El Arado - La cómplice de los sueños por Francisco Peralta Hernández


Gracias Cristina por visibilizar y dar un espacio a todos aquellos suspiros cotidianos que, para los grandes medios, siempre pasan desapercibidos. Tu falta será insustituible. Queda pues, sumar desde nuestras trincheras y con nuestras luchas, a la ardua labor de conversar, compartir y seguir sembrando esperanza.


Hace un par de días este mundo se despidió de la grandiosa Cristina Pacheco, referente indiscutible del periodismo y la crónica nacional. Fue quizá, con su clásico programa “Aquí nos tocó vivir”, que todos nosotros pudimos conocerle a través de la labor de entrevista e indagación realizada en los rincones más pintorescos de México. 


Ya desde hace unos cuantos días, Cristina se despedía de los reflectores y nos dejaba las últimas emisiones de “Aquí nos tocó vivir” y “Conversando con Cristina Pacheco”. Transcurrieron 20 días del hasta luego para que nos encontráramos con el terrible adiós, una vez que sus hijas comunicaron la trágica noticia. 

 

Recuerdo que, hace algunos ayeres en una noche de sábado, mientras me dirigía hacia la cocina de la casa de mi abuela, escuché ese ritmo tan característico de Pérez Prado mientras ella observaba con atención el pasar de Cristina por un mercado. Esa noche, me quedé a su lado para escuchar las vivencias, los sueños y las esperanzas de los locatarios y algún que otro transeúnte despistado. Aquel día, como por accidente, conocí a Cristina y me maravillé por su acercamiento a la gente, por esas conversaciones tan diferentes y tan cálidas fuera de lo acostumbrado en la televisión mexicana. 


Desde entonces, he seguido su trabajo. Cada que la vida daba licencia observaba algún episodio de “Aquí nos tocó vivir” en YouTube o asestaba un clavado en su Mar de historias. Más tarde, conocí a José Emilio y la gran pareja se inmiscuyó en mi vida, por una parte, con la incansable labor de la crónica y la conversación y por otra, con la ardua labor novelística y poética. 

 

Cristina ha dejado en este mundo una extensa labor, una que debemos continuar desde otras trincheras. La idea principal de “Aquí nos tocó vivir” era contemplar de primera mano los problemas que aquejaban a la ciudad y cómo estos eran enfrentados desde los mercados, las panaderías, los tianguis y cualquier lugar en el que la resistencia y la esperanza eran el pan de cada día. Ella creía con fervor en que debíamos vencer la apatía pues esta era el principal lastre en el mejoramiento de nuestro entorno. 

 

Ahora, nos toca construir nuevos canales, nuevos espacios que nos permitan seguir acercándonos con la gente, aquella que existe porque resiste y, sobre todo, que sueña, trabaja y tiene fe en la construcción de un mundo mejor. 

 

Gracias Cristina por visibilizar y dar un espacio a todos aquellos suspiros cotidianos que, para los grandes medios, siempre pasan desapercibidos. Tu falta será insustituible. Queda pues, sumar desde nuestras trincheras y con nuestras luchas, a la ardua labor de conversar, compartir y seguir sembrando esperanza. 

 

Para cerrar, les dejo las palabras de Cristina en la primera emisión de “Aquí nos tocó vivir” allá por 1978: 

 

“Nos sentimos pues, victimados por la ciudad, pero creo que nunca nos hemos puesto a pensar hasta qué punto nosotros la agredimos y la victimamos ¿cómo?, pues pienso que, por ejemplo siendo apáticos, siendo indiferentes, no opinando ni tratando de mejorar los problemas que la agobian. En este programa […] intentaremos establecer un buen registro de esos problemas y ofrecer a ustedes, a través también de sus opiniones, una posibilidad de soluciones”.

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