La difusión se realiza entre pares o iguales, es decir, entre especialistas que comunican resultados y logros dentro de su campo profesional. Por el contrario, para hacer divulgación es indispensable proceder multidisciplinariamente y familiarizarse con distintos medios para comunicar el conocimiento. Se trata de desempacar las ideas, contextualizarlas y hacerlas accesibles.
La
difusión de la historia se ha vuelto un fenómeno en nuestros días, tan solo en
la licenciatura en historia en la ENAH hay tantos proyectos como nunca antes se
había visto. Lo anterior forma parte de un intercambio que tuve con mis colegas
y profesores en la licenciatura. Ante esto, la divulgación científica – como
prefiero nombrarla – juega un papel crucial en la comunicación del conocimiento
histórico.
Al
echar un vistazo entre lo que distingue a la difusión de la divulgación, he
podido deducir que, la difusión de la ciencia, se centra en la comunicación
entre especialistas, mientras que, la divulgación busca hacer accesible el
conocimiento científico a un público amplio y variado. Hablamos de una
actividad que se ha configurado como un intercambio, más bien un compromiso,
que tiene por objetivo compartir un saber, en este caso, histórico-científico,
con el público en general. En este contexto, se vuelve necesario buscar
referentes para justificar nuestro andar en la divulgación, en mi caso, Carl
Sagan, científico y divulgador, ha tenido un impacto significativo en mi manera
de percibir y valorar la ciencia.
Me
parece que la distinción entre divulgación y difusión se vuelve necesaria para
comprender su alcance y objetivos. Enriqueciendo la idea anterior, la difusión
se realiza entre pares o iguales, es decir, entre especialistas que comunican
resultados y logros dentro de su campo profesional. Por el contrario, para
hacer divulgación es indispensable proceder multidisciplinariamente y familiarizarse
con distintos medios para comunicar el conocimiento. Se trata de desempacar las
ideas, contextualizarlas y hacerlas accesibles.
De
vuelta con Carl Sagan, me parece que su influencia es indiscutible si hablamos
de aplicar técnicas y herramientas para popularizar la ciencia. ¿Conoces a Carl
Sagan? Nacido en 1934 en Nueva York, fue un astrofísico y divulgador científico
destacado por su capacidad para explicar conceptos complejos de manera
accesible y, sobre todo apasionada. Su obra más conocida, la serie televisiva
Cosmos, ha inspirado a generaciones a interesarse por la ciencia y la
astronomía. Además de sus logros en ciencias planetarias y su activismo por la
paz.
Sagan
nos sigue influenciando, su labor como científico y divulgador ha trascendido el
tiempo, nos mostró cómo la divulgación puede despertar vocaciones científicas y
fomentar una cultura en torno a la divulgación. Una apreciación pública de la ciencia, todo
por medio de sus libros, conferencias, proyectos e iniciativas. Lo anterior,
implica un impacto significativo en el público, mismo que, al interactuar con
los proyectos de divulgación y su puesta en escena, ven en la ciencia histórica
una característica distintiva en la sociedad y por medio de estos, volverse
participes del rumbo mismo que toma la sociedad.
Ante
lo dicho, los historiadores debemos aprender a utilizar diversos recursos
comunicativos para diseñar proyectos que respondan al interés por la historia
de personas de edades, contextos e intereses distintos al nuestro. Al igual que
en la divulgación científica, el uso de medios audiovisuales y tecnologías
multimedia se vuelve indispensable para transmitir la historia a un público
diverso.
Finalmente,
la divulgación de la historia cumple una función social fundamental al
democratizar el conocimiento y fomentar una cultura de apreciación histórica. Nuevamente,
la influencia de divulgadores como Carl Sagan y muchos otros también de
nuestros días, demuestra el impacto duradero que una comunicación eficaz puede
tener en la sociedad, inspirando curiosidad por el conocimiento. Me parece que
la meta es la proyección de estos principios en la divulgación de la historia,
de esta manera, prepararnos como comunicadores capaces de llevar el saber más
allá de las aulas. Ahí donde el conocimiento crezca en correspondencia y el
saber académico no sea colonizador sino sincrético.