El Tlacuilo - Mr. Beast en Calakmul: ¿espectáculo u oportunidad? por Luis Daniel Miranda García


Divulgar no es simplificar, es construir puentes. Implica traducir el conocimiento experto en experiencias accesibles, participativas y emocionalmente significativas. ¿Queremos que el patrimonio importe a más personas? Entonces debemos contar historias, promover talleres, generar recorridos con sentido, involucrar a comunidades, usar un lenguaje que no ahuyente...


En estos dias hemos sido testigos de la visita del youtuber Mr. Beast a la Zona Arqueológica de Calakmul —así como a Balankanché y Chichén Itzá—  misma que ha detonado un intenso debate dentro de nuestro gremio, el de quienes nos formamos como historiadores, arqueólogos, antropólogos o etnohistoriadores. En su video, publicado en su canal con más de 330 millones de suscriptores, Mr. Beast agradece públicamente al Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), a la gobernadora de Campeche, Layda Sansores, y a la secretaria de turismo, Josefina Rodríguez, por autorizar la “reproducción” de contenido en estos sitios.


Desde entonces, he podido darme cuenta que sobre este asunto existen dos posturas encontradas. Por un lado, muchos colegas señalan el trato preferencial a figuras extranjeras con poder económico, quienes acceden con aparente facilidad a espacios arqueológicos donde a los propios investigadores se les colocan múltiples trabas burocráticas. Recordemos el caso del MUNAL, donde unos funcionarios de la 4T tuvieron a bien casarse en ese recinto haciendo uso de contactos y favores para utilizar un inmueble, patrimonio de todos los mexicanos a su conveniencia, con esos antecedentes ¿Cómo no pensar que el caso de Mr. Beast es algo similar? ¿Cuántos trámites engorrosos y meses de espera enfrenta cualquier académico que busca trabajar o difundir contenido relacionado con el patrimonio? ¿Por qué parece que basta con tener millones de vistas para recibir trato exprés? Sin duda, estas interrogantes son consigna y la autoridad del Estado de Campeche, la secretaria de turismo y el INAH deben salir a explicar en que condiciones se le dio permiso al influencer.


Me parece que el malestar no es menor. A menudo sentimos que desde nuestras trincheras estamos dando una batalla cuesta arriba: producir conocimiento, divulgarlo, proteger el patrimonio... mientras vemos cómo las prioridades institucionales se acomodan al interés de particulares y no a las investigaciones de los colegas del gremio. Se cuestiona con razón, la ausencia de una verdadera política de difusión del trabajo arqueológico e histórico desde el Estado y el propio INAH. A esto se suma el hartazgo legítimo de muchos cuadros que ven cómo, en lugar de fortalecer las labores sustantivas del instituto —investigar, proteger y difundir—, se opta por concesionar la imagen del patrimonio a creadores de contenido viral, como pudo ser el caso con Mr. Beast. Y sin embargo, creo que sería ingenuo de nuestra parte ignorar el otro lado de la moneda.


A las 3 de la tarde del 12 de mayo, el video de Mr. Beast ya acumulaba más de 45 millones de vistas y casi 50 mil comentarios. En muchos de ellos, personas mexicanas agradecían el contenido, admitían no conocer Calakmul y celebraban “ver los tesoros de México” desde sus pantallas. ¿No es esto también parte de lo que buscamos cuando hablamos de difusión?


Aquí es donde propongo hacer un ejercicio de autocrítica. ¿Qué estamos haciendo —desde la academia, el INAH o la ENAH— para que la gente sienta que el patrimonio también es suyo? No basta con denunciar malas prácticas. Debemos preguntarnos, también, si hemos logrado que nuestras publicaciones, investigaciones o productos comunicativos conecten realmente con el público. En muchos casos, la respuesta es dolorosa: no, pues quizás nuestros propios intereses como investigadores no son de interés publico.


El INAH, desde su fundación en 1939, tiene como mandato la investigación, conservación y difusión del patrimonio arqueológico, histórico y antropológico. A lo largo de su historia, ha contado con cuadros excepcionales formados en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que han defendido el valor de nuestra historia y patrimonio. Sin embargo, hoy carecemos de ideas innovadoras, al tiempo que reproducimos el conservadurismo de tachar distintos intentos de divulgación histórica de fetichismo del patrimonio.


El área de difusión del INAH, aunque ha producido materiales valiosos —paseos virtuales, videogramas, publicaciones—, no siempre logra el alcance que hoy tienen personajes como Mr. Beast y otros youtubers o tiktokeros. Quizá ha faltado asumir con más claridad que la divulgación no es un “extra”, sino parte esencial del quehacer académico. Y es ahí donde entra una propuesta que urge reivindicar: la divulgación significativa.


Como enseñaba el arqueólogo Manuel Gándara, divulgar no es simplificar, es construir puentes. Implica traducir el conocimiento experto en experiencias accesibles, participativas y emocionalmente significativas. ¿Queremos que el patrimonio importe a más personas? Entonces debemos contar historias, promover talleres, generar recorridos con sentido, involucrar a comunidades, usar un lenguaje que no ahuyente. Y sí: también explorar nuevas plataformas donde está el interés público.


Criticar la presencia de Mr. Beast en Calakmul sin revisar nuestras propias omisiones es un ejercicio incompleto. Lo que él hizo —con todo y sus limitaciones— lo podríamos estar haciendo nosotros —con sus variantes—. Solo que, en muchos casos, ni siquiera lo intentamos.


Hoy 13 de mayo por la mañana, el INAH ha comunicado lo siguiente:


“a pesar de la información distorsionada ofrecida por el youtuber, la difusión de esta clase de materiales puede motivar el interés en audiencias jóvenes de México y el mundo para conocer nuestras culturas ancestrales y visitar los sitios arqueológicos que son un valioso patrimonio nacional, acercándose a interpretaciones apegadas al conocimiento científico y a la debida apreciación de nuestras culturas originarias”.


Es verdad que, Mr. Beast tiene grandes números en redes sociales, posee una plataforma que sin duda alguna podría representar una oportunidad para difundir el patrimonio de México e incentivar el turismo, sin embargo, quienes dedican tiempo y esfuerzo para divulgar nuestro pasado, consideran insuficiente la justificación del instituto, pues se pensaría que el youtuber muy fiel a su estilo, pudo haber aportado o donado un apoyo al instituto que se ha quedado corto en satisfacer sus necesidades y en cumplir al cien por ciento sus actividades sustantivas.


Finalmente ¿Hubo irregularidades? Si las hubo, deben señalarse y sancionarse. Pero si no las hay, no basta el enojo: hay que responder con propuestas. Difundir no es traicionar el rigor. Divulgar no es trivializar. Es, quizás, lo más sensato que podemos hacer hoy para dignificar nuestra labor. Si el patrimonio nos importa, hagámoslo importante para más personas. ¿Tienes colegas que hacen divulgación? ¿Si? APOYALOS.


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