Pensamientos de regadera - Sobre el divino descontento por Daniel Bezares Rodas


Daniel Bezares Rodas (UNICACH)


Su dialéctica reside en ser cámaras de resonancia y burbujas ideológicas que buscan atacarse en sí, un sistema que vive atacando a sí mismo, un auroboros de odio. Tanto poder tienen estos medios, que sus propietarios se han presentado como parte de los principales inversores del actual presidente de Estados Unidos.


Me queda claro que el poder reside en un pueblo unido, cuando la Monarquía francesa caminaba hacia el degüello, y su cabeza rodaba por la plaza de la Concordia, los verdugos no estaban solos. Una multitud observaba y alentaba los hechos. Cómo sabemos, cuando se derrocó la Monarquía, los problemas no se acabaron pues Robespierre también resultó imponer su propio reinado de terror. Sin embargo, yo quiero centrarme en el sentimiento de logro, que representó para el pueblo ver rodar las cabezas y la sensación de esperanza que significó para ellos el culmen de su unidad social.


  Ahora es muy difícil imaginar multitudes, dispuestas a lograr cambios tan radicales. Las redes sociales como plataforma de conectividad, muchas veces suelen fungir como maquinas propagadoras de odio: se alimentan de polémicas. Su dialéctica reside en ser cámaras de resonancia y burbujas ideológicas que buscan atacarse en sí, un sistema que vive atacando a sí mismo, un auroboros de odio. Tanto poder tienen estos medios, que sus propietarios se han presentado como parte de los principales inversores del actual presidente de Estados Unidos.


Con la guerra arancelaria surgida de Estados Unidos, países como México y Canadá, buscan promover entre sus ciudadanos el consumo de productos locales, y lograr pegar un golpe a las empresas transnacionales de Estados Unidos. Lo que más me causa ruido, es que el activismo en las redes sociales, no hace más que alimentar esta dialéctica tecnológica, cuyo beneficio recae sobre los dueños de estas plataformas. Sin importar la causa que en apariencia sea noble, desde el momento en que elegimos la plataforma supone un acto político, pues el uso en sí, ya está beneficiando a alguien. ¿Nos ponemos a pensar en esto alguna vez?


Mi punto es simple y comienza con la semántica detrás de la frase: “El pueblo unido jamás será vencido”, hacer que la gente se una por una causa es difícil, más difícil hacer que la gente en internet se ponga de acuerdo. Sin embargo, no había visto tanta solidaridad por la patria y la identidad hasta que se armó el huracán de odio, cuando la película Emilia Pérez recibiera múltiples nominaciones a premios de academias occidentales. No hablaré de lo que ya se ha dicho y hecho, ni daré juicios de valor referente a la obra… ya sabotearon Emilia Pérez. ¿Ahora qué? ¿Ya salvamos nuestra identidad?


Unirse es posible, entonces, ¿por qué no hacerlo por algo que sea más significativo? La verdad que entre más disconforme y enojado con México, más mexicano me siento. En mi experiencia observo que el mexicano es resentido y acomplejado, pero eso sí, el único que puede echarle en cara esas cosas al mexicano es otro mexicano; el único que puede chingar al mexicano es otro mexicano. Porque, sorprende la facilidad para defender la mala representación aplaudida por la academia occidental, pero no fuera pelear por la ley de 40 horas que ya fue aprobada por el Congreso de la Unión en octubre de 2020, porque ahí sí, ni tiramos piedras ni alzamos la mano. No fuera por el alza de los precios en el mercado inmobiliario, porque ahí tampoco hacemos nada. ¿Qué podemos hacer? No lo sé.


Me gustaría proponer soluciones, pero aquí solo traigo quejas y es que para eso también somos muy buenos, para quejarnos, sin proponer nada. Pero al menos la queja puede servir para canalizar el descontento del grupo. Razones tenemos, soluciones... bueno, los cambios son graduales y sobre la marcha, hasta Robespierre se convirtió en tirano y fue pasado por la guillotina. Aun así, vivo esperanzado que el hartazgo nos haga sacudir un poco las cosas. Probablemente fue Ortega y Gasset, o Shakespeare, quien dijo: “Lo que vale más en el hombre es capacidad de insatisfacción, si algo divino posee, es precisamente, su divino descontento. Como un dolor que sentimos en un miembro que no tenemos.”


El descontento puede ser el germen de la transformación, pero solamente canalizado en propuestas concretas y constructivas. No basta con quejarnos, ni con aplaudir desde la distancia las manifestaciones del pasado, debemos convertir nuestro divino descontento en el motor de un cambio real. ¿Lo haremos?


Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios