Tenemos agua arriba de las rodillas. No podemos entrar a nuestras casas. Por las coladeras sale agua revuelta de inmundicias...
Qué mejor que colocar por
título un fragmento del poema “Tláloc”, de Efraín Huerta, pues Tláloc estará
presente en la narración como un observador atento. La actual Ciudad de México
ha tenido una relación compleja con el agua:
desde su fundación en medio de un lago, inundaciones provocadas por lluvias
intensas y ahora la escasez que padecemos actualmente. Aunque han habido varias
inundaciones que han puesto en jaque a
la Ciudad, como la de 1607 o 1629 —que no se iguala a ninguna otra ocurrida
aquí—, la última gran inundación ocurrió en el siglo XX…
Sí, en pleno
siglo XX.
Una Ciudad como esta que comenzaba a
modernizarse (“¡Oh, bendito seas Tú,
Milagro Mexicano! Tú que nos llevaste a la cima del progreso”), y cuyo
crecimiento demográfico aumentaba a un ritmo sin precedentes, puso en evidencia
que la demanda de servicios públicos aumentaba y que el abastecimiento de agua
no era suficiente a tal punto que gran parte de la población no contaba con
este líquido de vital importancia.
Aunque las inundaciones se habían logrado
controlar gracias a la construcción del Gran Canal durante el Porfiriato, el
canal quedó inutilizado aquella noche 15 de junio de 1951, día en que llovió a
cántaros. A este hecho le siguió el desbordamiento del Río Consulado que
terminó por inundar Tlatilco; después, siguió el desbordamiento del Río San
Joaquín. El regente Fernando Casas Alemán junto al Departamento del Distrito
Federal presagiaba lo peor y no parecía que habría final feliz para esta urbe.
Poco a poco la ciudad mostraba un escenario
francamente desolador. En la “avenida Juárez, frente a la Secretaría de
Relaciones, una niña y una persona ciega cayeron en una fosa en donde por poco
perecen ahogados" (mencionan fuentes periodísticas de la época). En
colonias como la Villa de Guadalupe, Santa Julia, Tacubaya y Tlatilco se
colocaron bombas para intentar disminuir el nivel del agua ya que este era
mayor en comparación con otras zonas.
El cine Savoy (ubicado en Avenida 16 de
septiembre) fue afectado cuando una de las paredes se abrió y las personas del
lugar salieron entre empujones por el temor a algún derrumbe que pudiera
ocurrir. Cecilia Espinosa Villegas menciona:
La colonia
Guerrero también se vio afectada por las lluvias; los vecinos se vieron en la
necesidad de llamar a los diarios para quejarse y exponer la gravedad del
problema: "tenemos agua arriba de las rodillas. No podemos entrar a
nuestras casas. Por las coladeras sale agua revuelta de inmundicias ..."
Para caminar por las calles de la ciudad “se
improvisaron pasillos con tablones y tabiques” (véase la Ilustración 1). Se culpó a los trenes de Buenavista y a la
refinería de Azcapotzalco de crear tapones de grasa por lo que “se requirieron
de taladros neumáticos para romperlos y recuperar los drenajes”.
La inundación en la capital duró diez días y
a pesar de que el gobierno tomó medidas para evitar la propagación de
enfermedades y muchas familias fueron reubicadas, el agua en la capital causó
serios problemas. Esta no sería la última inundación pues, si a partir de
septiembre de 1951 las lluvias habían cesado y para octubre el nivel del agua
había disminuído de manera considerable, a partir de junio de 1952 la ciudad
comenzaba a inundarse como consecuencia de las lluvias… Una vez más.
Para mayor información véase:
- Páramo, Arturo.
“Inundación histórica en la Ciudad de México”. Excelsior, 13 de julio de 2014. https://www.excelsior.com.mx/comunidad/2014/07/13/970607# [Visitado por última vez
el 22/03/2024].
- Espinosa Villegas, Cecilia. “Retrospectiva de las inundaciones en la Ciudad de México". Boletín Oficial del lNAH. Antropología núm. 62 (abril-junio de 2001): pp. 59-68. https://revistas.inah.gob.mx/index.php/antropologia/article/view/17664
Ilustración 1:Autor desconocido, Inundación en una de las calles de la Ciudad de México, se aprecian los
tablones para caminar sobre ellos, México, 1951, Archivo Excélsior.