Más allá de las pesquisas - La importancia de la memoria y la reescritura de la historia de las personas desaparecidas por Marial Valdez Gutiérrez


Marial Valdez Gutiérrez (Historia-UACJ)
Contacto: maralvalgutcel@gmail.com

Recordar es un acto de amor y de rebeldía, un grito que desafía el silencio y el olvido, y que afirma con fuerza que las vidas de quienes desaparecieron siguen teniendo un impacto profundo y duradero en la sociedad. 

Se ha dicho que México es una gran fosa clandestina. No obstante, también conocemos la labor incansable de las madres buscadoras de Tijuana y la desaparición sistemática de hombres mexicanos y migrantes con fines de trata. Sin embargo, estas generalizaciones, aunque ciertas, nos alejan de las personas, de las historias individuales que conforman esta dolorosa realidad. Cada desaparición y cada búsqueda tiene un nombre, y detrás de ese nombre hay una historia, una vida, una familia que enfrenta una ausencia devastadora.

 

La memoria en estos casos juega un papel crucial, no solo porque lo que se recuerda con intensidad nunca se olvida, sino porque recordar es un acto de resistencia. La desaparición forzada no es solo un crimen contra la persona desaparecida, sino también un ataque contra la identidad y la memoria colectiva. Es un intento deliberado de borrar la existencia de alguien, de reducir su vida a un número en una estadística sombría. Por eso, la memoria se convierte en un campo de lucha, en un espacio donde se rechaza el olvido impuesto por la violencia.

 

Recordar a las personas desaparecidas va más allá de mantener vivo su recuerdo; es una manera de devolverles su humanidad y dignidad. Es afirmar que sus vidas no se definen únicamente por la tragedia de su desaparición, sino por las huellas que dejaron en sus seres queridos y en sus comunidades. La reescritura de la historia de estas personas es, por tanto, un acto de justicia, una forma de resistir la narrativa que las reduce a víctimas anónimas. Al reconstruir y contar sus historias se les devuelve el lugar que les corresponde en la memoria colectiva.

 

Generar memorias más allá de ese trágico final es de vital importancia para las familias de las víctimas. Los murales que adornan las calles, donde, en lugar de un simple "se busca", se encuentran objetos, animales o símbolos que los representaban, son un testimonio tangible de sus vidas. Estos murales no solo funcionan como recordatorios visuales, sino que también son espacios de encuentro, de reflexión y de duelo colectivo. En ellos, la comunidad puede ver reflejados los logros, las pasiones y el impacto que estas personas tuvieron en sus barrios. Así, la memoria se convierte en un puente entre el pasado y el presente, en un lazo que mantiene viva la conexión con aquellos que han sido arrancados de su seno.

 

Además, la memoria posee un poder transformador. Al recordar y honrar a las personas desaparecidas, la comunidad no solo enfrenta su dolor, sino que también fortalece su identidad y su cohesión. La memoria colectiva se convierte en una fuerza que desafía la violencia, que niega la desaparición al afirmar la presencia continua de aquellos que faltan. Cada vez que se pronuncia un nombre, cada vez que se cuenta una historia, se está declarando al mundo que esa vida importó, que no se ha perdido en el vacío, sino que sigue presente en la lucha y en la memoria.

 

La reescritura de la historia de las personas desaparecidas es, por tanto, un proceso vital. Es una forma de reparación simbólica, de devolverles el lugar que la violencia les arrebató. Al contar sus historias, se rescatan del olvido y se les otorga un legado que trasciende su ausencia física. Este proceso es fundamental no solo para las familias, sino para toda la sociedad, que al recordar se reconcilia con su propia historia y reafirma su compromiso con la justicia y la verdad.

 

En este sentido, la memoria se convierte en un acto político, en una declaración de que esas vidas no serán borradas. La lucha por mantener viva la memoria de los desaparecidos es también una lucha por el derecho a la verdad y a la justicia. Es un esfuerzo por garantizar que las futuras generaciones conozcan y comprendan lo que ocurrió, para que estos crímenes no se repitan.

 

Por todo esto, la memoria y la reescritura de la historia de las personas desaparecidas son esenciales. No son meros ejercicios de nostalgia, sino herramientas poderosas para la resistencia, la justicia y la transformación social. Recordar es un acto de amor y de rebeldía, un grito que desafía el silencio y el olvido, y que afirma con fuerza que las vidas de quienes desaparecieron siguen teniendo un impacto profundo y duradero en la sociedad. Porque los desaparecidos no han desaparecido del todo; en algún lugar están. No se esfumaron sin más, y sus perpetradores, con nombre y apellido, saben dónde se encuentran. Para nosotros, que no gozamos de justicia ni de verdad, ellos son desaparecidos, pero no olvidados.


 

Tal vez te interesen estas entradas

No hay comentarios