Qué sería de la humanidad, si no entendiera en dónde está parada, seria inverosímil no tener el mínimo conocimiento de su historia, es por eso que el mundo le debe un gran favor a todos aquellos que se encargan de escribir...
Durante mi osadía en el intento de ser
historiador, me he dado cuenta de que la mayoría de las cosas que nos tratan de
enseñar son fechas, personajes, sitios, libros, descifrar archivos viejos y con
hongos, sin embargo, rara vez se hace énfasis en la habito de la escritura.
Claro, tenemos la obligación de saber cómo escribir, pero nadie ha dicho nada
sobre el oficio del historiador al escribir todo lo que pasa a su alrededor,
como los acontecimientos políticos, sociales, culturales, económicos, religiosos,
hasta las vivencias individuales.
Ahí
es donde yo me pregunto: ¿Entonces cómo se hizo la historia? Siento que el
historiador además de tener una gran capacidad de memorización, también debe
ser consciente de que la escritura es fundamental para darle vida a cualquier
acontecimiento. Así sea narrar la historia de tu familia, plasmar el
descontento de la deficiencia burocrática del país o como tu ex volvió contigo
dos días después de haber terminado; todo debe ser plasmado en un papel, para
darle sentido y permanencia a nuestra historia.
Cabe
aclarar que no todos tienen el gusto o la paciencia de escribir, sobre todo
porque a veces puede ser frustrante. Siempre que escribo lo hago sin
parcialidades, sin reglas o mucho menos sin ningún tipo de censura, sobre todo
porque en toda esa mescolanza de ideas, tal vez en alguna línea te salga una
buena frase, te sentirás tan bien y orgulloso que entrarás a Instagram y lo
publicarás, sin tener que recurrir a alguna frase reutilizada de Mario
Benedetti o de Albert Camus sacada de internet.
La
escritura es una forma poderosa de preservar y transmitir la historia, en
alguna ocasión llegue a escuchar de una ponencia que Heródoto aparte de ser un
gran historiador, era también un gran escritor, porque es eso, es un principio importante
para seguir manteniendo vivo cada gran y pequeño aspecto de los acontecimientos
del pasado, el gran peso que tiene en el presente. Qué sería de la humanidad,
si no entendiera en dónde está parada, seria inverosímil no tener el mínimo
conocimiento de su historia, es por eso que el mundo le debe un gran favor a
todos aquellos que se encargan de escribir día a día para hacer guardar la historia,
la memoria de un pueblo, de un árbol, de una cultura o hasta de su propia vida.
Existen
personas que usan la escritura como forma de resistencia, ya sea por la
injusticia, la negligencia del Estado o por la lucha cotidiana. Todos tienen
una historia que contar, un dilema y un objetivo; como historiador en formación
es mi deber plantear los problemas actuales de la sociedad, los pueblos, las injusticias, de las luchas,
de la vida política y pública a través de la escritura; y quizá en unos 50 años,
sea encontrada en un armario viejo con polillas, aquella libreta que siempre me
ha acompañado y puedan leer todo lo que pasaba, cuando apenas tenía 21 años, no
lo sé, probablemente alguna persona lea y se percate que en el año 2054 los
robots nos dominan y que por alguna extraña razón, Juan Gabriel siga vivo.
Por consiguiente, creo que la escritura puede derribar la barrera de la indiferencia, puede abrir paso a la pluralidad de opiniones, al manifiesto que inspire y reflexione el devenir del diálogo, la acción a través de la divulgación histórica. Que el deber del historiador no sea únicamente memorizar y narrar los hechos del pasado, se debe cuestionar en todo momento los problemas sociales, económicos y políticos, que en la actualidad repercuten en nuestro. Me quedo con la frase de March Bloch: “El historiador debe plantear problemas, no solo narrar hechos. La historia es una forma de conciencia que ilumina el presente”. No hay nada mejor que hacerlo a través de la escritura.