Diego Campos
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Esta conmovedora tradición reflejaba el profundo amor y el deseo de mantener viva la memoria de aquellos que habían partido.
A propósito de que hemos pasado las fiestas de día de muertos y que el mexicano, tiene una muy peculiar forma de ver la muerte, conviene hablar de una conmovedora tradición, sí conmovedora porque si hablamos desde la perspectiva humana, quizás más de alguno no comprenda el sentido de estás bellas postales mortuorias.
En los años 80, en México, era común que las familias se retrataran con sus seres queridos fallecidos. Esta conmovedora tradición reflejaba el profundo amor y el deseo de mantener viva la memoria de aquellos que habían partido. En medio del dolor por la partida física de su ser querido, querían conservar por siempre en el recuerdo el día de su partida.
Está tradición aunque es difícil entenderla, sin embargo está cargada de profundo sentido, por lo que se convierten en exquisitas postales donde se pueden apreciar muchos elementos de antes: cómo eran las familias, sus vestimentas, el profundo respeto con el que vivían su duelo, su semblantes y la forma de despedir a sus seres queridos que habían partido.