Paulette
Sandoval Chávez (ENAH-UNAM)
Correo:
pausc.eh@gmail.com
La idea y creencia de fantasmas o entidades nocturnas, no es un fenómeno absurdo o anormal, es una intensificación de experiencias que son comunes a todos los seres humanos, experiencias que rodean la muerte y la memoria.
La emoción más antigua y más intensa de la
humanidad es el miedo, y el más antiguo y más intenso de los miedos es el miedo
a lo desconocido.»
H.P Lovecraft. El ser
en el umbral (1928)
El ser
humano siempre ha tenido la inquietud por explicarse todo lo que sucede a su
alrededor, principalmente cuando eso implica misterio y situaciones que no
podemos explicar. Nos resulta fascinante escuchar en reuniones familiares, en
medio de una tormenta, cuando no hay energía eléctrica, alrededor de una fogata
e inclusive en charlas con amistades, relatos con relación a lo sobrenatural.
Se habla de aquella bruja con patas de guajolote que se come a los niños y
termina transformándose en bola de fuego la cual puede verse en los cerros;
sonidos y lamentos en la noche que muchas ocasiones no tienen explicación, pero
que logra estremecernos; historias de criaturas nocturnas que aparecen en los
bosques, en los valles, montes y lugares asolados.
Si nos remontamos 500 años atrás en
un viaje al tiempo, llegaremos a un periodo bastante particular que a muchos
historiadores nos gusta explorar: el siglo XVI. Por fortuna, tenemos la
posibilidad de hacerlo al acercarnos a las fuentes, podemos encontrarnos con una
serie de relatos antiguos que daban referencia a entidades que estremecían a la
sociedad. Tal es el caso del libro V: “que trata de los agüeros y pronósticos…”
del Códice Florentino de fray Bernardino de Sahagún, quien, a
través de sus informantes, expresaron descripciones con referencia a “fantasmas”
o “apariciones”, que definitivamente ocasionaban miedo y ser señal de un tetzáhuitl
o “mal augurio”, un ejemplo que vamos a retomar es el llamado yohualtepoztli
o hacha nocturna.
El
hacha nocturna es descrita como una entidad que se escuchaba en el primer sueño
nocturno, tenía un sonido peculiar asemejándose al
ruido “cuando alguien corta madera.” El espacio geográfico en que se podía presentar,
era principalmente en los bosques y montes comarcanos, por lo que podía
ocasionar gran miedo a quien se lo encontrase, puesto que se describe tal como muestra
la iconografía (figura 1): un hombre sin cabeza, con el pecho abierto dejando a
la vista su corazón.
Figura 1
Representación iconográfica del yohualtepoztli o
hacha nocturna en el Libro V del Códice Florentino ff. 6v
Esta
aparición de acuerdo con diversas interpretaciones y propias descripciones, se relacionaba
directamente como una advocación de la deidad Tezcatlipoca. Según lo dicho por
los informantes de Sahagún, era frecuente que los tlamacazque o
sacerdotes guardianes de los templos, se encontraran con el yohualtepoztli en
la profundidad de la noche, ya que en ese momento realizaban sus penitencias y
ofrendas en lo profundo del bosque, montes y cerros; quien lo enfrentara y
fuera valiente arrancándole el corazón de su pecho abierto, podía tener la
virtud de obtener como recompensa, espinas de maguey que equivaldría al número
de cautivos que capturaría en la guerra, siempre y cuando al amanecer las
encontrara dentro de un paño, de lo contrario, si la persona era cobarde y se
encontraba dentro del paño carbón o andrajos, caería en desgracia y desventura.
Comprendamos que este tipo de
entidades podían fungir como parte del control social y religioso, sin embargo,
no podemos descartar la importancia del imaginario simbólico con respecto a
estos espectros que ocasionaban temor, como a su vez, ser benevolente ante los
valientes. Otro elemento que no debemos descartar, es el espacio y tiempo
nocturno al representar un momento de peligro e interrupción del propio orden,
convirtiéndose en un espacio mítico en donde las propias manifestaciones se
vuelven transgresores y dueños de estos espacios.
La idea y creencia de fantasmas o entidades
nocturnas, no es un fenómeno absurdo o anormal, es una intensificación de
experiencias que son comunes a todos los seres humanos, experiencias que rodean
la muerte y la memoria, consideremos la importancia que tiene el realizar
estudios con relación a estos seres que se encuentran descritos no solo en las
fuentes escritas, sino en la propia tradición oral, mitos y leyendas.
Por
lo tanto, es pertinente acercarnos más a los distintos escenarios que
representan una parte de la cosmovisión no solo en la antigüedad, sino
hasta nuestros días, es decir, diversas situaciones cotidianas como el “mal de
ojo”, la “pérdida del ánima”, enfermedades por “susto”, pertenecen a nuestra
memoria colectiva y logran dar respuesta a fenómenos que, para muchos, es una
realidad que explica el propio mundo.