Leer, Transcribir e Imaginar - Entre sedas, santos y alhajas. Un vistazo a la cultura material en la Nueva España a través de los Inventarios y aprecios de bienes por Alejandro Barrera

Alejandro Barrera (COLMEX-ENAH)


La cantidad de imágenes religiosas y objetos ornamentales me hacían imaginar alguna de las grandes casonas del Centro Histórico de la Ciudad de México decorada en tonos lúgubres y solmenes.


Mientras comienzo a escribir esto observo mi alrededor, estoy en mi habitación, una pared verde musgo contrasta suavemente con la luz cálida de mi lámpara, mi librero un tanto desordenado, un pequeño televisor sobre la pared. Los objetos que me rodean tiene cada uno su propia razón de ser, más allá de mis motivaciones para adquirirlos, algo me representan, algo dicen de mi historia. Parecido pensaba cuando leía en los documentos antiguos sobre los objetos que poseían en sus casas algunos personajes en la Nueva España ¿Qué decían estos objetos sobre su época y su vida cotidiana? Permítanme platicarles:


Hace unos años comencé a asistir a la doctora Guillermina del Valle Pavón, una investigadora pionera en la historia de la fiscalidad y las redes de negocios en la Nueva España. Dentro de las tareas que me encomendaba se encontraba hacer la paleografía de un tipo de documentos bastante particulares llamados “Inventarios y aprecios de bienes”. Este tipo de documentos resultaban muy importantes pues permitían saber a grandes rasgos el capital que poseía una persona, a quién se heredarían y quienes podrían venderlos para llevar a cabo algún fin determinado por la persona a quienes pertenecían. 


Algo que me parecía muy interesante es que los inventarios que tuve oportunidad de transcribir se referían a los bienes pertenecientes a grandes mercaderes de plata y banqueros de finales del siglo XVII, los cuales estaban organizados en el Consulado de Mercaderes de México que más que una simple organización mercantil, constituía una red de negocios ilícitos y relaciones de poder que involucraban incluso a virreyes y arzobispos, como lo ha estudiado ampliamente la doctora del Valle Pavón.  Siendo quienes eran, estos mercaderes poseían grandes fortunas que se pueden ver reflejadas en los vastos inventarios que se hicieron cuando estos fallecían. Recuerdo con asombro el primero que trascribí, titulado Inventario y aprecio de los bienes del capitán Dámaso de Saldívar.


Este personaje había ocupado el cargo más importante del Consulado y había sido un importante mercader de plata hasta su muerte en 1695. Al morir había dejado entre sus bienes objetos valiosísimos que pueden dar cuenta de su lugar dentro de una sociedad estamental como la novohispana. Entre sus bienes poseía una gran cantidad de arte en imágenes religiosas como lienzos, tallas de madera y objetos de marfil como lo deja ver el siguiente fragmento del inventario:


Una cinta de un santo cristo de poco más de vara con su cruz de ébano, cantoneras INRI  y potencias de plata con su baldoquín de damasco y franjas doradas sobre terciopelo encarnado y cortinas de damasco apreciado en cincuenta pesos (f.17v)


Una imagen de nuestra señora de Guadalupe de dos varas y media con su marco dorado en treinta y cinco pesos (f.17r)


Un niño hecho de bronce de poco más de tercio vestido de clérigo con peana de tampicirán embutida de hueso en veinte pesos (f.16v )

 

La cantidad de imágenes religiosas y objetos ornamentales me hacían imaginar alguna de las grandes casonas del Centro Histórico de la Ciudad de México decorada en tonos lúgubres y solmenes, de entre los que destacaban los brillantes objetos de plata y bronce que igualmente colgaban de sus paredes. Difícil es saber el valor cultural que poseían estos objetos, y al parecer el único que pudo saberlo fielmente y con conocimiento es el personaje que se encargó de avaluar las obras de arte de este mercader, nada más y nada menos que el célebre pintor novohispano Juan Correa.



Firma del pintor Juan Correa


Las finas telas no podían faltar entre los bienes de un mercader tan acaudalado como Saldívar. En general los miembros del Consulado de Mercaderes de este periodo (1670-1705) tuvieron una fuerte relación con el comercio con Filipinas, de donde exportaban sobre todo marfil y telas finas de las que no solo se vestían sino que igualmente vestían sus residencias como se puede ver en los siguientes ítems del inventario ubicados en la foja 21 del expediente:


Dos sobrecamas de rengue de china azul y verde de tres varas de largo cada uno en cincuenta pesos ambas


Una colgadura de cama floreada de china con su sobrecama cielo rodapiés y cortinas algo maltratadas aforrado en tafetán azul en ochenta pesos


Una sobrecama de chorreada de china azul y encarnada maltratada en quince pesos.

 

Sin embargo lo que más deslumbraba de todo el inventario eran las joyas y alhajas que portaban las mujeres familiares de este poderoso mercader. La obsesión hispánica por los metales preciosos se veía reflejado en las alhajas que se encontraron en la casa familiar de Dámaso de Saldívar como se logra notar en el siguiente fragmento del inventario:


Ytem un terno de oro y esmeralda que se compone de una corbata grande, sarcillos con sus aguacates de esmeralda grandes dos sortijas y dos punzones  que todo vale cuatro mil pesos.


Unos sarcillos con sus broquelitos con diez perlas cada uno y sus calabazas de perla gruesas en cuatrocientos pesos.


Ytem un hilo de perlas gruesas netas con sesenta y nueve granos en trescientos pesos. (f.22v)

 

Cada uno de los objetos inventariados dan cuenta del poder y riqueza que durante años acumuló el capitán Dámaso de Saldívar durante años. Por ello considero que leer inventarios y aprecios de bienes y nos ayuda a adentrarnos, no solo en la vida material de la Nueva España, sino en las complejas relaciones y trayectorias que hacían que un objeto reposara sobre las elegantes paredes  de las élites novohispanas.


Te invito a que me sigas acompañando a leer, transcribir e imaginar ¡Nos vemos en la próxima!


En testimonio de verdad, hago mi signo. 

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