Pospandémicas - La moral que nos dejó la política en la pandemia por Roger Park Ávila Vera


Muy aparte de que los claros juegos de la política peruana iban desvelando los actos de corrupción del exgobernador regional de Moquegua, Vizcarra terminaría siendo descubierto, junto a Mazetti, en una lista negra: Vacunagate.

La pandemia, como situación excepcional y de emergencia mundial, tiene varias aristas desde las cuales plantearse cuestionamientos morales. En estos momentos nos interesa aquella que termina siendo representativa, aquella que nos incluye y también responsabiliza. Esta es la moral política la cual, de una u otra manera, explica nuestra decepción ante nuestra representación política. Y, aunque muy posiblemente muchos se están identificando, en realidad nos situamos en el caso de Perú.

 

Iniciada la pandemia, pero todavía no declarada el estado de emergencia en el Perú, podemos recordar la lentitud y cuestionabilidad con la cual se fueron tomando algunas decisiones. Teniendo pleno conocimiento que el Covid-19 era un virus en plena propagación y con origen externo al territorio peruano, el cierre de fronteras se hizo esperar dos semanas desde el primer paciente identificado. Y, si bien hoy hay estudios según los cuales identifican esta medida como una decisión que no ayudó ni siquiera parcialmente a evitar la propagación del virus, nuestra primera duda se origina ante la posibilidad de que la toma de decisiones haya estado en función de ciertos intereses económicos. Algunas aerolíneas por ahí. Aunque claramente esto no es lo más representativo de un decaimiento moral en el Perú, sino un punto desde el cual comenzar a preguntarnos si las decisiones tomadas estaban pensadas verdaderamente en cada uno de los peruanos.

 

Las decisiones no eran fáciles. Algunas de estas solamente eran un copia y pega de lo que se hacía en el exterior como es fácil de ver en el clásico retraso al cual estamos acostumbrados los países tercermundistas cuando se intenta replicar, aplicar y alcanzar los estándares, o en este caso medidas de prevención, internacionales. Tal vez entre las más representativas medidas extremas tuvimos el confinamiento, o “aislamiento social obligatorio”, y más tarde una surrealista virtualidad en la educación. Podemos apuntar que existieron otras como el cierre de fronteras, la repatriación, el trabajo remoto, pero, a la vez, nos es posible enfatizar una de esas medidas que tuvo un carácter discursivo interesante: la exhortación hacia la unidad nacional.

 

Esta medida discursiva ante la pandemia se concretó a través de un continuo proceso de publicidad de las autoridades del momento. Martín Vizcarra, presidente de la República del Perú, saldría en señal abierta a comunicarse con sus conciudadanos de forma cada vez más seguida. El objetivo era informar los aconteceres y medidas ante el contexto de la pandemia por coronavirus. Sin embargo, a la vez el mensaje exhortaba al cumplimiento de las medidas restrictivas. Estas al no ser cumplidas a cabalidad, demostraban un desinterés del peruano de a pie por el colectivo. Entonces, el ataque fue frontal. Nuestro presidente de forma directa se dirigiría a cada uno de los peruanos sin importar las diferencias sociales, económicas y de toda índole. Esta medida fue sin ninguna duda aplaudida por una mayoría que apoyaba a un Vizcarra con un ya amplio grado de aceptación por decisiones políticas y confrontativas  anteriores a la pandemia.

 

A esta imagen que reconstruimos, la de un presidente hablando con su pueblo, se le añade la repotenciación de la marca “El Perú primero”. Esta lograba su simbolización a través de una simple expresión: todas las decisiones tomadas son pensadas teniendo como fin el bienestar del país, del pueblo. Además, tenemos el discurso dado por Pilar Mazzetti, quien terminaría siendo Ministra de Salud. La retórica manejada nos pone ante un representado estado de guerra en el cual el enemigo es el coronavirus y nuestro bando somos cada uno de los peruanos.

 

La imagen hasta ahora proyectada parece el ideal, pero la realidad sería otra. Muy aparte de que los claros juegos de la política peruana iban desvelando los actos de corrupción del exgobernador regional de Moquegua, Vizcarra terminaría siendo descubierto, junto a Mazetti, en una lista negra: Vacunagate. El escándalo mediático direccionó su artillería en dos francos, el aspecto moral y los claros actos de corrupción en la administración pública. La idea se sintetiza en la crítica hacia el uso de vacunas en un profundo secretismo y de forma tan anticipada y selectiva por parte del círculo más cercano del presidente. Además, quedaba abierto el cuestionamiento sobre los intereses al pactar con determinado proveedor de la vacuna y el consecuente retraso en comparación con el resto de latinoamérica. La simbólica expresión de “El Perú primero” quedaba deteriorada moralmente y la imagen de los políticos siguió la dirección hacia la decepción ya acostumbrada en los últimos años. 

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