Rescatar ese pasado histórico, donde científicos e ingenieros con su impulso intelectual, le dieron una identidad propia a México.
Lo que
realizamos en la vida adulta, muchas veces es un reflejo de nuestras
inquietudes de la niñez. Nunca se me olvidará la primera vez que tomé un libro
de astronomía o cuando entré a un laboratorio de química al cursar la secundaria.
Mi asombro fue inexplicable, al ver los aparatos científicos, como el
microscopio y los matraces.
Quiero
comenzar este artículo con dos citas, para hacer una reflexión, por medio del
historiador de la ciencia George Sarton, en su libro, Ensayos de historia de la ciencia. El primero:
Los
hombres de ciencia y técnicos quieren conocer los últimos resultados;
consideran anticuados los anteriores y los pasan por alto. El historiador de la
ciencia, en cambio, está interesado no solamente por los resultados últimos,
sino por toda la evolución que ha llegado hasta ellos y los ha hecho posibles.
Los últimos resultados son como la fruta nueva: sirven para satisfacer nuestras
necesidades, pero no podría crecer sin el árbol. El historiador de la ciencia
quiere conocer el árbol del saber con todas sus raíces y rama; saborear los
frutos de hoy, pero no más que los del pasado y los del futuro. (Ensayo… p.6)
El
segundo:
Los
métodos que usa el historiador de la ciencia son necesariamente los mismos que
usan los otros historiadores. Sin embargo, como de aplicarlo a los hechos y
teorías científicos, habrá de recibir una preparación científica a la vez que
adquiere la preparación puramente histórica. Es imposible interpretar los
testimonios de la ciencia sin poseer el adecuado conocimiento científico. La
dificultad de la historia de la ciencia está en que es necesario recibir una
educación doble: han hecho una mala labor los historiadores ignorantes de la
ciencia, por una parte, y por otra los científicos desconocedores de los
métodos históricos y hasta de su existencia misma. (Ensayo…p.8)
Mi propósito como investigador de la historia de la ciencia, principalmente en el área de las matemáticas, la física y la ingeniería actualmente, es rescatar ese pasado histórico, donde científicos e ingenieros con su impulso intelectual, le dieron una identidad propia a México. Si bien no hubo un Newton, Einstein o un Lavoisier, comprendieron sus ideas y fueron implementadas de acuerdo a las condiciones y problemáticas existentes en el país, esa es la finalidad de la ciencia, su utilidad de acuerdo a las necesidades coexistentes.
La historia de la ciencia, es una disciplina que nació recientemente a principios del siglo XX en pleno apogeo del positivismo. Es decir, es una disciplina nueva. Aunque anteriormente existía un interés en la historia ciencia, no tenía un rigor metodológico. Su objetivo era puramente para justificar sus teorías epistémicas y entender su campo de estudio a través del tiempo. Hasta ahora la historia de la ciencia como disciplina, tiene un mayor rigor de estudio en Europa, pero en México no es de esta manera, lo anterior se puede vislumbrar en el posgrado de la facultad de filosofía de la UNAM.
Al
entrar a la carrera de historia, llegué a pensar que no existía esta área en el
campo de la investigación. Fue de mi sorprender cuando en la materia de
Sociedad Colonial: Siglos XVII-XVIII, en una lectura del historiador Elías
Trabulse que trataba acerca del estudio y debates que giraban alrededor de los
cometas en el siglo XVII, se podía estudiar estos acontecimientos
históricos.
Una de las cosas que quiero recalcar y apoyado desde la segunda cita textual, la historia de la ciencia es la más interdisciplinaria de cada una de las ramas de la historia, por lo tanto, el historiador se convierte en un enlazador entre las dos ciencias. Sin embargo, es necesario tener noción tanto de las ciencias sociales y exactas, de lo contrario se representaría una historia imparcial e incompleta. También se caería en anacronismos, al analizar y comparar la ciencia del pasado, como si fuera actualmente.