Presentificando la historia - El poder transfigurado por Alfredo Pelayo Esquivel

Alfredo Pelayo Esquivel (ENAH)
Correo: 120210441@enah.edu.mx


Para los lentes actuales, pueden surgir un sinfín de cuestionamientos o juicios de lo antes expuesto, empero no se puede soslayar que el ser humano es un actor histórico y por lo tanto estaría constituido, a su vez determinado por el contexto que se desarrolló.


El arribo de Colón a tierras americanas, trajo consigo el interés por parte de los europeos a explorar el Nuevo Mundo, paulatinamente fueron estableciendo sus bases en estos novedosos territorios. El 13 de agosto de 1521 con la derrota mexica y el triunfo de Cortés, la Corona española empieza a marcar su hegemonía en el México antiguo, posteriormente, el 8 de marzo de 1535 este territorio se nombrará Nueva España establecida sobre el México-Tenochtitlan.


La transculturación resultó inminente, las nuevas necesidades humanas requirieron de ajustes organizativos en esta nueva fusión cultural, por lo tanto, las diversas situaciones apremiantes conllevaron a la creación de jerarquías sociales, constituyéndose sistemas o estructuras encomendadas a dar orden y dirección a sus habitantes. Un ejemplo de esto último, fue lo siguiente: en lo referente al sistema de gobierno impuesto en la Nueva España, se podría citar al Estado, encabezado por el Monarca; la Iglesia, representada por el sumo pontífice; siendo dos grandes corporaciones y representantes máximos de la autoridad de la Corona española.


El poder peninsular, requería mantener el control en los espacios geográficos recién conquistados, resultando esencial emular el proceder del monarca español, pero ahora en territorios novohispanos. Por lo anterior, el virrey se convirtió en el máximo representante del monarca hispano en el Nuevo Mundo, haciéndose indispensable utilizar todos los recursos ideológicos y materiales, para hacer factible tan complicada empresa.


Será pertinente empezar con el siguiente cuestionamiento: ¿Qué recursos utilizó el virrey novohispano, para hacer valer su hegemonía y convertirse en el máximo representante del monarca español? En este mismo sentido el monarca español, divinizaría su poder intentando emular el cuerpo eclesiástico de Cristo al cuerpo político del rey. Quedaría Dios como la cabeza de un cuerpo orgánico Celestial, el Monarca como la cabeza de un cuerpo político terrenal y más fiel representante del Supremo.


El virrey novohispano, no será ajeno de lo anterior adquiriendo los mismos atributos, esta herencia medieval colocará al rey como el mismo Dios, donde su papel en la Tierra estará caracterizado por un actuar con prudencia, moderación, rectitud, bondad, humildad, con un vestir propio de la realeza, con mirada bien dirigida y un tono de voz mesurado, en fin, toda una actitud libre de aspavientos y de imperturbabilidad.


También existían las ingentes representaciones ceremoniales, como eran las liturgias acompañadas con toda una serie de simbolismos que transfiguraban la presencia del soberano. Ejemplo de esto último era el sello real como símbolo y encarnación del mismo rey y su jurisdicción suprema. Por lo tanto, se intentaba en todo momento mantener la presencia del monarca y preservar sus efectos.  Jerónimo Castillo de Bobadilla, jurista español del siglo XVI, diría:

 

Cristo tiene un rostro y figura hermosa […] será conveniente que el rostro y cuerpo de los reyes sea hermoso […] para que hagan su persona y presencia verdaderamente real y venerable porque con ella prometen justicia, fortaleza, templanza, magnanimidad.

 

Para los lentes actuales, pueden surgir un sinfín de cuestionamientos o juicios de lo antes expuesto, empero no se puede soslayar que el ser humano es un actor histórico y por lo tanto estaría constituido, a su vez determinado por el contexto que se desarrolló, las siguientes interrogantes resultan ineludibles: ¿Quién está libre de las influencias del momento? ¿Quiénes son los encomendados a dar sustento y dirección a la vida de los sujetos? Las posibles respuestas direccionan a extrapolar la vida del individuo al núcleo en el cual él irrumpió.


La familia, es el espacio primigenio en donde el sujeto aprehende de sus grandes significantes (personas que los cría), posibilitándolo a descubrir un orden y sentido a su existencia conllevándolo a que los preceptos allí adquiridos resulten inequívocos y se adopten como certezas imaginarias. Por lo tanto, a manera de reiteración, las voces y las miradas de los progenitores, resultan fundamentales en el accionar presente y ulterior de los sujetos.

 

 No es de extrañarse que el monarca quisiera emular los dotes divinos y a su vez, el virrey, adquirir las cualidades de su rey. Por lo anterior a manera de corolario, cabría mencionar que antes de emitir un juicio habría que zigzaguear en el tiempo y dilucidar qué tan ajenos estamos en el proceder de las personas pretéritas. Diría Pedro Romero, profesor de la ENAH: ¿Quién está libre de entelequias?

 

Bibliografía


-          Cañeque, Alejandro, “El poder transfigurado. El virrey como la ‘viva imagen del rey’ en la Nueva España de los siglos XVI y XVII”, en Las representaciones del poder en las sociedades hispánicas, Óscar Mazín (editor), México, El Colegio de México, 2012, pp. 301-335

 

-          Rodríguez Kuri, Ariel. “Juan de Palafox y Mendoza: la subversión institucional”. Ed. Universidad veracruzana, México, 1990. Pp.190-207


Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios