Aguas de historia - El agua cae en Tabasco como el calor abraza la tierra por Mariana Aurora Gómez Laureano

Mariana Aurora Gómez Laureano (ENAH)


Las inundaciones en Tabasco son cosas que viven en la memoria colectiva, recuerdo a mi bisabuela Lola contarnos de su vida en el rancho, cuando sabían que llegaba la 'creciente' se preparaban con comida, mataban a los cerdos, ahumaban la carne, tostaban el maíz y subían al 'tapancon' a esperar el agua.


¿Cuánta agua cubre a Tabasco? Carlos Pellicer nombra a este lugar, en su poema “Cuatro cantos a mi tierra”, como: “más agua que tierra” o “agua de Tabasco vengo y agua de Tabasco voy”.  El agua que todo lo limpia, lo purifica y a veces deja paso a una buena cosecha.

 

 En el Tabasco del 2007, fueron reales los versos de Pellicer y los efectos del agua solo dejaron esa tierra que habita debajo de sus fluviales. Lluvias de 403.4 mm, arrasaron durante 24 horas y en menos de 4 días había llovido 46% de lo que se presenta en un año. El daño económico, de los más grandes en la historia del Estado: 123, 386 viviendas afectadas y miles de historias por escuchar.

 

Entre ellas la casa de mi abuela paterna, ella me vio crecer hasta los primeros seis años de mi existencia. Las marcas de humedad en las paredes contaban el nivel del agua, junto a los muebles de madera quebrantados y esponjados. Todo tenía agua, hasta nuestros ojos. Recuerdo a mi papá: yendo en las lanchas con los demás hombres, para buscar algo de despensa y visitar a mi abuela, quien vivía sola y a quien la lluvia le había dejado su compañía. Nuestra casa quedó siendo una isla: rodeada de agua a dónde solo en “cayuco”, o helicóptero, podías entrar.

 

Nos encontrábamos con que los días pasaban y no sabíamos por qué no podíamos ir a la escuela, ya que se habían vuelto albergues. Desde la visión de una niña de casi siete años, el panorama parecía agradable: sin clases y con las tardes mirando hacia el cielo que parecía juntarse con la laguna vecina, esperando que llegase uno de esos helicópteros que traían cosas que todo el país había mandado para nosotros. Eran unas vacaciones interminables, aunque el precio era caro y no podíamos salir de casa.

 

Las inundaciones en Tabasco son cosas que viven en la memoria colectiva, recuerdo a mi bisabuela Lola contarnos de su vida en el rancho, cuando sabían que llegaba la “creciente” se preparaban con comida, mataban a los cerdos, ahumaban la carne, tostaban el maíz y subían al “tapancon” a esperar el agua. Hoy a pesar de los años, la información que tenemos y los posibles avances tecnológicos, Tabasco se sigue convirtiendo en un río cuando llueve otra vez. También parecemos ajenos, dejamos entrar el agua y volvemos a esperar a que se vaya, para limpiar lo que esta tierra, que es más agua que tierra, nos ha dejado.


Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios