¡Qué se sepa que ya no tenemos miedos! ¡Qué se vea que ahorita tenemos rabia! ¡Soledad Soto vive! ¡La lucha sigue y sigue! ¡Soledad Soto vive! ¡La lucha sigue y sigue!
Sin duda este día es agridulce. Desde el inicio
de la organización de la marcha hasta el culmen de la misma, una pregunta se
repite dentro de mi cabeza: ¿por qué nos reunimos tantas mujeres para luchar y
resistir en un mundo tan patriarcal, violento y feminicida? Deberíamos estar en
casa descansando con nuestras familias, abrazadas de nuestras madres, viendo
una película, en un día normal.
Pero no, nos toca salir a luchar. Impulsadas
por nuestras propias historias, o por esas miles de pesadillas que nos cuentan
nuestras amigas. Al frente de la marcha va caminando un contingente con el cual
nos solidarizamos, gritándoles: ¡no están solos! Son aquellas personas que, más
que traer un cartel bonito, llevan fotos, cartulinas con largos textos y los
retratos de personas que hoy no los acompañan. Son aquellos familiares víctimas
de feminicidio o desaparición forzada.
Soledad Soto Soto es uno de esos casos
desgarradores que puedes encontrar en Juárez. Una de esas cifras interminables,
una de esas fotos que puedes ver en la fiscalía con una nota que exige
justicia. Aquella mujer fuerte, respetada en la colonia, porque siempre daba lo
mejor de ella a su comunidad y familia, aquella que amaba a sus nietos, a sus
hijas, aquella mujer que viajaba por todo México. Se dice que de su casa salía
siempre una música de los Beatles, señal de que se encontraba en casa. Hasta
que un fatídico día nos arrebataron a Soledad, cambiándole la vida a toda su
familia, que no se ha cansado de buscar justicia. Su hija caminó hoy 7
kilómetros en la marcha para que su madre no se quedara en una cifra más de
este país feminicida. Gritaba el nombre de su madre, cargando un cartel para
que todos conocieran su cara, se aprendieran su nombre completo, la forma de su
cara, lugar donde le quitaron la vida y supieran que, hasta el día de hoy, desde
hace 6 años, no han tenido justicia.
Hoy más que nunca grito: ¡Soledad, escucha! ¡Tu
hija está en la lucha! Porque aquí está, poniendo frente, poniendo cuerpo y
alma, por ti, Soledad, y por todos aquellos que acompaña y está cuidando, que
al igual que ella tienen el mismo dolor.
Hoy recordemos por qué y por quiénes luchamos.
Luchamos por ti, Soledad Soto Soto, porque hoy 7 mil personas saben que Gustavo
Martín Del Campo Martínez te quitó la vida y que esta marea no va a parar hasta
que se haga justicia por ti.
Erisbeth, tu hija me enseñó que la lucha es más
que un día, que no solo basta con ponernos un pañuelo el 8 de marzo, sino que
es cosa de todos los días. Porque ella cada día ve los cuadros de los Beatles
en su casa que le recuerdan que la lucha sigue, y que a su puerta siempre
tocará alguien pidiendo encontrar a su familiar, que los domingos pueden ser
pesquisas y los lunes búsquedas en fosas clandestinas, haciendo papel de
abogada, forense, detective, médico, aguantando ver la cara del maldito que te
quitó la vida. Combate a diario contra la depresión y ansiedad, hasta pensar
que ya está cansada de cargar con tanto dolor, que sería mejor descansar y ya
no saber nada de esta vida que le tocó vivir, porque para ella como víctima no
ha existido un solo momento de paz, porque le es imposible volver a disfrutar y
ser plena. Desde el día que le arrebataron a su mamá ha tenido que levantar la
cabeza y luchar junto con aquellos que también piden justicia.
¡Que se sepa que ya no tenemos miedos! ¡Que se
vea que ahorita tenemos rabia! ¡Soledad Soto vive! ¡La lucha sigue y sigue!
¡Soledad Soto vive! ¡La lucha sigue y sigue!