Mares de Tinta - Nunca seremos lo mismo por Ana Paulina Unzueta Hernández


Creo firmemente que la esperanza recae en aquellos valientes, los que buscan su lugar y mantienen la humildad, aquellos que reciben con bien un comentario de mejora, pero que no se inclinan, ni bajan la cabeza, mucho menos besan el suelo por donde pasan algunos.


Grita al cielo: ¡Siempre hay esperanza!

Empuña tu lanza con fuerza y voluntad.

Saurom.

 

Hace días una simple plática destempló hasta mis ideales, cuando la pregunta: ¿Me recomiendas estudiar arte? Se presentó como alma que lleva el demonio, una parte de mi quiso impulsar a esa jovencita y decirle: “¡Por supuesto, sigue tus sueños!” Y fue exactamente lo que hice, el derecho de opinar se reserva cuando los sueños son tan frágiles como el vidrio. Sin embargo, la otra parte, siendo un poco más responsable y menos soñadora, titubeó dejando un hilo de inconformidad con mi respuesta.


Es verdad que no iba a lanzar un sermón que, siendo de naturaleza inocente, se pudiera mal interpretar y erradicar la decisión tomada o simplemente hacerla tambalear. El carácter de esta pregunta, recayó en mí, debido a la rareza de la Etnohistoria, porque en medio de muecas desaprobatorias, comentarios agudos y miradas confundidas, pareciera que la Etnohistoria se posiciona en la misma premisa que estudiar danza, teatro o canto: nadie en lo absoluto, apostaría por un futuro prometedor en estas áreas.


Espero no mal interpretarme, amo ser etnohistoriadora, pero este cariño no me impide ser receptora de todos los obstáculos que pude evitar, si hubiera querido ser abogada, arquitecta, ingeniera o médica; tomar el camino poco común, provocó darme cuenta y aguantar los desplantes sociales. Con el paso del tiempo, la innegable realidad cae por sí sola: las personas que venimos de familias trabajadoras, alejadas de estos sectores, no lograrán comprendernos del todo. Jamás seremos igual de valorados, como lo es aquel primo que se convirtió en médico o la prima que estudió contaduría.


No tengo ni la más remota idea, sobre la profesionalización del arte, pero admiro enormemente a todos los que mantuvieron esa decisión y luchan día con día. Hace algunos años, decidí mantener una distancia enorme con algunos compañeros de bachillerato, recibí comentarios ofensivos en torno a mi carrera, argumentando que todo aquello que hacía era inútil; tengo muy presente y empatizo con el sentimiento de inferioridad, siendo la esperanza y un sueño lo que me mantuvo en pie.


Me hubiera encantado responder varias cosas, me hubiera encantado animarla, pero teniendo conciencia, diciendo que el noventa por ciento de estas carreras es persistir, sobre todo resistir; son decisiones valientes, que ameritan tolerancia a la frustración, porque si flanqueas, otorgas razón. No digo que algunas profesiones sean más sencillas que otras, todas tienen su grado de dificultad y en ninguna se duerme más de cuatro horas, pero añadir el estigma social, eleva el nivel a modo supervivencia.


¿Qué más puedo decir? Nunca seremos lo mismo que el ingeniero civil, nunca seremos lo mismo que la ingeniera agrónoma, nunca seremos lo mismo que… ¿Por qué tendríamos que serlo? No le merecemos ni perfección, ni explicación a nadie. Existe una banda de metal en español llamada Saurom, en lo personal me encanta, dentro de su gran repertorio de canciones, tienen una frase que últimamente me incrementa el ánimo: “sé valiente y busca tu lugar”.


Podría decir muchísimos más, podría caer en un bucle sin fin de victimismo, podría reprochar nombre por nombre cada comentario hiriente, pero no lo vale. Creo firmemente que la esperanza recae en aquellos valientes, los que buscan su lugar y mantienen la humildad, aquellos que reciben con bien un comentario de mejora, pero que no se inclinan, ni bajan la cabeza, mucho menos besan el suelo por donde pasan algunos. Más allá de ser el orgullo de alguien, es importante emprender el vuelo en solitario, arriesgándose a todo, manteniendo la dignidad, la cordura, la lealtad a uno mismo y por supuesto entendiendo el valor de la gratitud, sin dejar que eso nos haga sumisos.


Podríamos reformular la pregunta y en lugar de “recomendar” estudiar arte -o cualquier área a fin-, lo ideal sería: ¿Qué necesito para estudiar arte? Es ahí donde todo cambia, porque como lo dije anteriormente, necesitarás mucho coraje, mucha voluntad, mucha dignidad y aferrarte a tu esperanza. Creo que todo esto, se necesita para la vida cotidiana, no somos los únicos con un futuro incierto, si no formamos parte del diez por ciento más rico del país, tenemos que entenderlo.


Aún así, pensar en un nivel universitario, es un enorme privilegio; tener el tiempo de escribir y leer esta gaceta, es un gran privilegio; lamentablemente, la situación en la vida, es tan desigual que lo mínimo indispensable, se convierte en un privilegio: tener comida, agua caliente y un techo para cada noche. Hace algunos años, mi padre trabajaba con una señora que solamente tenía el conocimiento para hacer cuentas, no sabía leer, ni escribir debidamente; hace un año, cuando intenté trabajar en un restaurante, estaba un señor con discapacidad motriz que costosamente cumplía con su deber… ¿Qué tanto privilegio tenemos? ¿Qué tanto tenemos que conformarnos con eso?


No quisiera mal interpretarme y minimizar los conflictos de cada individuo, pero la vida es complicada, estaremos bien, aunque decidamos estudiar canto, filosofía, ingeniería, teatro, historia, etnohistoria, antropología, cine, danza, doblaje y un largo etcétera, estaremos bien si tenemos la conciencia y el valor de continuar, aunque los días sean malos… Estaremos bien, solamente necesitamos confiar y trabajar arduamente, nada nos caerá del universo.

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