orgullo por
aquellos nombres que reconocía, pero también la sorpresa de quienes no tenía
idea. Como foráneo en la capital me pareció estruendoso que la frontera norte
llegara sin preguntar y se instalase a pesar de los reproches de puritanos del
arte. Pues hay quienes todavía creen que lo único bueno viene desde el centro.
Es de esa manera, que se emprende un diálogo y se alzan cuestiones vitales
sobre el arte y desde dónde nace.
Cada artista con su estilo único me hizo adentrarme en un
caleidoscopio de mi propia ciudad. Replantearme algunas cosas e imaginar
pasados, presentes y futuros que atraviesan la historia de ese lugar que el
capitalismo ha herido. Por eso, no puedo pasar por alto lo ocurrido en medio de
la colonia Juárez. Pude sentir como al entrar cada obra susurraba o gritaba,
pero ninguna era indiferente ante la realidad.
Y ahí entendí como nuestra historia, la de esa ciudad barrida
por las balas, ha hecho al arte algo urgente. Fueron pocos los días de su
montaje, sin embargo, creo que su impacto ya trascendió. No ya por las instagram stories o las publicaciones de
Facebook. Sino por el hecho mismo de
ser un evento que quedará resguardado por la memoria de quienes buscan otra
forma de vida. Que el olvido no alcance nunca estos esfuerzos y trincheras.
O mejor dicho en palabras de su curadora:
“Venimos de una ciudad del futuro distópico, pero creamos armaduras, pequeños oasis, hogares de escarabajos y santos que nos protegen para construir un presente siempre inasible pero esperanzador”.