Pospandémicas - Repensando la violencia de género en pandemia por Roger Park Ávila Vera

Roger Park Ávila Vera (UNMSM)
Contacto: avilaverarogerpark@gmail.com


Olvidar el ayer, en este caso específico, la estadística que se manejaba antes de la pandemia, e interpretar convenientemente la situación crítica de la pandemia como justificación del mal manejo de decisiones de las autoridades pertinentes convierte a tal olvido en un silencio cómplice.

 

Qué tan necesario puede ser expresar aquellas reflexiones que recorrieron sutilmente nuestras mentes, pero que quedaron subordinadas ante la emergencia de la pandemia por coronavirus. La oportunidad apremia para ensayar, esperemos, por lo menos parcialmente doce respuestas. Una de estas la hemos abordado no hace mucho, de forma muy específica y desde una perspectiva teórica de la cual nos alejaremos tan solo un poco bajo la intención de hacerlo más personal.

 

En el artículo “El cuerpo femenino, confinado y violentado: repensando La otra pandemia en casa desde una relectura de M. Merleau-Ponty y S. De Beauvoir” presentamos un estudio realizado por el mismo Estado Peruano como un instrumento poco crítico y hasta sospechoso. Tal estudio presenta resultados que no configuran el problema estructural de la violencia de género, centrándose en la presentación de datos en el contexto de pandemia. Nuestra crítica deriva en contra de cualquier tipo de excusa que presente como repentina e incalculable las consecuencias de la pandemia como razón por la cual las cosas empeoraron.

 

Básicamente, esto último puede ser el talón de Aquiles de cualquier argumentum post pandemiam y, a la vez, el recurso para las reflexiones que intentamos esbozar. Nuestro análisis recorre dos razonamientos que bien pueden haberse formulado como preguntas a estudiantes de educación básica: ¿el confinamiento podría mejorar la situación entre violentador y violentado? ¿acaso antes de la pandemia la violencia de género no iba también en tendencia creciente? Pero, no. Por alguna razón podemos interpretar que las víctimas terminan siendo olvidadas, y es así como podemos proyectar sutilmente un par de ideas más.

 

Este olvido, la poca o nula identificación con los violentados, parece ser producto de un desinterés por un grupo de alguna manera marginado por el mismo Estado. Si bien este se encuentra obligado a generar alguna representación mental ante la sociedad en la cual se vea asociado la ayuda que brindan a los más vulnerables, el hecho de no alarmarse ante algunos registros ceros de reportes sobre violencia contra la mujer en los primeros meses de la pandemia, no termina siendo completamente coherente con el ideal de la protección de la mujer. Mucho menos cuando al momento de evaluar tal suceso no se presenta de forma determinante el mal manejo de la interpretación de los especialistas o, lo que es lo mismo, solo mencionar la posibilidad de que las víctimas no tuvieron oportunidad de denunciar al agresor dentro del confinamiento que les habían impuesto.

 

Olvidar el ayer, en este caso específico, la estadística que se manejaba antes de la pandemia, e interpretar convenientemente la situación crítica de la pandemia como justificación del mal manejo de decisiones de las autoridades pertinentes convierte a tal olvido en un silencio cómplice. Esta no es más que la principal manifestación de la perpetuación de violencia de género en el Perú, en la cual, si no tomamos acción de una u otra manera, terminamos siendo cómplices también. Y, si no lo creemos así, podemos preguntarnos qué tanto se sigue olvidando a esas víctimas o, también, si acaso fue una “feliz navidad” y un “feliz año nuevo” para cada una de ellas.


Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios