Una denuncia presentada ante el Santo Oficio en 1705, por una esclava mulata, quien testificó que su ama, la también mulata Francisca de Agreda y su hija Juana, practicaban la hechicería amorosa para atraer al amante de Francisca.
El
cacao ha tenido una presencia importante en América. No se sabe con exactitud
cuando fue domesticado, pero su proceso inició en la zona sur del área conocida
como Mesoamérica: comprendiendo los actuales Estados de Michoacán, Veracruz,
Estado de México, Morelos, Guerrero, Puebla, Oaxaca, Tabasco, Campeche, Yucatán,
Chiapas, Quintana Roo, los territorios de Guatemala, Belice y Salvador. En
Honduras, Nicaragua y Costa Rica durante los siglos II y III de nuestra era,
los mayas lo habían descubierto, a través del comercio con áreas de América
Central y siendo los primeros en preparar una bebida a partir de los granos. En
el siglo V d.C. se conocían ya sus principales aplicaciones, los gobernantes lo
consumían continuamente y se cultivaba de manera regular.
Los mayas lo difundieron por el resto de
Mesoamérica, otorgándole un valor monetario, para utilizarlo en el comercio.
Los mexicas conocieron su valor y usos en el siglo XV, cuando establecieron lazos
comerciales con las áreas costeras, pronto los tlatoanis buscaron dominar zonas
donde se producía, mediante la conquista: parte de las costas veracruzanas y el
Soconusco para extender las plantaciones a lugares más cercanos al Altiplano
Central, logrando aclimatarlo a Morelos y Guerrero.
Para el momento de la Conquista, el
cacao era el cultivo comercial más importante de Mesoamérica, para obtener dos
cosechas principales y dos intermedias al año, se crearon las condiciones para
la existencia de grandes plantaciones, donde los árboles cacaoteros se
desarrollaban alimentados por sistemas de riego, cuidados por agricultores
especializados y trabajadores matlazincas y aztecas. Se evitaba que la
población local, participara en el cultivo por temor a que intentaran robar la
semilla.
El producto llegaba a Tenochtitlan a
través de los pochtecas, quienes se encargaban de trasportar las semillas en la
espalda. Concentrándose el comercio en Tlatelolco y enviándose a las zonas
controladas por los mexicas y mayas, se comerciaba también con utensilios usados
para preparar y degustar de las bebidas a base de cacao como jícaras y palos
para removerlas. Otra importante forma de distribución era el tributo de los
pueblos sojuzgados a los mexicas, se les solicitaba entregar cestos llenos de
semillas enteras o molidas.
Se
usó en la preparación de bebidas hechas a base de cacao molido, maíz y agua, el
sabor era regularmente amargo, por lo que se añadieron otros ingredientes:
hierbas, flores, semillas, miel y vainilla que se usaban para endulzar y aromatizar;
colorantes como el axiote que les daba un color rojizo, en ocasiones chile y
granos del árbol del póchotl, se consumían frías y era poco frecuente que se
bebieran calientes.
Estas bebidas fueron consumidas por los
gobernantes, sacerdotes y guerreros; por su alto contenido calórico, se
consideraba fortificante y reconstituyente de las energías. Eran bebidas
sociales que se consumían en compañía de otras personas y en ocasiones
especiales, el resto de la población no las bebía pese a que se vendieran en
los mercados, pues el cacao se consideraba un alimento valioso. Se usaron
también en ceremonias dedicadas a los Dioses, como ofrenda en entierros,
ceremonias de ascenso al poder de los nuevos gobernantes, uniones
matrimoniales, el triunfo de una guerra y la conquista de nuevos territorios.
El cacao se usó además en la medicina,
se recomendaba para las personas tísicas o exhaustas, contra problemas del
hígado, enfermedades gastrointestinales y fiebres, mezclándose con flores,
chiles, semillas de hule y otras plantas.
Cuando los españoles llegaron al
continente, se percataron del consumo frecuente del cacao y de su valor
económico. Consciente de su importancia, Hernán Cortés intentó controlar alguna
de las zonas que lo producían. El resto de los conquistadores, tuvieron noticia
de las llamadas casas de cacao donde Moctezuma almacenaba los granos, terminaron
por saquearlas extrayendo alrededor de 600 toneladas. Posteriormente
controlaron el producto gracias a que el tributo pasó a sus manos.
Con el tiempo, los españoles consumieron
el cacao en diversas bebidas, al principio preparadas y degustadas como lo
hacían los naturales; después experimentaron integrando otros ingredientes:
azúcar, canela, leche, vainilla, flores, avellanas, anís, ajonjolí etc., transformándolas
en bebidas dulces, con un mayor aporte calórico y preparadas con leche o agua
caliente. Una de ellas fue el chocóllat,
cuyo nombre, derivaría tiempo después en chocolate. Fue descrita a finales del
siglo XVI, por el médico Francisco Hernández, en su obra: Historia natural de la Nueva España, elaborada
por órdenes de Felipe II, cuyo encargo fue recoger información sobre las
Indias, formándose así un comprendió de "información botánica y zoológica
con perspectiva médica y farmacológica".
