La utilidad de esta obra se vio al ocurrir una inundación en la ciudad, en 1623, tras la crecida del río Cuatitlán que elevó el nivel del lago como una de las consecuencias —como dije antes— de la suspensión de esta obra.
El siglo XVII fue el siglo más mojado para la actual ciudad
de México pues tan solo en este siglo, se padecieron cinco inundaciones que
causaron graves consecuencias sobre la población, la economía y la ciudad
misma. Entre las numerosas inundaciones destacan la de 1604, la de 1607 o la de
1629 —por mucho la más grave de todas las acontecidas hasta este momento— que
obligó a las autoridades virreinales a elaborar un plan de acción para intentar
frenar las constantes crisis.
A causa de
esto se discutió el asunto del desagüe en la ciudad para buscar la manera de
drenar de manera paulatina el lago que tanto
mal causaba a la población. ¿Cómo resolver las obras del desagüe? Fácil,
construyendo obras de desagüe como lo fue el Tajo de Nochistongo o también
conocido como Desagüe de Huehuetoca.
Aunque se intentaron
obras hidráulicas para frenar futuras crisis, no se pudo impedir la inundación
de 1607. Luis de Velasco (hijo) se enfrentó a la situación y se discutió la
opción de construir las obras de drenaje, por lo que se comenzó a excavar el
canal de Huehuetoca. ¿Qué se pretendía con esta obra? Drenar el lago para hacer
que disminuyera el nivel del lago.
Entre 1607 y
1608 se abrió un socavón en Huehuetoca para construir un desagüe artificial,
“mediante el cual se desviaban las aguas del río Cuatitlán hacia el cauce del
río Tula”. Este proyecto estuvo a cargo de Enrico Martínez y del matemático
jesuita Juan Sánchez. La primera fase de la obra se construyó en diez meses
requiriendo de la mano de obra de unos 60, 000 indígenas para excavar el túnel
y el canal de doce kilómetros.
Aunque para
el virrey era una gran obra, la realidad es que un grupo de hidrólogos —con
Ildefonso Arias a la cabeza— criticaron la obra pues consideraban que no tenía
la profundidad suficiente para lograr drenar el lago. Posteriormente, en 1614
llegó otro hidrólogo, Adrián Boot, desde Alemania, que consideró la obra como
inútil y creía necesario preservar las lagunas abogando a favor de una
convivencia entre ciudad y agua tal como ocurría en Venecia. Enrico Martínez no
aceptó esta opinión y argumentó que con 110, 000 pesos el desagüe quedaría bien
por lo que el cabildo aceptó su proyecto.
Finalmente, este desagüe
fue desechado por el virrey de Gálvez hacia 1623 ya que creía que no sirvió
ordenando así su suspensión. La utilidad de esta obra se vio al ocurrir una
inundación en la ciudad, en 1623, tras la crecida del río Cuatitlán que elevó
el nivel del lago como una de las consecuencias —como dije antes— de la
suspensión de esta obra. Varias obras sucedieron a este primer intento por detener
las inundaciones que desde el siglo XVI causaron estragos en la capital
novohispana, pero estas inundaciones y otras obras las veremos en otra ocasión…
Para saber más:
● Boyer, Richard Everett. La Gran Inundación. Vida y sociedad en la
ciudad de México (1629-1638). México: SepSetentas, 1975.
● Fernando Ramírez, José. Memoria acerca de las obras e inundaciones
en la ciudad de México. México: INAH, 1976.
Barbosa, Mario y Salomón González (coords.). Problemas de la urbanización en el Valle de
México, 1810-1910. Un homenaje visual en la celebración de los centenarios.
México: UAM, 2009.