El libro provoca al lector hacer una reflexión sobre el tema de los bienes y la manera en cómo la Ley Lerdo asumió que sería la solución para activar y mejorar la hacienda pública mexicana.
El
primer antecedente de nacionalización de los bienes eclesiásticos fue Francia
en 1878, el gobierno lo llevo a cabo durante las guerras revolucionarias y
napoleónicas, su objetivo era remediar la quiebra del erario y dicha idea se
propago a lo largo de las diferentes colonias americanas.
Sin embargo, para la Nueva España se
hace un decreto en 1804 en donde se ordena la recaudación los capitales de las
capellanías como también los capitales religiosos destinados a las obras pías.
Esta desamortización fue suspendida poco antes de la guerra de Independencia,
para ese entonces la cantidad que lograron obtener de dicha recaudación fue de
12 millones de pesos, cantidad enorme para ese entonces.
Después del triunfo de la
independencia y el nacimiento de la nueva nación mexicana, el sector de
gobierno llamado hacienda que actualmente sigue funcionando, propuso una
nacionalización de los bienes eclesiásticos, pero se quedó a un nivel de
propuesta. Solo debía pasar un breve tiempo para que, en 1843, Santa Anna se interesará
mucho en los bienes eclesiásticos y será quien realice un cuadro de los bienes
de cada convento de la nación mexicana, algo así como un inventario.
Poco
tiempo después aparece la Ley Lerdo de 1856, a primera vista sería la solución
para obtener los recursos financiero para sacar adelante a la nación, ya que
los liberales buscaban en estas propiedades eclesiásticas generar más la
producción agrícola y ganadera ambos sectores eran la puerta para desarrollar
la economía, ya que la minería era fuente principal de la economía durante el
Virreinato estaba en una situación un tanto decadente.
Ahora
bien, las grandes propiedades rurales estaban en manos muy selectivas y
existían muy pocas a manos de la Iglesia. La pirámide de las clases económica
en ese periodo de tiempo estaba conformada principalmente por terratenientes
rurales, los hacendados algunos de ellos descendientes de la nobleza virreinal
y el segundo nivel los comerciantes, de ambos sectores eran importantes ya que
en ellos recaía gran parte de la economía mexicana. El sector eclesiástico no
posee un papel activo, eso es que no aparece dentro de esta pirámide económico
ya que no generaba y mucho menos aportaba para el desarrollo de esta actividad.
Debemos
decir que la economía dentro de la Iglesia era diferente entre el sector
regular y el clero secular. Los regulares dependían principalmente de los
bienes raíces y los capitales investidos en préstamos hipotecarios. Debemos
destacar que las monjas al ingresar al convento daban una dote de 3000 a 5000
en forma de una renta perpetua en gran parte de los casos mediante una hipoteca
de algún inmueble que los padres poseían. Los conventos recibían también
cantidades variantes por concepto de limosnas. Muchas de estas mujeres que
ingresaban al convento solamente poseían fincas urbanas.
Por otro lado, los conventos de
mujeres eran más ricos que el de los hombres, debido a que los conventos fue el
refugio paralas hijas de familias acomodadas y las dotes que se entregaban se
quedaban después de su muerte incorporándose de esta manera a las propiedades
del convento. También debemos decir que los colegios están bajo el mando del
mando regular.
En cambio, el clero secular que componen los
obispos y los canónicos vivían principalmente de los diezmos, las primicias y
las fiestas patronales, los curas vivían de los derechos parroquiales y misas. Con
lo anterior podemos afirmar que la economía del sector regulara era mayor que
el clero secular. En consecuencia, podemos afirmar que la Ley Lerdo tiene como
objetivo regular dichas propiedades y una vez que estén en “orden” se podían a
la venta y de este modo se comenzaba a mover mediante el mercado de bienes
raíces estas propiedades. Estas fincas rusticas servirán para la actividad
económica de ganadería y agricultura.
Por último, el libro provoca al
lector hacer una reflexión sobre el tema de los bienes y la manera en cómo la
Ley Lerdo asumió que sería la solución para activar y mejorar la hacienda
pública mexicana, pero nunca se imaginaron que dicho proceso sería complejo, se
requiere de hacer más investigación respecto al tema y de esta manera
comprender con mayor claridad estos procesos en donde los liberales radicales y
la Iglesia entraron en conflicto.