¡Presente, mi General! - Honor y gloria a los héroes anónimos de la revolución mexicana por Lucía López Arias


Estos combatientes desconocidos de los que nunca escucharemos, ni sus rostros conoceremos, que marchaban a una batalla sin tener conocimientos bélicos, ni con el armamento adecuado, ni mucho menos la experiencia; ellos le daban cuerpo a esas historias de las que solo reconocemos, la figura de un gran nombre.


Este breve escrito está inspirado, en una persona de la cual escuché a mi madre relatar historias muy vagas sobre ella, durante mi infancia: María era su nombre. La tía María Bernal que se fue a la revolución, se volvió generala y lo último que supieron de ella fue su llegada hasta el norte de México (me hace pensar que probablemente, se fue con la División del Norte, pero eso no lo sabré jamás). Los relatos terminan, en que nunca regresó y no volvieron a saber más de la Tía María Martínez Bernal.


El movimiento revolucionario de 1910- 1920, en un principio fue un conflicto armado, configurado por Francisco I. Madero para derrocar la dictadura del presidente Porfirio Diaz, quien llevaba más de treinta años en el poder y pretendía alargar aún más su estancia en la presidencia. A este movimiento, se sumaron varias fuerzas combatientes, por ejemplo, la División del Norte del General Francisco Villa y el Movimiento Libertador del Sur del General Emiliano Zapata.


Y es justamente de grandes personajes que escuchamos o leemos cuando del tema se trata, pero, ¿qué sucede con todas aquellas personas, cuya decisión fue abrazar la revolución y luchar con estos generales? ¿En qué lugar de la memoria quedan aquellos héroes sin nombre?


Cuando dio comienzo la Revolución y a lo largo de aquel periodo, hubo varios ideales de lucha, algunos por el poder político; otros, como el movimiento suriano, peleaban los derechos por sus tierras. De esta manera, con la publicación del Pan de Ayala que proclamó Zapata el 28 de noviembre de 1911, en los pueblos y rancherías muchos campesinos decidieron entrar al combate, justo por este ideal de cambio que el General les ofrecía: “Tierra, Libertad, Justicia y Ley”. Estaban cansados de la situación tan precaria en la que vivían, sometidos bajo el yugo de los hacendados que se aprovechaban de la mano de obra campesina, trabajando de sol a sol por una paupérrima paga, siempre más endeudados con la tienda de raya.


Esta situación era un abuso total hacia los campesinos, de esta manera lo único que pedían ellos, era un trato digno y que se les restituyeran las tierras que habían perdido: aquellas tierras que les fueron arrebatadas a la mala. Simplemente querían gozar, con absoluta libertad, de aquello que por derecho les correspondía.


Sin embargo, estos combatientes desconocidos de los que nunca escucharemos, ni sus rostros conoceremos, que marchaban a una batalla sin tener conocimientos bélicos, ni con el armamento adecuado, ni mucho menos la experiencia; ellos le daban cuerpo a esas historias de las que solo reconocemos, la figura de un gran nombre.


Probablemente uno que otro, poseía una carabina en su casa y con eso se armaba de valor, se unía a las filas revolucionarias, pero muchas veces su única arma era un machete. Además, su vestimenta tampoco era la adecuada para combatir: ésta se reducía a una camisa, un calzón de manta y huaraches. No obstante, eso no fue un impedimento para aquellos que realmente querían un cambio y confiaban en el movimiento. Lo único que importaba en ese momento era luchar por sus derechos.


Por otro lado, también existieron personas cuya unión fue en contra de su voluntad, eran reclutados forzosamente por la leva. La leva, aunque se ejerció en las diferentes tropas, fue más evidente en el ejército federal, porque de esta manera reunían fácilmente un enorme grupo beligerante y a bajo costo o sin paga alguna, de esta manera, muchos campesinos fueron forzados a entrar al ejército de Huerta. La historia de esos hombres, víctimas de otra injusticia también es anónima.


Todos estos héroes desconocidos, sufrieron muchas penurias durante la reyerta: padecieron hambre, frío, enfermedades y cuando llovía pasaban la noche con la ropa mojada, esperando a que se secara sobre su propio cuerpo. Su espíritu de lucha, los hacia seguir adelante sin importar nada, soportando todo; incluso sobrellevando la idea de no saber cuánto más, podrían seguir en el camino antes de caer en combate, pero con la convicción de que llegado ese momento, caerían luchando con honor y valentía.


Este sencillo artículo, es un homenaje a todos aquellos hombres valientes de los que nunca veremos una fotografía, ni escucharemos pronunciar su nombre en los libros de Historia, es un homenaje a los caídos en pie de lucha que quedaron entre los montones de muertos en el lugar de batalla, sin la posibilidad de saber sus nombres, o porqué, simplemente todos aquellos que lograron sobrevivir, regresaron silenciosamente a sus pueblos a seguir trabajando en el campo.


A esos héroes sin nombre, sin rostro, sin identidad que permanecerán para siempre en el anonimato, que jamás figurarán en la historia, dando su vida, luchando por la causa campesina; hoy los traemos a nuestro pensamiento y los recordamos en esta breve reflexión. Simplemente, teniendo presente que existieron, siendo valientes al participar y abrazar a la Revolución.

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