Emiliano
Martínez Arrazola (UNICACH)
Correo:
emimarraz41@gmail.com
Hoy le pido a lo que no puedo ver o sentir que mi voz resuene en memorias ajenas, que mi nombre se queme en palabras futuras de aquellos a los que no conoceré...
En estos días me levanto y pienso: ¿Cómo nuestra
voz, cada día se atenúa más y más? Observo a mis contemporáneos, enfatizando en
sus nulas ganas por ser conscientes de su contexto social y la falta de empatía
que en nuestra tierra se percibe.
Me levanto, veo un mundo ajeno al de mi burbuja,
veo bombardeos en el Medio Oriente justificándose sobre un anticuado libro, veo
naciones y líderes movidos por dinero e intereses que no representan lo que
hipócritamente predicaron, veo como la historia cada vez tiende a repetirse
confirmando así aquella famosa frase que habla de la ignorancia y la condena
del inadvertido sobre el suelo que pisa.
Tengo dieciocho años, me levanto con
incertidumbres hacia el futuro, esclavo de mis pensamientos y dueño de lo que
callo, hoy quiero hablar con la voz firme aclarando que me alzo por mí mismo y
presentando mis palabras ante un supuesto alguien.
Soy de una generación demasiada despierta como
para dudar de lo que nuestros papás nos inculcaron, poco armados y con muchos
martirios de aquellas voces pasadas, aquellas acciones que hoy en día nos
resuenan, aquellos ecos que hacen aparición en una conciencia colectiva
marginada, una que está a la espera de una inmediata resolución.
Nos mantenemos tan a la deriva, a la espera de
que algo o alguien salvaguarde la integridad de aquellos que solo vemos a
través de pantallas y medios amarillistas, medios que buscan enaltecer la
figura de regiones que convenientemente, apoyan frágiles ideales de un presente
agonizante, hoy tengo las herramientas, hoy, desesperado, busco ayuda mientras
ignoro heridas internas que hacen que mi lucha se traduzca a la mi capacidad
por levantarme de mi cama.
Advertido de mi privilegio busco consuelo en
imaginarios personales, pienso en si el día de mañana disfrutaré más de la
música que aleatoriamente escucharé; en esa contradicción se resumen
pensamientos de un débil semblante con aspiraciones utópicas. En mi mente hay
sentido, entre el desorden neuronal encontraré un camino, uno tal vez recto o
más curvado, pero uno que finalmente llegue a traerme claridad, esa a la que
tanto empeño le pongo y cada vez, veo menos probable.
En las inmediaciones de mis paredes encuentro
misterios y miro al cielo en busca de encontrar una nueva figura hecha de
humedad, todo para que al final, retome conciencia con lo que me rodea como
estudiante y habitante de un país cada vez más hundido en sus propios caprichos
mal estructurados y peor ejecutados, un país que busca con insistencia un
perdón por lo acontecido hace cinco siglos y a lo que debemos que entendamos el
español.
Esta posición me ha válido discusiones ante la
gente más arraigada, los entiendo, entiendo sus ideales y entiendo que el
sistema que constantemente nos obliga a culpar a otros nos hace actuar como si
el enemigo se tratase de los fantasmas colonizadores que Mesoamericana arropó.
Quiero y planeo ser historiador para tener un
título que respalde mis pensamientos y opiniones ante temas de la actualidad,
tristemente estoy en un contexto en donde me encuentro limitado por la idea
colectiva de que la edad está completamente ligada a la madurez, y que su
contradicción es casi tan real como efectivamente creer que la luna está hecha
de queso.
Hoy le pido a lo que no puedo ver o sentir que
mi voz resuene en memorias ajenas, que mi nombre se queme en palabras futuras
de aquellos a los que no conoceré, quiero ser pensamiento fugaz de eterno
desconocido, solo así sabré si nunca cumplí la meta por la cual un martirio
autoimpuesto cargo.
Me alegra ser yo y ser consciente de lo que me
rodeo y decido que me rodee, soy eterno fanático de los logros de alguien más, aquellas
cosas que fungen de mi motor diario para seguir adelante, seguir sabiendo que
aún me queda mucho camino que recorrer y que ahora más que nunca, quiero ser
alguien.
Gracias.