Parte importante de la divulgación histórica es la constante ampliación de mis horizontes como historiador. En el sentido de romper con los moldes tradicionales que muchas veces se limitan a la docencia, centrada en la memorización y líneas del tiempo, o la investigación, aspiración que gira alrededor de un gran título de igual vitoreada institución. Es por eso que, desde mi posición como divulgador, siempre he tenido la inquietud de interconectar mi conocimiento histórico con la literatura, las redes sociales, el contenido audiovisual y, ¿por qué no?, los títeres.
Fue por aquel lejano 2021 en la Ciudad de México, recluido en mi celda de foráneo, cuando decidí a empezar a explorar el contenido digital. Era abril y recuerdo que, en Ciudad Juárez, se venía gestando un movimiento de resistencia en defensa del Parque Federal El Chamizal. Un icónico sitio de la frontera que tiene por antecedente, haber sido el único territorio devuelto por Estados Unidos a México debido al movimiento del caudaloso río Bravo. Para colmo el empresariado de la región, tan “inteligente” y “bondadoso”, tuvo la maravillosa idea de convertir el antiguo caudal del río en una plancha de concreto para un Centro de Convenciones.
Observando la coyuntura, desde el centro de la República y buscando la manera en aportar un granito de arena, es que me di a la tarea de escribir un cuento histórico para relatar precisamente la importancia de un lugar como El Chamizal. Con manos a la obra fue que decidí grabar un video para YouTube, donde mi voz aparecía narrando mientras una serie de imágenes históricas iban sucediéndose. Ese primer “videocuento” publicado un 25 de abril de 2021, lo firmé bajo el seudónimo de Tlacuache Cuentero.
Desde ese momento, nació un personaje que funcionaría como narrador de las incontables historias que se cruzaran por mi cabeza. En definitiva, influyó que para ese momento estuviera en mi segundo semestre en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la cual tiene por insignia al tlacuache. Siendo que, según la leyenda, si te topas a un tlacuache por tu camino es buen augurio para tu titulación. Es así que ese animal rondaba por mi mente en esos días.
Bien conocido es el mito mesoamericano del tlacuache como el Prometeo americano, pues ahora lo inmortalizaba con la facilidad de la pluma en cuentero. Con ese ímpetu fue que cinco días después, apareció un nuevo video con el cuento intitulado Sueños en el desierto, donde abordo el tema de la migración desde la perspectiva de las infancias. Debo agradecer a Isaac Montes, amigo desde la preparatoria, quien le echó una mano a ese novel de lo audiovisual.
Lo de “cuentero” vino por analogía con la labor del historiador, ya que esto último me parecía largo y poco atractivo es que busqué una alternativa. Tras una reflexión interna sobre el oficio en el que me sumergía, pensé en esa necesidad de nuestro gremio por contar historias, dicho de manera simple y sencilla. No podía ser mejor apellido para bautizar a mi recién nacida creación.
Fueron esos dos primeros pasos con los que nació el Tlacuache Cuentero, no fue sino hasta un año después que lo mandé a realizar con la grandiosa compañía juarense de títeres La Charca. Para esto debo agradecer el cariño puesto por Jesús “Chuy” García en la confección de mi idea con hilo y tela.
Ahí quedó esperando el Tlacuache Cuentero, durante un año y medio por un poco de falta de decisión y por temor a lo nuevo. Fue hasta diciembre de 2023 junto a Francisco “Paco” Peralta que decidimos hacer un primer video de Tik Tok, para promocionar la ENAH rumbo al examen de admisión del 2024. A partir de ahí fue que empezamos a utilizar al Tlacuache Cuentero, para documentar las travesías del Laboratorio de Imaginación Histórica.
Lo cierto es que no soy un profesional en el manejo de títeres y marionetas, pero ha sido una aventura de lo más divertida poder experimentar una nueva forma de divulgar. Haciendo que nuestro contenido llegue a otros públicos y buscando nuevos mensajes por dar. Incluso puedo decir que ese espíritu infantil de curiosidad, sigue más vivo que nunca. Eso es lo que como juventud historiadora debemos motivar, nuevas formas de llevar a cabo nuestra labor y no temer de dar el salto a lo desconocido. Al final de cuentas uno nunca sabe junto a quien puede terminar contando historias.
Agradezco a ese alegre tlacuache que me ha enseñado a imaginar historias nuevas.