La cantidad de imágenes religiosas y objetos ornamentales me hacían imaginar alguna de las grandes casonas del Centro Histórico de la Ciudad de México decorada en tonos lúgubres y solmenes.
Mientras
comienzo a escribir esto observo mi alrededor, estoy en mi habitación, una
pared verde musgo contrasta suavemente con la luz cálida de mi lámpara, mi
librero un tanto desordenado, un pequeño televisor sobre la pared. Los objetos
que me rodean tiene cada uno su propia razón de ser, más allá de mis
motivaciones para adquirirlos, algo me representan, algo dicen de mi historia.
Parecido pensaba cuando leía en los documentos antiguos sobre los objetos que
poseían en sus casas algunos personajes en la Nueva España ¿Qué decían estos
objetos sobre su época y su vida cotidiana? Permítanme platicarles:
Hace
unos años comencé a asistir a la doctora Guillermina del Valle Pavón, una
investigadora pionera en la historia de la fiscalidad y las redes de negocios
en la Nueva España. Dentro de las tareas que me encomendaba se encontraba hacer
la paleografía de un tipo de documentos bastante particulares llamados
“Inventarios y aprecios de bienes”. Este tipo de documentos resultaban muy
importantes pues permitían saber a grandes rasgos el capital que poseía una
persona, a quién se heredarían y quienes podrían venderlos para llevar a cabo
algún fin determinado por la persona a quienes pertenecían.
Algo
que me parecía muy interesante es que los inventarios que tuve oportunidad de
transcribir se referían a los bienes pertenecientes a grandes mercaderes de
plata y banqueros de finales del siglo XVII, los cuales estaban organizados en
el Consulado de Mercaderes de México que más que una simple organización
mercantil, constituía una red de negocios ilícitos y relaciones de poder que
involucraban incluso a virreyes y arzobispos, como lo ha estudiado ampliamente la
doctora del Valle Pavón. Siendo quienes
eran, estos mercaderes poseían grandes fortunas que se pueden ver reflejadas en
los vastos inventarios que se hicieron cuando estos fallecían. Recuerdo con
asombro el primero que trascribí, titulado Inventario y aprecio de los
bienes del capitán Dámaso de Saldívar.
Este
personaje había ocupado el cargo más importante del Consulado y había sido un
importante mercader de plata hasta su muerte en 1695. Al morir había dejado
entre sus bienes objetos valiosísimos que pueden dar cuenta de su lugar dentro
de una sociedad estamental como la novohispana. Entre sus bienes poseía una
gran cantidad de arte en imágenes religiosas como lienzos, tallas de madera y
objetos de marfil como lo deja ver el siguiente fragmento del inventario:
Una cinta de un santo cristo de poco más
de vara con su cruz de ébano, cantoneras INRI
y potencias de plata con su baldoquín de damasco y franjas doradas sobre
terciopelo encarnado y cortinas de damasco apreciado en cincuenta pesos (f.17v)
Una imagen de nuestra señora de Guadalupe
de dos varas y media con su marco dorado en treinta y cinco pesos (f.17r)
Un niño hecho de bronce de poco más de
tercio vestido de clérigo con peana de tampicirán embutida de hueso en veinte
pesos (f.16v )
La
cantidad de imágenes religiosas y objetos ornamentales me hacían imaginar
alguna de las grandes casonas del Centro Histórico de la Ciudad de México
decorada en tonos lúgubres y solmenes, de entre los que destacaban los
brillantes objetos de plata y bronce que igualmente colgaban de sus paredes.
Difícil es saber el valor cultural que poseían estos objetos, y al parecer el
único que pudo saberlo fielmente y con conocimiento es el personaje que se
encargó de avaluar las obras de arte de este mercader, nada más y nada menos
que el célebre pintor novohispano Juan Correa.
Firma
del pintor Juan Correa
Las
finas telas no podían faltar entre los bienes de un mercader tan acaudalado
como Saldívar. En general los miembros del Consulado de Mercaderes de este
periodo (1670-1705) tuvieron una fuerte relación con el comercio con Filipinas,
de donde exportaban sobre todo marfil y telas finas de las que no solo se
vestían sino que igualmente vestían sus residencias como se puede ver en los
siguientes ítems del inventario ubicados en la foja 21 del expediente:
Dos
sobrecamas de rengue de china azul y verde de tres varas de largo cada uno en
cincuenta pesos ambas
Una
colgadura de cama floreada de china con su sobrecama cielo rodapiés y cortinas
algo maltratadas aforrado en tafetán azul en ochenta pesos
Una
sobrecama de chorreada de china azul y encarnada maltratada en quince pesos.
Sin
embargo lo que más deslumbraba de todo el inventario eran las joyas y alhajas
que portaban las mujeres familiares de este poderoso mercader. La obsesión
hispánica por los metales preciosos se veía reflejado en las alhajas que se
encontraron en la casa familiar de Dámaso de Saldívar como se logra notar en el
siguiente fragmento del inventario:
Ytem
un terno de oro y esmeralda que se compone de una corbata grande, sarcillos con
sus aguacates de esmeralda grandes dos sortijas y dos punzones que todo vale cuatro mil pesos.
Unos
sarcillos con sus broquelitos con diez perlas cada uno y sus calabazas de perla
gruesas en cuatrocientos pesos.
Ytem
un hilo de perlas gruesas netas con sesenta y nueve granos en trescientos
pesos. (f.22v)
Cada
uno de los objetos inventariados dan cuenta del poder y riqueza que durante
años acumuló el capitán Dámaso de Saldívar durante años. Por ello considero que
leer inventarios y aprecios de bienes y nos ayuda a adentrarnos, no solo en la
vida material de la Nueva España, sino en las complejas relaciones y
trayectorias que hacían que un objeto reposara sobre las elegantes paredes de las élites novohispanas.
Te
invito a que me sigas acompañando a leer, transcribir e imaginar ¡Nos vemos en
la próxima!
En testimonio de verdad, hago mi signo.