Sirvió para la fabricación de pastillas
que eran vendidas, por las principales calles y plazas de las ciudades, su
consumo se incrementó considerablemente, llegando a ser uno de los productos
con mayor demanda en la Nueva España.
Cuando el consumo se expandió entre la
sociedad novohispana, existió una polémica sobre los efectos que podía en el
ánimo y conductas de quienes lo bebían, así algunos médicos realizaron análisis
sobre una parte poblacional, para saber si podía incitar o no a comportamientos
poco adecuados (sexuales) y romper las normas de vida novohispanas. Uno de esos
médicos fue Antonio de León Pinelo, que en su libro Vestion Moral: Si el chocolate quebranta el ayuno
eclesiástico, escrito durante 1636, concluyó que debido a los
productos que se usaban para su preparación, podía considerarse un alimento
que, sí rompía el ayuno. Debía consumirse en pequeñas cantidades para ayudar a
sobrellevar la debilidad que en algunos causaba el ayunar y evitar ingerirlo en
grandes cantidades.
El chocolate fue usado en la preparación
de pócimas y bebedizos que se emplearon en encantamientos y conjuros, usados en
la magia amorosa, destinada a causar algún mal o para amansar a las personas…
Los conocimientos detrás de este tipo de prácticas pasaron de generación en
generación. Las madres enseñaban a sus hijas cómo usarlo, para atraer a los
hombres amorosa y sexualmente, preservar a sus maridos, amantes, buscar
venganza por alguna ofensa que hubieran realizado contra ellas o amansar a las
personas con conductas agresivas y a las que se deseaba dominar.
El chocolate se mezclaba con otros
ingredientes: plantas, hierbas, pétalos de flores molidas, polvos formados con
ingredientes desconocidos o pedazos de animales molidos, cabello, saliva,
sangre menstrual, vello púbico, uñas, excremento de animales, semen de perro,
sesos de burro, huesos de difunto, etc. Podía darse en tabletas que se
disolvían en agua o en panecitos.
Las formas de prepararlo eran diversas:
se hervían las plantas y hierbas para mezclarse con el cacao; se preparaba con
las flores, polvos, sangre, saliva; se quemaba los ingredientes hasta hacerlos
cenizas y se disolvían, se usaba agua con la que previamente se bañaban o se
lavaban axilas y partes íntimas. Fue común que las mujeres, principalmente
mulatas, negras e indias, se valieran de estos medios para controlar a los
hombres, para asegurarse estabilidad social y económica. Las españolas
recurrían a estos conjuros, valiéndose de vecinas y amigas para que les
recomendaran brujas o hechiceras a quienes pudieran encargar los trabajos.
Este fue el caso de una denuncia presentada ante el Santo Oficio en 1705, por una esclava mulata, quien testificó que su ama, la también mulata Francisca de Agreda y su hija Juana, practicaban la hechicería amorosa para atraer al amante de Francisca. Para lograrlo se valían de pócimas preparadas a base de chocolate, añadiendo vello púbico, canas, uñas y saliva de Agreda junto con el pelo de su hija, era dada a beber al amante, pues se pensaba que la mezcla de las partes del cuerpo de ambas ayudaría a potenciar el efecto de la pócima. El amante era párroco de un pueblo, habitado en su mayoría por indios llamado Santa María.
Otro
caso que da cuenta de la relación que entre chocolate y hechicería o brujería,
lo demuestra la denuncia hecha en la Ciudad de Santiago (Guatemala) por el
mulato Juan de Fuentes (albañil de profesión), en la cual acusaba a Cecilia su
mujer, por "hechicera bruja", por usar encantamientos y maleficios para
que no pudiera ser hombre, cada vez que quisiera tener contacto carnal con
ella; la prueba era que no podía controlar sus impulsos de preparar chocolate
mientras Cecilia seguía dormida, lo que era contra natura.
El resumen del Santo Oficio sobre la declaración,
es que Cecilia trataba a Juan como su criado, en tanto este se levantaba
temprano a prender el fuego para calentar el agua y batir el chocolate, después
esperar hasta que su mujer se levantara, aunque fuese tarde para llevarle
chocolate después de que se vistiera y aguardar para beberlo juntos. La
acusación de Próspero y Cecilia fue llevada ante el Tribunal central en la
Ciudad de México, llevando consigo ropa de vestir, ropa de cama y cuatro
maquetas de chocolate y una jícara para beberlo.