Los mitos del tlacuache - Mi origen por Austin Tlacuache

Austin Tlacuache (Cuicuilco)

En ese contexto, el tlacuache representa la astucia y la supervivencia, cualidades que los pueblos antiguos veían como esenciales en su vida cotidiana. Y aunque don Alfredo no me lo decía directamente, estoy convencido de que en sus estudios también había algo de nosotros, los tlacuaches reales, en su visión de este animal mítico.

Me llamo Austin. Soy un tlacuache amante de la historia y la arqueología, y hoy quiero contarles la historia de mis orígenes, una que se entrelaza con la de mi abuelo adoptivo, el ilustre Alfredo López Austin.


Todo comenzó cuando mi mamá, una tlacuacha aventurera, se encontraba paseando por la zona arqueológica de Cuicuilco. En su lomo, cargaba a sus crías, entre ellas, yo, un pequeño tlacuache curioso. Aquel día, mientras mi mamá exploraba las antiguas ruinas, se cruzó con un hombre que parecía estar buscando algo más allá de esas piedras empolvadas. Ese hombre era Alfredo López Austin, el gran mesoamericanista, quien estaba allí haciendo trabajo de campo para su libro Los mitos del tlacuache.


En un momento de descuido, caí del lomo de mi madre y me encontré cara a cara con el historiador. él en lugar de ignorarme, me tomó con cuidado, me sacudió el polvo y, me devolvió a mi mamá. Desde entonces, mi familia y yo lo acompañamos en sus recorridos por Cuicuilco, mientras él compartía con nosotros todas sus historias y conocimientos sobre la cosmovisión mesoamericana.


Nos hablaba de dioses antiguos, mitos fundacionales, y del profundo vínculo que los pueblos mesoamericanos tenían con la naturaleza y el universo. No solo aprendí sobre historia y arqueología en esos paseos, también escuché relatos sobre los pueblos, dioses y héroes mesoamericanos, sobre sus hazañas y el papel que los mitos jugaban en las comunidades indígenas. Entonces entendí que mi abuelo Alfredo había recorrido muchos caminos intelectuales en su búsqueda por entender a esos dioses, y su libro, Los mitos del tlacuache, era una prueba de esa incansable búsqueda.


En el libro, don Alfredo explica cómo el mito del tlacuache, un personaje travieso pero sabio, es parte integral del pensamiento religioso mesoamericano. En ese contexto, el tlacuache representa la astucia y la supervivencia, cualidades que los pueblos antiguos veían como esenciales en su vida cotidiana. Y aunque don Alfredo no me lo decía directamente, estoy convencido de que en sus estudios también había algo de nosotros, los tlacuaches reales, en su visión de este animal mítico.


Pero volvamos a aquel día en Cuicuilco. Aunque entonces éramos solo crías, mi mamá sabía que un nombre en particular ya estaba destinado: Austin, el pequeño tlacuache que había sido sostenido por don Alfredo y que, atento, escuchaba las historias de los dioses mesoamericanos como si pudiera entender cada palabra. Mi madre eligió mi nombre en honor a nuestro abuelo adoptivo y mentor, quien nos había mostrado no solo la relevancia de la super área cultural mesoamericana, sino también el valor de disciplinas como la historia y la arqueología para entenderla.


Gracias a esos recorridos por Cuicuilco, crecí sabiendo que la historia no está hecha solo de grandes civilizaciones o campañas bélicas. Aprendí que los pueblos mesoamericanos dejaron un legado de cosmovisiones profundas, todo ello codificado en sus mitos, rituales y un sinfín de manifestaciones culturales. Creo que es precisamente este legado lo que don Alfredo buscaba comprender a través de su obra, a través de sus estudios etnográficos, arqueológicos e históricos.


Así que aquí estoy, Austin, un tlacuache historiador, siguiendo los pasos de mi abuelo en la misión de transmitir el conocimiento sobre Mesoamérica. Don Alfredo nos dejó a nosotros, los tlacuaches, un lugar en la historia como seres mitológicos. Y cada vez que miro las estrellas o camino entre las ruinas de alguna antigua ciudad mesoamericana, sé que su voz sigue ahí, contándome las historias que él, a su vez, aprendió de otros grandes maestros.


Con esta columna, quiero rendir homenaje a mi abuelo, quien hizo posible que un pequeño tlacuache como yo, pudiera entender y valorar lo relevante de las civilizaciones mesoamericanas.


Austin

 

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