Más allá de preguntarse si el término en forma de insulto encaja o no con la ideología de la persona o grupos de personas, considero que habrá de establecer en un primer momento la identificación de los autores o grupos que sostienen dicha afirmación, para luego observar a quiénes se les dirige dicho mensaje, en qué circunstancias y bajo qué esquemas y valores culturales, pues la suministración y replicamiento de estas imágenes estereotipadas tiene como telón de fondo la invención hegemónica del otro.
A mi juicio,
comenzaré esté escrito por enumerar algunos de los múltiples enunciados de
denostación que he escuchado a lo largo de mi estancia dentro de la ENAH, los
cuales están dirigidos a intentar calificar a cada una de las licenciaturas que
se imparten dentro de la institución:
- “No deberían existir los de etnología, pues entre esta y la antropología son la misma vaina”
- “Antropología social está lleno de pseudo hippies progres, con aires de superioridad moral”
- “Los de antropología física se sienten superiores por saber tantitas matemáticas y biología, su pensamiento es bien decimonónico”
- “Los de lingüística se creen superiores, son unos nerdos, para ellos todos son débiles de cerebro menos ellos”
- “Los de arqueología están bien lerdos para hacer crítica de fuentes”
- “En etnohistoria no saben qué hacen, ni siquiera existe, ni es historia ni es antropología”
- “Historia está lleno de fachos”
Como el lector
perspicaz habrá notado, la anterior lista de enunciados se enmarca dentro de
una estructura y estrategia discursiva de deslegitimación y de una búsqueda
constante de situar a los actores dentro de la forma binaria de
superioridad-inferioridad. Los ejemplos que aquí se recogen se desarrollan
dentro de los así llamados interdiscursos,
noción que recojo a partir de la sociocrítica, desde su perspectiva
materialista histórica y desde la crítica basada en el pensamiento bajtiniano
para comprender la producción y circulación de los discursos.
Ahora bien, lo que se busca con la
representación de imágenes estereotipadas es señalar los límites entre un
“nosotros” y los “otros”, de ahí que se restrinja la acción de pensar en
términos diferentes a los que proporciona el discurso. Lo anterior deriva en
determinadas consecuencias dentro del desarrollo de las diferentes relaciones
políticas y sociales dentro de la ENAH, alimentando así la negatividad hacia
los “otros”. La efectividad de esos discursos se comprueba en la medida en cómo
organizan las acciones y regulan las relaciones de poder entre los diferentes
actores.
En ese sentido,
habrá que preguntarse ¿en qué medida es que a los actores políticos y sociales
se les priva de su legitimidad en relación a lo que se les atribuye?, de ahí
que, dentro de estas jerarquías de pertenencia y de esquemas de clasificación
que derivan en mecanismos de exclusión o deslegitimación, la frase que más
llama mi atención es la que intenta describir a la disciplina a la cual
pertenezco: “Historia está lleno de fachos”.
Como algunos de
los lectores estarán familiarizados, el origen del término se encuentra dentro
de la lengua italiana. Luego de la unificación italiana durante la segunda
mitad del siglo XIX, la palabra fascio
recogió su sentido de la traducción del latín de la palabra faces, símbolo del poder republicano en
la antigua Roma. El faces era la
unión de 30 varas de abedul u olmo, una por cada curia de la antigua Roma, por lo que el significado del poder
mediante este haz de varas es el de “la unión hace la fuerza”,
consecuentemente, los sindicatos obreros utilizaron el término fascio para describirse a sí mismos,
para más tarde ser retomado en 1890 al dar sentido a los diferentes partidos
políticos que se fueron configurando durante las siguientes dos décadas.
Sin embargo, el
significado peyorativo del mismo tiene su origen en el momento en que es usado
en Milán en el año de 1919 por los Fasci
italiani di combattimento, organización política que tenía como tarea
reventar las huelgas obreras, y que más tarde sería el corazón del Partido
Nacional Fascista de Benito Mussolini. Con la radicalización de sus integrantes
y luego de que Mussolini llegase a encabezar el gobierno, y con el ejercicio
del poder de manera violenta para la eliminación de la oposición, así como de
la creación de un Estado totalitario, el término “facho” adquiere un sentido
autoritario y antidemocrático.
Más allá de preguntarse si el término en forma
de insulto encaja o no con la ideología de la persona o grupos de personas,
considero que habrá de establecer en un primer momento la identificación de
los autores o grupos que sostienen dicha afirmación, para luego observar a
quiénes se les dirige dicho mensaje, en qué circunstancias y bajo qué esquemas
y valores culturales, pues la suministración y replicamiento de estas imágenes
estereotipadas tiene como telón de fondo la invención
hegemónica del otro. Y como los fachos de historia habrán podido observar,
el ejercicio que invito a realizar es parecido a lo que implica la práctica de
los fundamentos de la disciplina de la historia, es decir, la reflexión y el
análisis sobre los discursos que componen a nuestra disciplina, de las
estrategias retóricas y de las tradiciones intelectuales seguidas por sus
autores, así como de las estructuras sociales y culturales que median la
formación discursiva, en suma, y más allá de eso, se trata de la exigencia
misma de la reflexión historiográfica.
Las implicaciones
políticas que se derivan del ejercicio historiográfico no se circunscriben sólo
a proveer a la sociedad de una representación temporalizada de sí misma, si no
que como objeto e instrumento cognoscitivo se abre a la pregunta ¿qué es lo que
produce?, y, aplicado a la reflexión de este pequeño escrito, la frase “Historia
está lleno de fachos”, se deriva la necesidad de determinar los márgenes de
legitimidad de dicha representación.
Si se nos dice
“fachos” no es porque seamos autoritarios y antidemocráticos, si no que en este
mismo ejercicio de privación del “otro” lo que se busca en el fondo es
deslegitimar nuestro escepticismo
frente a un orden político que se identifica a sí mismo como verdadero y justo,
somos fachos porque reconocemos esos mecanismos de inclusión/exclusión y, al
querer enunciarlos, lo único que queda para ese “nosotros” es revertir dicho señalamiento
mediante hacer querer ver la verosimilitud de su legitimidad.