En este escenario, es necesario destacar el papel fundamental de las madres buscadoras, quienes han asumido el papel que las instituciones abandonaron. Ellas, sin recursos ni protección, han demostrado que la lucha por la justicia no es una tarea que las autoridades enarbolen, sino una responsabilidad que han asumido quienes han perdido todo, menos la dignidad.
¿Cuánto tiempo ha de
pasar?
¿Cuánto tiempo han de
sufrir?
Los desposeídos, los
pobres y olvidados
¿Cuánto tiempo han de
esperar?
¿Y nosotros
reaccionar?
Para un día liberar el
paraíso conquistado…
Los Muertos de Cristo.
El hallazgo del centro de reclutamiento,
adiestramiento y exterminio que supuestamente manejaba el crimen organizado en el Rancho Izaguirre, en
Teuchitlán, Jalisco, expone de manera tajante la descomposición social que el
capitalismo contemporáneo ha generado en México. No hay palabras que puedan
expresar la indignación de encontrar cientos, quizá, miles de objetos personales
pertenecientes a personas desaparecidas, prueba irrefutable de un sistema que ha
convertido la vida humana en un recurso desechable. Sin embargo, este episodio
no es un hecho aislado, y este breve texto abordara que se trata más bien del
síntoma de una crisis más profunda, una que Karl Marx y Slavoj Žižek analizaron desde diferentes ángulos: la barbarie del capitalismo.
Marx, en su análisis del capital, ya explicó que
este sistema requiere de la explotación de los sectores más vulnerables para
perpetuar su lógica de acumulación. Si trasladamos esto al México de hoy, se
traduce en un modelo donde la pobreza y la marginación se convierten en materia
prima para el crimen organizado, que actúa como una extensión del mercado
laboral informal a causa de la desigualdad. He de puntualizar que, los
desaparecidos no son únicamente víctimas de la violencia, sino que, como señalo
Marx, también lo son de una estructura económica que los excluyó hasta hacerlos
meros accesorios. Lo anterior tras darse a conocer que la manera de atraer a jóvenes, hombres y mujeres, lo hacen por medio de ofertar empleos con sueldos atractivos, un incentivo para que los jóvenes se presenten imaginando que van a una entrevista de trabajo común, sin saber que estaban a punto de ser privados de la libertad. Es aquí donde Žižek también aporta un elemento actual e
importante, pues su crítica al capitalismo tardío nos ayuda a entender cómo la
normalización del horror se vuelve parte de la vida cotidiana, es decir, la
brutalidad se presenta como una “desgracia nacional”, pero en realidad es una
consecuencia lógica de un sistema que mercantiliza todo, incluso la vida y la
muerte.
Es importante destacar la pobreza de acción y el compromiso de las autoridades que no es solo una muestra de su incompetencia, sino un reflejo de cómo el Estado, bajo la lógica neoliberal, ha abandonado su función de garante de la seguridad ante actores criminales. Pues resulta y acontece que ningún mando policial, militar o autoridad civil tenían conocimiento de los horrores que se practicaban en este sitio; cuando las denuncias de los colectivos de madres y personas buscadoras llevan tiempo señalando dichos actos. Pero, ¿qué hay de las instituciones que brindan justicia y seguridad? El ejército, la Guardia Nacional y la Fiscalía no son ajenos a esta realidad; su ineficacia no es accidental, sino funcional a un sistema donde la violencia se administra para mantener el orden. En este escenario, es necesario destacar el papel fundamental de las madres buscadoras, quienes han asumido el papel que las instituciones abandonaron. Ellas, sin recursos ni protección, han demostrado que la lucha por la justicia no es una tarea que las autoridades enarbolen, sino una responsabilidad que han asumido quienes han perdido todo, menos la dignidad. Las mismas que hoy, como lo fueron en Argentina durante la dictadura militar, son las actrices mas incomodas que hacen frente a la ineptitud del Estado, pero, ¿por qué ellas? pues ellas son, las únicas que han perdido el miedo, y si tienen miedo, es más la esperanza de volver a ver a sus seres queridos.
Sin ninguna duda, Teuchitlán es una evidencia
más de la colusión que advirtió Marx, entre las élites políticas, económicas y
criminales. En este contexto, los historiadores tenemos la responsabilidad de
investigar, entender y explicar estas conexiones, de revelar cómo el Estado y
el crimen organizado han operado como dos caras de la misma moneda. Volviendo a
la lógica de la barbarie, no es casualidad que las víctimas de desaparición
sean en su mayoría personas de escasos recursos, jóvenes sin oportunidades que
fueron secuestrados para ser mano de obra, o un experimento de la doctrina del
shock. Regresamos a los autores, esta es la barbarie del capitalismo, un
sistema que, en su ansia de acumulación, ha convertido a la muerte y la
desaparición en una estrategia de control social.
Antes de concluir, cabe agregar lo inaceptable de algunos medios de comunicación, mismos que intentan minimizar los hechos en torno a las fosas de exterminio. Presentan la información de manera sesgada y superflua, alimentando la desinformación. La gravedad de este asunto que incluyen la privación de la libertad, la desaparición forzada, la tortura, el abuso sexual, la promoción del delito y demás atrocidades, no debe presentarse de forma trivial. Es responsabilidad de los medios y, sobre todo de las autoridades, informar puntualmente sin omisión alguna. El pueblo tiene derecho a conocer la verdad y a exigir justicia.
Finalmente, la pregunta que debemos hacernos, no es por qué
el crimen organizado pudo operar este centro sin que las autoridades lo notaran. La
verdadera interrogante es: ¿cómo puede el Estado fingir sorpresa, ante un
modelo que ha permitido, facilitado e incluso incentivado? En las distintas
clases de teoría marxista y de capitalismo contemporáneo, aprendimos que el
capital no solo genera crisis, sino que aprende a vivir en ellas. ¿Qué nos
queda reflexionar? Si no queremos que la barbarie se convierta en nuestra única
realidad, la respuesta no puede ser solo la denuncia, sino la construcción de
una alternativa que desplace ya esta lógica de muerte.
Por ello, desde este espacio, llamamos a unirse
a las distintas manifestaciones que se llevarán a cabo, alrededor de todo el
país. Si arriba no hay compromiso ni indignación; desde abajo tendremos que
sacudir todo.