Pospandémicas - Sobre antiquísimos intereses y nuevas necesidades en la educación universitaria peruana por Roger Park Ávila Vera

Roger Park Ávila Vera (UNMSM)
Contacto: avilaverarogerpark@gmail.com


En teoría, todas las universidades tuvieron que desplazarse hacia una modalidad de estudios que antes del coronavirus era impensable.


Allá, por el 2020, en un breve artículo de opinión enfatizamos los roles de juego de la política educativa peruana en la que se vio envuelta la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU). Cuatro años después las cosas no parecen haber cambiado.

 

Para entonces, nuestra exposición provino de la experiencia de ver arrebatada toda posibilidad de continuar con la propia educación universitaria. Básicamente, en el 2019, SUNEDU denegaría la licencia a la Universidad Privada Telesup, con lo cual la institución tendría que iniciar con su proceso de cierre. Esto sería un hecho que influiría en el futuro de todo su estudiantado. Si bien, en su momento, fue traumático ver tiempo y esfuerzo perdido, la supuesta buena voluntad de los representantes políticos por mejorar la calidad educativa peruana tuvo como consecuencia cierto tipo de racionalización para justificar la propia frustración.

 

Sin embargo, el advenimiento de la pandemia por coronavirus y las consecuentes medidas restrictivas cambiaron las reglas del juego también en la educación. En este sentido, podemos mencionar que la principal medida en torno a políticas educativas fue la virtualidad. En teoría, todas las universidades tuvieron que desplazarse hacia una modalidad de estudios que antes del coronavirus era impensable. La brecha digital que existía en ese momento hizo imposible que esta medida sea aplicable eficientemente de forma inmediata.

 

La virtualidad como tal era en realidad una modalidad incluso vista prejuiciosamente. Pero, esta se hizo necesaria ante la crisis sanitaria, principalmente, por la exigencia de una opción de educación que demandaba la sociedad peruana. Si enfatizamos esto último, lo que pasó en realidad es que el pueblo obligó al Estado a, por lo menos, reducir la brecha digital y de alguna manera encaminarnos dentro de la nueva era digital. En realidad, esto era completamente necesario incluso antes de la pandemia, solo que no éramos totalmente conscientes de eso para entonces.

 

Al ser esta modalidad de estudio aplicada a la educación universitaria, aquella se convirtió en un recurso que facilitó la continuidad de la universidad con licencias denegadas por SUNEDU. La justificación, en la práctica, era que aquel lapso que se establecía inicialmente para el cierre de las universidades no licenciadas había sido interrumpido por la pandemia por coronavirus.  Es decir, todas las universidades ante la pandemia tuvieron que cancelar sus servicios educativos en un primer momento. En este sentido, tanto universidades licenciadas como denegadas trabajaban en aparente igualdad de condiciones y lo que las diferenciaba era esa imagen que por el tema de la crisis sanitaria se subordinaba y olvidaba cada vez más, la de ser una “universidad no licenciada”.

 

Empero, esta imagen no es lo más importante, sino la reflexión que podemos hacer desde el presente. Primero, si la modalidad virtual antes de la pandemia era mal vista, ¿por qué hoy sigue siendo una de las más usadas desde entonces? Parece ser que la estructura del problema no recae en la modalidad, sino en los recursos que demanda el Estado tanto desde sus propias fuentes, como de aquellos que se exigen a las universidades privadas para su correcto funcionamiento. Lo cual no implica que se haya superado la brecha digital por completo. Segundo, ¿cómo es que hoy varias de las universidades no licenciadas siguen funcionando? El proceso de cierre fue extendido por motivo de la pandemia y de la supuesta dificultad que acarreó la responsabilidad de tales universidades para que su alumnado termine en el plazo preestablecido o, por lo menos, para direccionar a sus estudiantes a universidades licenciadas para que estos puedan seguir estudiando.

 

Lo que hoy se sabe es que todavía existen pugnas para que tales universidades tengan la posibilidad de volver a pasar por un proceso de licenciamiento. Esto se da en medio de los debates en el congreso peruano sobre el correcto funcionamiento de la SUNEDU. Esto debido, principalmente, a irregularidades en el proceso de licenciamiento de algunas universidades que perceptiblemente no cumplirían las condiciones básicas de calidad y de lo “anecdótico” que resulta el que se pueda asociar a varias universidades con el nombre de quienes detentan el poder, siendo así juez y parte.

 

Entonces, ¿para qué se inició todo este proceso de denegación de licencias? Tendemos a pensar que la estructura de la política educativa que, en la práctica, es la que realmente pone las reglas del juego bajo sus propios intereses tuvo como primera intención un proceso de selección no tan natural, un proceso de expiación de las universidades económicamente menos competitivas y con menor asociación política. Todo esto bajo el estandarte de la mejora de la calidad educativa, lo cual no implica negar que este como ideal sea más que justificado, pero, a la vez, no es una posición verdaderamente crítica si es que no se atiende a las bases materiales sobre las cuales se construye tal ideal. Lo que verdaderamente preocupa es la macroestructura sobre la cual se quiera edificar este tipo de proyectos. Lo que podemos seguir viendo en el mapa educativo universitario peruano es que universidades que no cumplen las “condiciones básicas de calidad” exigidas por SUNEDU siguen funcionando y extendiéndose “la vida” como son los casos de la misma Universidad Privada Telesup, Universidad Alas Peruanas y la nueva renombrada Universidad Garcilaso de la Vega.


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