Roberto Pérez Verti (ENAH)
Contacto: roberto.perez@enah.edu.mx
"Que los edificios universitarios se conviertan de nuevo en centros de organización y agrupación social que sirvan como contrapeso a aquellas instituciones que les encanta manipular nuestros deseos por unos votos y 6 años de silencio"
Esta opinión sale como una
problemática que tengo un día antes de la marcha del 2 de octubre. Si bien creo
completamente que la masacre de Tlatelolco debe permanecer en la memoria
colectiva mexicana, también creo que nosotros, no solo los historiadores, sino
nosotros los estudiantes y universitarios le hemos fallado bastante a esta
memoria colectiva.
Tras 5 años de gobierno de Andrés Manuel López Obrador y como estudiante durante este proceso democrático, es
fácil notar la manera en que la política, los movimientos y el enojo se ha
tenido que expresar en una voz baja a la que teníamos en los sexenios de Calderón
y Peña Nieto. Ya sea en la crítica a la guerra contra el narcotráfico, la
desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa y demás movimientos que
estaban abiertamente en contra de los regímenes políticos mexicanos. Las elecciones del 2018 podrían significar
algo muy interesante para la sociedad mexicana, la alianza de los partidos para
intentar detener la inevitable entrada al poder de AMLO y su partido a los
distintos poderes gubernamentales o la victoria de un partido abiertamente de izquierda,
que iba con un camino libre y sin aparente oposición.
Pero me niego a creer en esta
aparente falta de oposición que tiene el gobierno de MORENA. Para mí la
aparición de la candidata independiente del Congreso Nacional Indígena, María de Jesús Patricio Martínez,
era una clara muestra de que AMLO no representaba y jamás representó los
intereses de los movimientos sociales en México. La candidata indígena con sus
claros lazos con el Ejército Zapatista de Liberación Nacional nos muestra, aun
5 años después, la posición que tiene AMLO como un partido pseudo
izquierdista más que ama la capacidad del Estado mexicano de cooptar todos los
movimientos que tenemos en nuestras manos.
Es esta capacidad de cooptar de
MORENA lo que me hace criticar el 2 de octubre, lo que me hace criticar a los
padres normalistas, lo que me hace criticar a todos nosotros los estudiantes
que parece que nos encanta leer y releer a la Revolución Mexicana, pero
negarnos a notar como México es experto en acarrear a los revolucionarios. Yo
no confío en el comité 68, porque el comité se quedó callado con la creciente
violencia contra los estudiantes por parte del narcotráfico y del Estado dentro
y fuera de la capital. No confío en el movimiento de Ayotzinapa, porque no
dudaron en cortar lazos con aquellos padres de familia que no estaban de
acuerdo con su conciliación con MORENA y tampoco creo en MORENA, porque
mientras ellos hablaban de como su proyecto nacional involucraba cumplir las
agendas de todos estos movimientos, ellos realmente no quisieron cumplir con
absolutamente nada. El estado mexicano sigue impune por el asesinato de los
estudiantes del 68, los estudiantes de Ayotzinapa, las masacres en Chiapas y los
muertos por una guerra contra el narcotráfico que cada vez más nota su uso como
herramienta de guerra de baja intensidad con el asesinato de activistas y
periodistas que critican a los megaproyectos morenistas y a los pactos del
gobierno con el Movimiento de Regeneración Nacional.
La marcha del 2 de octubre, dirigida
por un comité que no duda en abandonar a aquellos grupos “infiltrados”, como si
el enojo no se mostrara de más formas que tomar puestos en la academia y plazas
gubernamentales. Un comité que no duda en posponer las marchas si atentan
contra la mirada estable del régimen a quien le tiene que lamer los pies, como
hizo en el 2020. Yo no quiero apoyar un movimiento que ha fallado en
representar la lucha por la que murieron los compañeros el 2 de octubre de
1968, porque me niego a pensar que la única salida que tengo es volverme un
acarreado “consciente” del partido político de izquierda que no duda en
mantener un Estado de seguridad que mantenga callados a todos.
No hablo de la inactividad como
actividad revolucionaria, no hablo por el abandono de la lucha por más que mi
cinismo realmente desee decirles lo mucho que la hemos cagado. Pero pido que
por una vez en nuestra vida veamos a las protestas como una herramienta de
acercamiento a nuestras necesidades y que no queremos una ruta con granaderos a
nuestro lado que nos lleven a un bonito rincón del centro donde pueden molerlos
a golpes sin que nadie presente atención. Necesitamos que las marchas nos
acerquen a la gente que rodea nuestras comunidades, que la ENAH sea conocida en
la colonia Isidro Fabela, que la UNAM sea conocida en Santo Domingo, que los
edificios universitarios se conviertan de nuevo en centros de organización y
agrupación social que sirvan como contrapeso a aquellas instituciones que les
encanta manipular nuestros deseos por unos votos y 6 años de silencio.
Llamo placebo a este texto, porque
sinceramente creo que las marchas institucionalizadas no nos sirven para nada más
que para fingir que todo sigue igual y que el 2 de octubre no se ha olvidado.
Pero hemos olvidado organizarnos en asambleas, hemos olvidado presentar
nuestras necesidades como prioridad en vez de pactar por migajas con los
partidos y hemos olvidado que el principio de todo cambio es reconocernos a
nosotros como los únicos capaces de hablar a nuestro lado y apuntar a
organizarnos. No deseo marchar con granaderos como mis espectadores, yo quiero
volver a entregar propaganda a mis vecinos y que de cinco que me escupan uno me
sonría.