Para los lentes actuales, pueden surgir un sinfín de cuestionamientos o juicios de lo antes expuesto, empero no se puede soslayar que el ser humano es un actor histórico y por lo tanto estaría constituido, a su vez determinado por el contexto que se desarrolló.
El
arribo de Colón a tierras americanas, trajo consigo el interés por parte de los
europeos a explorar el Nuevo Mundo, paulatinamente fueron estableciendo
sus bases en estos novedosos territorios. El 13 de agosto de 1521 con la
derrota mexica y el triunfo de Cortés, la Corona española empieza a marcar su
hegemonía en el México antiguo, posteriormente, el 8 de marzo de 1535 este
territorio se nombrará Nueva España establecida sobre el México-Tenochtitlan.
La
transculturación resultó inminente, las nuevas necesidades humanas requirieron
de ajustes organizativos en esta nueva fusión cultural, por lo tanto, las diversas
situaciones apremiantes conllevaron a la creación de jerarquías sociales, constituyéndose
sistemas o estructuras encomendadas a dar orden y dirección a sus habitantes. Un
ejemplo de esto último, fue lo siguiente: en lo referente al sistema de
gobierno impuesto en la Nueva España, se podría citar al Estado,
encabezado por el Monarca; la Iglesia, representada por el sumo
pontífice; siendo dos grandes corporaciones y representantes máximos de la
autoridad de la Corona española.
El
poder peninsular, requería mantener el control en los espacios geográficos
recién conquistados, resultando esencial emular el proceder del monarca español,
pero ahora en territorios novohispanos. Por lo anterior, el virrey se convirtió
en el máximo representante del monarca hispano en el Nuevo Mundo,
haciéndose indispensable utilizar todos los recursos ideológicos y materiales,
para hacer factible tan complicada empresa.
Será
pertinente empezar con el siguiente cuestionamiento: ¿Qué recursos utilizó el
virrey novohispano, para hacer valer su hegemonía y convertirse en el máximo
representante del monarca español? En este mismo sentido el monarca español,
divinizaría su poder intentando emular el cuerpo eclesiástico de Cristo al
cuerpo político del rey. Quedaría Dios como la cabeza de un cuerpo
orgánico Celestial, el Monarca como la cabeza de un cuerpo político terrenal y
más fiel representante del Supremo.
El
virrey novohispano, no será ajeno de lo anterior adquiriendo los mismos
atributos, esta herencia medieval colocará al rey como el mismo Dios, donde su
papel en la Tierra estará caracterizado por un actuar con prudencia,
moderación, rectitud, bondad, humildad, con un vestir propio de la realeza, con
mirada bien dirigida y un tono de voz mesurado, en fin, toda una actitud libre
de aspavientos y de imperturbabilidad.
También
existían las ingentes representaciones ceremoniales, como eran las liturgias
acompañadas con toda una serie de simbolismos que transfiguraban la presencia
del soberano. Ejemplo de esto último era el sello real como símbolo y
encarnación del mismo rey y su jurisdicción suprema. Por lo tanto, se intentaba
en todo momento mantener la presencia del monarca y preservar sus efectos. Jerónimo Castillo de Bobadilla, jurista
español del siglo XVI, diría:
Cristo
tiene un rostro y figura hermosa […] será conveniente que el rostro y cuerpo de
los reyes sea hermoso […] para que hagan su persona y presencia verdaderamente
real y venerable porque con ella prometen justicia, fortaleza, templanza,
magnanimidad.
Para
los lentes actuales, pueden surgir un sinfín de cuestionamientos o juicios de
lo antes expuesto, empero no se puede soslayar que el ser humano es un actor
histórico y por lo tanto estaría constituido, a su vez determinado por el
contexto que se desarrolló, las siguientes interrogantes resultan ineludibles: ¿Quién
está libre de las influencias del momento? ¿Quiénes son los encomendados a dar
sustento y dirección a la vida de los sujetos? Las posibles respuestas
direccionan a extrapolar la vida del individuo al núcleo en el cual él
irrumpió.
La
familia, es el espacio primigenio en donde el sujeto aprehende de sus grandes
significantes (personas que los cría), posibilitándolo a descubrir un orden y
sentido a su existencia conllevándolo a que los preceptos allí adquiridos
resulten inequívocos y se adopten como certezas imaginarias. Por lo tanto, a
manera de reiteración, las voces y las miradas de los progenitores, resultan
fundamentales en el accionar presente y ulterior de los sujetos.
Bibliografía
-
Cañeque, Alejandro, “El poder transfigurado.
El virrey como la ‘viva imagen del rey’ en la Nueva España de los siglos
XVI y XVII”, en Las representaciones del poder en las
sociedades hispánicas, Óscar Mazín (editor), México, El Colegio de México,
2012, pp. 301-335
-
Rodríguez Kuri, Ariel. “Juan de Palafox y
Mendoza: la subversión institucional”. Ed. Universidad veracruzana, México,
1990. Pp.190-207