Había cuadrillas de bandoleros por todos lados, un ejemplo de ello es el mismísimo Pancho Villa, que antes de abrazar a la Revolución y convertirse en un gran jefe, fue cuatrero.
El Estado de México, fue un territorio muy activo durante
la Revolución Mexicana, en aquellas tierras se dieron importantes batallas.
Constitucionalistas contra zapatistas cruzaban fuego en significantes combates;
Toluca, Temoaya, Tenancingo, Malinalco, Amecameca, incluso Valle de Bravo fueron
escenario de aquellas contiendas en las que cada vez más campesinos se unían a
la lucha armada.
Sin embargo, dentro de la información que guarda la
historiografía sobre esta etapa en el Estado de México, he encontrado un choque
de ideas y la formación de nuevos puestos de combate que esgrimen distintas posiciones
respecto al papel que tuvo esta zona en aquel proceso de transformación del
país. Por un lado, se ha considerado que, en la mencionada zona geográfica, se
dio una verdadera lucha revolucionaria con personajes tan conocidos como
Ignacio Quintanilla o Genovevo de la O. Por otro lado, tenemos la versión
contraria, es decir, que no hubo genuinas sublevaciones, lo que surgió en el
Estado de México fueron grupos prerrevolucionarios que se dedicaban al
bandidaje y que luego se unieron a la campaña para seguir cometiendo sus
fechorías.
Si bien podría ser cierto que el bandidaje, se haya fortalecido
en aquella época a causa de las pésimas condiciones en que la población
campesina vivía, lo cierto es que esta práctica no se llevó a cabo sólo en el
Estado de México, sino que a todo lo largo y ancho del país se realizaba esta
acción. Había cuadrillas de bandoleros por todos lados, un ejemplo de ello es
el mismísimo Pancho Villa, que antes de abrazar a la Revolución y convertirse
en un gran jefe, fue cuatrero.
En la industria cultural se refuerza esta postura: películas
y series retratan el bandolerismo de aquella época. Por otra parte, en la literatura
novelas como “La negra Angustias” o “Los de abajo” muestran la necesidad
de aquellos rebeldes de cometer rapiña, para sobrevivir y para ayudar a la
gente más pobre.
Mientras escribo este artículo, me viene a la mente que mi
abuelita María contaba que en aquellos tiempos las familias escondían a las mujeres
y los bienes habidos porque llegaban los zapatistas a robarse lo que
encontraran a su paso (las mujeres se consideraban parte del botín). Esto me
hace pensar que muy probablemente no eran zapatistas quienes llegaban a saquear
aquellos pueblos, sino que probablemente eran esos grupos de bandoleros que se
hacían pasar por revolucionarios del movimiento suriano.
Ante las cuestiones sobre si en el Estado de México, hubo
verdaderos revolucionarios o simplemente bandidos aprovechándose de la
situación, habría que preguntarse dos cuestiones: en primer lugar, podríamos poner
en tela de juicio cómo se generaliza la condición de bandoleros de aquellos
grupos, ¿cuáles eran los motivos que orillaban a esta gente a cometer tales hurtos?
Probablemente había quienes por necesidad lo hacían, sin embargo, había quienes
lo hacían porque era una manera fácil de adquirir estabilidad económica, pero
aquí no se pretende hacer juicios de valor. Por consiguiente, la segunda
cuestión sería tratar de averiguar si existen elementos para afirmar que
aquellos bandoleros fueron capaces de unirse al movimiento por un ideal
revolucionario o, en definitiva, concluir que sólo se “unieron” a la lucha por conveniencia
para que con libertad cometieran sus rapiñas.
Considero que sí hay elementos para suponer que,
efectivamente, en el Estado de México hombres y mujeres que se dedicaban al
bandidaje se unieron al movimiento revolucionario -ya fuera al grupo zapatista
o al constitucionalista-, y que esta gente se unió no necesariamente para
provechar la situación y facilitar su acción delictiva, sino que ante tantas
injusticias hubo quienes realmente querían y buscaban un cambio que beneficiara
a los de abajo. Un ejemplo de ello es el joven Gustavo Baz, que pertenecía a una
familia acomodada, sin necesidades económicas, pero decidió luchar por los
desposeídos. Lo mismo ocurre con todos aquellos campesinos que no
necesariamente eran bandidos, ellos veían realmente el panorama de la pésima
situación en que estaban envueltos y por eso se unían a las filas
revolucionarias.
En conclusión, creo que el Estado de México vio nacer a verdaderos hijos revolucionarios con una visión y una causa bien enfocada y pensada hacia un mejor porvenir, hacia un futuro libre de abusos y de opresión. Considero que la Revolución Mexicana en el Estado de México fue legitima junto con todos aquellos sujetos que se unieron a ella; no importa si eran bandoleros o no, lo importante es que lucharon por la causa, para reclamar los derechos que en algún momento les fueron arrebatados.