El Inventario del ayer - Alejandro Magno y la Septuaginta: La Vida de Alejandro Magno por Stephania Danaé Aguilar Hernández


Se decía que el verdadero padre de Alejandro era Júpiter, se decía que descendía de los dioses y héroes como Hércules y Aquiles. Según los griegos tenía el don de los dioses, la belleza.


Alejandro III de Macedonia nació en Pela, antigua capital de la comarca macedonia de Pelagonia en el mes de octubre del año 356 a.C. Hijo de Filipo II de Macedonia y Olimpia de Epiro, su progenitor encontrándose en Samatracia conoció a la huérfana Olimpia (Polixena) enamorándose de ella y al obtener el permiso de su hermano Arymbos, la tomó como esposa. Olimpia era decidida y violenta, vigiló de cerca la educación de sus hijos Alejandro y Cleopatra, transmitiendo en ellos su propia ambición.


Así fue la vida de Alejandro, su poder se elevó con gran rapidez y luego se desvaneció. Se decía que el verdadero padre de Alejandro era Júpiter, se decía que descendía de los dioses y héroes como Hércules y Aquiles. Según los griegos tenía el don de los dioses, la belleza. Siendo sano y robusto, encarnaría el prototipo de mancebo ideal: hombre joven soltero, mostrando desde muy pequeño, los rasgos de su carácter.


Tuvo como primeros maestros al oficial macedonio y diádoco, Lisimaco, quien le inculcó su afición hacia Homero, realizando comparaciones entre Filipo, Peleo y al mismo Alejandro con Aquiles, siendo su modelo a seguir; otro de sus maestros fue Leónidas. Ambos fueron rigurosos pedagogos que sometieron a Alejandro a una infancia disciplinada, nada que fuese superfluo ni frívolo, esto moldeó su carácter para que tuviese dominio de sí mismo y de sus actos.


El emperador Filipo III al encontrarse alejado por diversas campañas militares, decidió encargarse personalmente de la educación de su hijo, descubriendo a un niño inteligente, valeroso, lleno de criterio, extraordinariamente dotado, interesado en lo que ocurría a su alrededor y con tan solo doce años.  


Alejandro se sabía de memoria la Ilíada y parte de la Odisea, además de Homero sus poetas favoritos eran Píndaro y Etesícoro. También era bueno tocando la Lira y demás instrumentos, supo ganarse la admiración y adquirió tal popularidad que los súbditos comentaban que Filipo seguía siendo su general, pero que su rey ya era Alejandro.


Alejandro, Antípatro y Alcímaco fueron nombrados delegados de Atenas para gestionar el tratado de paz, fue entonces cuando vio por vez primera Grecia en todo su esplendor, la Grecia que había amado a través de Homero, la tierra de la cual Aristóteles le había transmitido su orgullo y su pasión. En su breve permanencia le fueron tributados grandes honores, allí asistió a gimnasios y palestras, se ejercitó en el deporte del pentatlón, bajo la atenta y admirativa mirada de los adultos, Alejandro era bueno en las carreras y los ejercicios físicos tal como lo era Aquiles.


Se casó con Roxana durante una campaña en Bactra, de esta unión nacería póstumamente Alejandro IV, su único hijo. También se casó con Estatira, en Susa, cuando llevado por su afán de integración racial, hizo celebrar varios matrimonios entre sus soldados macedonios y mujeres orientales. Estatira era la hija mayor de Darío III; Dripetis, casada también entonces con Hefestión, la menor. Confiaba en Tolomeo su hermanastro y oficial de su alto mando. También tenía en Nearco, uno de sus oficiales, un camarada y amigo desde la infancia. Pero Hefestión había sido más que todos ellos su amigo, sobre todo un hombre inteligente que compartía sus ideas, ambos experimentaban una admiración recíproca.


La muerte de Hefestión en octubre de 324 a.c, mientras se hallaban en Ecbatana, le causó un dolor tan hondo que fue decayendo hasta su propia muerte, ocurrida pocos meses después. Alejandro antes de morir por fiebre palúdica en junio de 323 a.c., en un decadente zigurat de Bel-Marduk, entregó su anillo real a Pérdicas, su lugarteniente desde la muerte de Hefestión. Tenía treinta y tres años.

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