Gracias Cristina por visibilizar y dar un espacio a todos aquellos suspiros cotidianos que, para los grandes medios, siempre pasan desapercibidos. Tu falta será insustituible. Queda pues, sumar desde nuestras trincheras y con nuestras luchas, a la ardua labor de conversar, compartir y seguir sembrando esperanza.
Hace un par de días este
mundo se despidió de la grandiosa Cristina Pacheco, referente indiscutible del
periodismo y la crónica nacional. Fue quizá, con su clásico programa “Aquí nos tocó vivir”, que todos nosotros pudimos conocerle a través de la labor de
entrevista e indagación realizada en los rincones más pintorescos de
México.
Ya desde
hace unos cuantos días, Cristina se despedía de los reflectores y nos dejaba
las últimas emisiones de “Aquí nos tocó vivir” y “Conversando con Cristina Pacheco”. Transcurrieron 20 días del hasta luego para que nos encontráramos con
el terrible adiós, una vez que sus hijas comunicaron la trágica noticia.
Recuerdo
que, hace algunos ayeres en una noche de sábado, mientras me dirigía hacia la
cocina de la casa de mi abuela, escuché ese ritmo tan característico de Pérez Prado mientras ella observaba con atención el pasar de Cristina por un mercado.
Esa noche, me quedé a su lado para escuchar las vivencias, los sueños y las
esperanzas de los locatarios y algún que otro transeúnte despistado. Aquel día,
como por accidente, conocí a Cristina y me maravillé por su acercamiento a la
gente, por esas conversaciones tan diferentes y tan cálidas fuera de lo
acostumbrado en la televisión mexicana.
Desde
entonces, he seguido su trabajo. Cada que la vida daba licencia observaba algún
episodio de “Aquí nos tocó vivir” en YouTube o asestaba un clavado en su Mar de historias. Más tarde, conocí a José Emilio y la gran pareja se inmiscuyó
en mi vida, por una parte, con la incansable labor de la crónica y la
conversación y por otra, con la ardua labor novelística y poética.
Cristina ha
dejado en este mundo una extensa labor, una que debemos continuar desde otras
trincheras. La idea principal de “Aquí nos tocó vivir” era contemplar de
primera mano los problemas que aquejaban a la ciudad y cómo estos eran
enfrentados desde los mercados, las panaderías, los tianguis y cualquier lugar en el que la resistencia y la esperanza eran el pan
de cada día. Ella creía con fervor en que debíamos vencer la apatía pues esta
era el principal lastre en el mejoramiento de nuestro entorno.
Ahora, nos
toca construir nuevos canales, nuevos espacios que nos permitan seguir
acercándonos con la gente, aquella que existe porque resiste y, sobre todo, que
sueña, trabaja y tiene fe en la construcción de un mundo mejor.
Gracias
Cristina por visibilizar y dar un espacio a todos aquellos suspiros cotidianos
que, para los grandes medios, siempre pasan desapercibidos. Tu falta será
insustituible. Queda pues, sumar desde nuestras trincheras y con nuestras
luchas, a la ardua labor de conversar, compartir y seguir sembrando
esperanza.
Para
cerrar, les dejo las palabras de Cristina en la primera emisión de “Aquí nos tocó vivir” allá por 1978:
“Nos
sentimos pues, victimados por la ciudad, pero creo que nunca nos hemos puesto a
pensar hasta qué punto nosotros la agredimos y la victimamos ¿cómo?, pues
pienso que, por ejemplo siendo apáticos, siendo indiferentes, no opinando ni
tratando de mejorar los problemas que la agobian. En este programa […]
intentaremos establecer un buen registro de esos problemas y ofrecer a ustedes,
a través también de sus opiniones, una posibilidad de soluciones”.